EXTRA!: parabatai

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       Cuando Daniel salio de la cocina, sintió una gran punzada de tristeza, pero no era suya sino de Kim. Corrió lo más rápido que pudo hasta la biblioteca, el aire frío le golpeaba en el rostro.

       Cuando vio la puerta de la biblioteca, tomó la perilla y entró. Busco por todos lados a su parabatai. Ella no se encontraba por ningún lado. Así que él corrió hasta la habitación de la chica, la energía recorriéndole el cuerpo, como cuando estaba en una batalla. Dejo de correr y abrió la puerta. La habitación estaba oscura, excepto por la piedra de luz mágica encima de la cama, pudo ver la silueta de la chica frente a esta, la espalda encorvada mientras se abrazaba, él pudo ver la columna incluso con ese suéter que ella llevaba puesto.

         –¿Kim?–preguntó, ella no contesto ni lo volteo a ver, solo levanto un poco los hombros–. ¿Kimi, estas bien?

       Él caminó hacía la cama de la chica, cuando se dio cuenta de que ella estaba llorando. Se quitó los zapatos, se subió en la cama, justo al frente de ella. Ella levantó la cabeza y lo abrazo, Daniel la rodeó con los brazos.

       Las lagrimas de Kim cayéndole por la clavícula. Él sabía por quien lloraba, más bien por quienes.

       –Quiero que vuelvan–susurró ella. Daniel la tomó de los hombros y la aparto.

       Pudo verle el rostro. Sus ojos llenos de lagrimas, Daniel le secó una lagrima de la mejilla con el pulgar.

       Ella le tomó el rostro entre las manos y le dio un beso en los labios, él respondió al beso tomándola de la cintura y acercándola más.

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       Ella le tomó la camisa, y se la sacó por la cabeza. El corazón de la chica golpeaba contra el suyo, las lágrimas de ella le mojaron los labios y le entraron en la boca. Él tomó el pasador de oro de la familia Richmore y le desató el cabello, este era lizo y del color del carbón, le cayó en las manos, suave y sedoso.

       Él la acostó debajo y se le puso encima, la lengua de él tocó la de ella.

       Las manos de Daniel tomaron el suéter y con cuidado se lo sacó por la cabeza, el cabello de Kim se despeino. Él le beso el cuello, aspiró el olor de la piel de Kim, ella siempre olía a bugambilia, la flor favorita de la chica. Daniel había tenido la mano en la cintura de ella, la piel desnuda soltando su calor, la empezó a subir hasta llegar al sostén de Kim, ella soltó una combinación de suspiro y gemido el cual él ya había escuchado antes, ella le abrazaba el cuello, se sentaron.

       Kim pegó su cuerpo al de él, Daniel busco el broche del sostén color rojo. Ella desabrocho a tientas el pantalón de Daniel, obligándolo a quitárselo, el sostén le cayó a ella por los brazos, Kim terminó de quitárselo y lo arrojó al suelo con desesperación. Los labios de ella no se despegaban de los de Daniel, estos gruesos y suaves, él adoraba el sabor que tenían estos, como a cereza.

       Cuando él se quitó los pantalones los empujó a tientas al suelo, recorriendo el pecho de la chica con las manos, estas eran firmes. Una de las manos la bajo hasta el borde de los leggins color gris de Kim, ella le recorrió los brazos musculosos. La acostó lentamente, jalo de los leggins y de las pantaletas, del mismo color rojo que el sostén, ella levantó la espalda del colchón, mientras soltaba un pequeño gemido, Daniel le beso el estomago. Vio que ella tomó las sabanas y apretó el agarre cuando él le empezó a recorrer el estomago con la boca hasta subir a los senos de ella.

Cazadores de sombras: Ciudad de misterios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora