capitulo 10, Alec Lightwood

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       Amy dudó en abrir la puerta, rubiales suspiró con exasperación y abrió la puerta. Ella sintió como le crecía un escalofrió que le recorrió la espalda completa, el corazón se le detuvo dentro del pecho. Daniel le puso una mano en la espalda y la obligó a entrar en la habitación. 

       Ella no pudo evitar dar un vistazo a la gran habitación; era circular, el techo terminaba en punta, por todos lados había libros en estantes tan altos que habían unas escaleras para llegar a las partes más altas de estos. Los libros estaban encuadernados en terciopelo y piel de diferentes colores, estos ya eran antiguos y notó que se usaban con frecuencia. En los lomos de estos había gemas y los títulos estaban en letras doradas.

    El suelo era de madera y brillaba de limpio, había incrustaciones de cristal, mármol y trozos de piedras semipreciosas, estas formaban un diseño que ella no podría descifrar desde el lugar en donde estaba.

       En el centro de la biblioteca se encontraba un gran escritorio de madera, se veía pesado, pudo notar el brillo de los años sobre este. A esta lo sostenía dos figuras de unos ángeles, eran de la misma madera, se veían tan reales, desde sus rostros con expresión de sufrimiento, hasta las alas de un color dorado. 

       –Ahora veo el parecido a Violet–Amy volvió a la realidad, no se había dado cuenta de que un hombre de espalda ancha y piel pálida estaba sentado en un sofá de una persona, la espalda encorvada y ancha, una de sus largas piernas estaba sobre la otra.

       –¿Como...?–Amy fue obligada a acercarse a él–. ¿Conoces a mi mamá?

       Preguntó ella, él sonrió y asintió con la cabeza antes de levantarse del sofá. Dejó la taza que antes sostenía en el escritorio. Amy tuvo que levantar la cabeza para mirarlo al rostro. Este era amigable y hermoso. Sus ojos tan azules y brillantes, su cabello color negro también brillaba por unas cuantas canas, este le caía sobre la frente ocultando unos cuantas arrugas. Parecía tener unos cuarenta y algo de años, tenia cierto parecido con Sophia. 

       –Por supuesto–dijo, le tendió la mano a Amy en forma de saludo, ella respondió a este. La mano de él le cubrió toda la suya–. Mi nombre es Alec Lightwood, yo soy el director del instituto de Nueva York.

       Se presentó él. ¿Lightwood? ella conocía ese apellido. Estuvo apunto de preguntarle eso, cuando él le soltó la mano y Daniel carraspeó, como para indicarle que ella debía de presentarse también.

       –Soy Amy Swan.

       –Encanto, tal vez deberías de mencionarle acerca de la desaparición de tu familia–sugirió Daniel, antes de sentarse en un sofá.

       –Toma asiento, por favor.

       Amy lo siguió, se sentó en el mismo sillón que Daniel, Alec tomó la taza y se sentó en el mismo sillón en el que había estado antes. Miró a Daniel con esos grandes ojos color azul, el mismo tono del mar en la noche.

       –¿De que se trata todo esto?–preguntó Alec, Daniel se acomodó en el sofá. Se le veía tranquilo.

       Llevaba puesto un suéter del mismo tono azul oscuro que sus ojos, este le hacía ver más pálido pero le sentaba muy bien, unos jeans y unos zapatos negros. Se pasó una mano por el oscuro cabello, en su cuello se encontraba colgada una cadena y de esta un anillo de oro, parecía un anillo de bodas. Eso le recordó a su madre, que también usaba su anillo al cuello. 

       –¿Ya te eh contado como la encontré?–preguntó Daniel.

       Parecía estar resumiéndole a al hombre algo que ella estaba segura que hacía seguido, algo en eso le provocaron unas ganas de darle una bofetada en el rostro, tal vez por el hecho de que su sonrisa era tan arrogante y encantadora. Alec parecía acostumbrado a eso, <¿cómo no lo ha matado ya?> se preguntó. 

Cazadores de sombras: Ciudad de misterios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora