Capitulo 48, Indefensa

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       Amy paso esa noche en la enfermería. Más bien se había quedado dormida, Sophie a su lado. 

       En la mañana había aparecido Daniel y había despertado a ambas para el desayuno. Él había cargado a Amy, él había insistido, lo cual hizo que Amy se enfadara. 

       No habló por el resto de la semana, bueno, no completamente, había veces en las que si decía algo, pero era porque no podía contenerse y porque le molestaba el no poder hablar. 

       El dolor de garganta cada vez le dolía menos,  ni con los tres iratzes que se había puesto se había mejorado tan rápido como la habían ayudado con otra heridas que había tenido en el pasado. Y eso era algo que le preocupaba a Daniel, pero eso no la detenía de besarlo. 

       También le había mandado mensajes a Ray y Mason. Seguía enojada con el segundo, pero cuando leyó sus viejos mensajes noto uno que decía que había estado en el hospital, lo cual casi le causo un infarto. Le mando un mensaje y él le había explicado que un perro enorme lo había atacado... Amy solo le rogó al ángel para que si hubiera sido un perro y no un licántropo.

       Ray le había mandado varios mensajes pidiéndole que fuera al departamento, que tenía que hablar con ella, pero Amy no sería capaz de verlo al rostro sin recordar la daga en su mano... sin recordar lo que había pensado ese día, lo que había estado decidida a hacer. 

       Y todos los días Daniel entraba a su habitación a cierta hora después de la cena, jamas llegaba a algo más que besos, pero a él no parecía importarle que no fuera algo más... serio. 

       Esa noche, una vez que ella había terminado de cenar, se dirigió a su habitación para esperar a Daniel. Él usualmente se iba minutos después, lo que le daba tiempo a Amy de cepillarse los dientes y arreglarse el cabello... aunque era mala idea, ya que Daniel solía despeinarla y pasarle ambas manos por el cabello. 

       Amy abrió la puerta, la habitación estaba en sombras y no entraba más que un pequeño rayo de luz proveniente de la luz de las calles. Dejo el teléfono sobre la cómoda cerca de la puerta, y encendió la luz. 

      Iba a darse la vuelta cuando sintió la presencia de alguien... no era Daniel. Con sutileza tomó una de las dagas que siempre llevaba, ese día la había metido en un funda que Daniel le había regalado y se la había metido en el bolsillo de adelante del pantalón. 

       Se dio la vuelta con la daga en la mano. Había un hombre sentado en su cama y tenía un dibujo que Daniel le había hecho, ella lo había dejado sobre la mesa juntó al pequeño sillón en la esquina de la habitación, junto a la gran ventana que se encontraba abierta en ese momento. 

       El gran hombre se dio la vuelta y le sonrió como un diablo. Era atractivo, como de la misma edad que el padre de Amy... pero él... no parecía que estuviera ahí en realidad. 

       El rubio cabello le caía sobre la frente, había cicatrices en sus manos y en su atractiva cara. 

        –Swanwright.

       Dijo, Amy sintió como su cuerpo empezó a temblar... Su rostro... Era tan parecido a Daniel.  

       –¿Quién eres?–le preguntó Amy–. ¿Cómo entraste?

       El alto y rubio hombre se levantó, dejo el dibujo sobre la cama y camino hasta Amy, tan cerca que Amy le puso la daga al pecho, sobre el corazón que... su corazón no estaba latiendo. 

       –¿Quién soy?–preguntó, su sonrisa se volvió una mueca. 

       Tomó la mano de Amy y apartó la daga de su pecho, ella no fue consciente de exactamente cuando lo hizo, Amy estaba impresionada... Era tan parecido a él... Al rostro de la persona que más le importaba. 

Cazadores de sombras: Ciudad de misterios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora