Capítulo 35, Aaron Iverson

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Amy se quedó paralizada, viendo a los demás, intentó moverse... Pero no podía, estaba paralizada. Hipnotizada por aquella risa.

Sentía la sangre resbalarse de su cuerpo... los huesos rotos y los pulmones adoloridos.

Se miró las manos y brazos... No había sangre, pero sentía que la tenía ahí, que corría por sus brazos, su estomago... Sintió la sangre de Chace chocar contra rostro, entrando en su boca.

Empezó a perder la respiración con cada parte de los recuerdos, sentía que se estaba muriendo... En verdad no estaba perdiendo la respiración, estaba hiperventilando. Con cada bocanada sentía que se mareaba más, que se colapsaba en el suelo.

Él estaba ahí. En la habitación de al lado, lo supo sin siquiera estarlo viendo.

Estaba ahí.

Se mantuvo en pie. Tomando cada gran e intensa bocanada como si fuera la ultima. Escuchaba los pasos del hombre, pero no se atrevió a mirar, casi estaba llorando, temblaba.

Sophie tenía los ojos demasiado abiertos mientras la miraba, los hombres de la chica se levantaban y bajaban demasiado rápido, sus labios temblaban y estaba tan pálida como la muerte. Sostenía a Alec con cuidado, sin duda estaba inconsciente.

–¿Quien eres?–preguntó, Amy no tuvo que mirarlo como para saber que era Daniel quien hablo–. ¿Cuál es tu nombre?

De nuevo escuchó aquella risa. Miró a los demás, todos seguían atisbando aquel puntó.

Adam abrió los ojos lentamente, contemplando al hombre que sin duda ya estaba mostrando el rostro, su rostro palideció, pero mantuvo la posición, listo para atacar si era necesario.

<Necesito ayudarlos... tengo que ayudarlos. Voy a hacerlo>

–Estoy seguro de que han escuchado mi nombre, todos en el submundo lo han hecho–la voz de aquel hombre, profunda, áspera–. Aarón Iverson. Aunque estoy seguro que ustedes me llaman el Dios de la sombras.

       Daniel miró a Max, el chico asintió y movió los dedos, las chispas azules salieron de estos y en la mano de Daniel apareció su Díkopo y en la de Sophie y Adam un cuchillo Serafín.

       Amy volvió a escuchar aquella risa. Ella tuvo que calmar su respiración para no volver a hiperventilar. Tenía que respirar con más calma.

<Voy a ir. Voy a ayudarlos> se dijo. Se estaba intentando convencer, tenía que salir. No podía ser posible que ella estuviera en el instituto y apareciera él. Aquella noche él le había dicho que quería encontrar a su madre, pero ya lo había hecho, ¿no es cierto?

       Como si el enfado hubiera reaccionado en vez de su mente, ella se alejo de la pared y se alejo de la puerta, entrando en la habitación.

       El hombre que se encontraba ahí dirigió sus aterradores ojos hacía Amy, los amigos de Amy no cambiaron de posición, aunque Amy pudo notar, de reojo, sus expresiones.

       Apretó sus manos en puños, los muscules le dolieron de la fuerza que utilizo, no quería mostrar ningún tipo de emoción, ya que podría usarlas contra ella. Otro conocimiento aprendido en los libros que sin duda era cierto.

       –Emilia.

       Recitó Aaron, Amy estaba segura de que en esa sonrisa había algo más... Algo mucho más perverso y retorcido de lo que recordaba. Pero no tuvo miedo, en verdad que no, solo estaba enfadada, provocando que su puño se apretara cada vez más, que las ganas de asesinarlo no solo fueran ganas... quería clavar un cuchillo en su garganta hasta que él le dijera en donde estaban. Que lo gritara con dolor agonizante...

Cazadores de sombras: Ciudad de misterios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora