Capitulo 31, lex dura sed ut est deliberativa

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       Amy despertó la mañana siguiente completamente adolorida por entrenar todo el día anterior, nada más haciendo pausas para comer, cenar e ir al baño.

       Sophie y Adam estaban impresionados ya que Amy no paraba. Estaba tan enojada, frustrada y triste, alguna manera tenía que encontrar para liberarse de ello. Adam le había enseñado un poco a mejorar su puntería con una dagas. Sophie le había enseñado combate cuerpo a cuerpo, después le había dado unos palos de madera largos y pesados, Sophie le había enseñado un poco a como usar una espada con ellos antes de usar una verdadera espada o cuchillo serafín.

       El entrenamiento de Amy en el pasado no había estado tan mal, pero no sabía casi nada y el estar un año sin recordarlo no había servid para nada.

       Estaba tan cansada que paso alrededor de una hora en la tina, relajando sus músculos adoloridos. Salio quejándose por el dolor, se puso un pantalón negro pegado y una blusa gris de manga corta ya que hacía calor y como siempre sus botas. Tomó una daga pequeña que se había llevado de la sala de entrenamiento el día anterior y la escondió en la bota, no le daba miedo llevarla sin algún estuche para no lastimarse, no la iba a llevar en la mano.

       Salio de la habitación y se dirigió a la cocina, el teléfono en mano, mirando los mensajes que no había contestado, unos cuantos de Ray, otros de Mason, los cuales jamas contestaría.

       Como se lo espero, ya nadie estaba en la cocina, era demasiado tarde, de todas formas no quería que vieran su mala cara. Tomó una manzana roja del frutero y la comió, mientras leía los mensajes de Mason. Una vez que termino de comerse la manzana tiro los restos a la basura y salio de la habitación dispuesta a volver a la sala de entrenamiento para seguir practicando sin importarle cuanto le doliera.

       El teléfono en su mano vibro, se detuvo para ver quien era, esperando a que fuera Alice o alguno de sus padres, pero no era de Ray, había una imagen de ella y él disfrazados en halloween cuando ella tenía doce años. Miró el teléfono, pero no respondió. Algo dentro de ella se quebró al no haberlo hecho. Estaba por meter el teléfono en el bolsillo de su pantalón cuando este volvió a vibrar. De nuevo era Ray.

       Esta vez no se resistió, contestó.

       –¿Que quieres?–contesto enfadada al recordar la visita al departamento de Ray.

       Lo escucho suspirar, se sintió mal. Lo extrañaba, ya habían pasado un mes, casi cuatro que no lo veía, que no contestaba a sus llamadas o mensajes, que no escuchaba su voz, la misma que la había arrullado cuando era bebé y sus padres no conseguían dormir a Amy.

        –Estoy afuera del instituto, necesitamos hablar.

       Dijo Ray, no parecía muy contento, sonaba decaído, triste. Después de todo sus mejores amigos estaban Raziel sabe donde y sus dos sobrinas de cariño en diferentes lugares.

       No iba a ser amable con él, depués de todo lo que había dicho y hecho. Las mentiras eran lo que más le dolía a Amy, que la hubiera visto todos los días y actuara como si nada.

       –No lo creo, tuviste todo un año para decirme que soy una cazadora de sombras y no lo hiciste. Me miraste directo a los ojos y mentiste...

       –Esta bien, entiendo que estés furiosa conmigo, pero si te mentí... Solo baja y háblame en persona, ¿si?–preguntó él con su voz más amable y cariñosa.

       –Por mi que te quedes ahí todo el día y noche...–decía, pero él la interrumpió, lo cual a Amy no le cayo en gracia. 

       –Podrás gritarme en persona, ¿apuesto a que no desperdiciaras una oportunidad como esta, pequeña?

Cazadores de sombras: Ciudad de misterios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora