Capitulo 49, Perdón, ¿puedes imaginar?

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       Daniel se quedó toda la noche observando a Amy, pasaba la mano con cariño y cuidado por el largo cabello de la chica.

Él no sabía que era lo que le sucedía, se había visto tan asustada cuando había entrado en la habitación y que le hubiera dicho que estaba bien cuando era obvio que no era así le hizo un hueco en el estómago.

Él prefirió no insistir, no cuando Amy se había visto mejor cuando ella lo beso. Él ya le iba a decir que si podía quedarse en la noche, vigilándola, pero no quería sonar muy... no quería que fuera extraño y cuando ella le preguntó se sintió tan aliviado que hasta le dieron ganas de bromear... Aunque nunca pensó que ella lo besaría de esa manera, de que pasara esas hermosas manos por debajo de su camisa. Él tuvo que contenerse, había tenido tantas ganas de tirarla a la cama y hacer algo más que besarla y pasar las manos por su cadera y cintura y cuando ella se detuvo, cuando se alejó de él mordiendole el labio tuvo ganas de irse de la habitación y tomar una ducha fría.

Al salir del cuarto de baño en su pijama Amy se acostó a su lado mirándolo... Daniel no se había sentido tan afortunado en su vida como en ese momento. Él la había acercado a su cuerpo y le había plantado un calmado beso en los labios que ella siguió hasta que el sueño se apodero de ella.

Que Amy durmiera en sus brazos le produjo una paz que no había sentido en años. Se sentía tan fácil y entero que pasó toda la noche viéndola dormir, de vez en cuando le pasaba el pulgar por el pómulo o el mentón sintiéndose tan afortunado de que fuera posible tenerla tan cerca.

Después de unos cuantos minutos después de que el sol entró por la ventana las pestañas de Amy aletearon sobre sus pómulos, Daniel en verdad sintió tristeza, la calma y paz estaría por desaparecer del rostro de la hermosa chica y Daniel volvería a sentir el peso del mundo sobre sus hombros.

Pero no fue así... cuando aquellos hermosos ojos se abrieron, Daniel se sintió igual. Ella le sonrió y volvió a cerrarlos mientras se estiraba.

–Buenos días, Swan.

Dijo Daniel, le planto un beso en la frente lo cual la hizo sonreír. Las pestañas le golpearon en los pómulos cuando ella parpadeo.

–¿Cuánto tiempo llevas así? –preguntó ella.

–Un tiempo–contestó, al momento que soltó un bostezo y acomodó la cabeza sobre el pecho de ella.

–¿Un tiempo? –Preguntó ella, mientras Daniel le pasaba una mano por el cabello–. ¿No unas horas?

Daniel le plantó un beso en los labios y cuando se alejo de ella Amy lo miró con desaprobación. Pero Daniel solo le sonrió y se levantó.

–¿Ya te vas?–le preguntó Amy.

Daniel se dio la vuelta y la observo. Ella estaba sentada, las sabanas sobre su cuerpo, el cabello despeinado y los ojos nublados por el sueño... Daniel jamas había visto a Amy viéndose tan perfecta, ni siquiera cuando había estado con ella después de aquella pesadilla.

Daniel carraspeó.

–Si, no queremos que piensen algo malo, ¿no?

       Dijo, como si eso fuera explicación suficiente, y ella lo noto. Amy mirón sus manos apretadas, se apartó el cabello del rostro, y se mordió el labio.

–¿Es tan malo que te vean a mi lado?–preguntó, la voz se le quebró.

       Entonces Daniel recordó perfectamente de quien eran esas palabras. Ella hizo una mueca y Daniel sintió que el corazón se le rompía.

Cazadores de sombras: Ciudad de misterios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora