Capitulo 58, Mi oportunidad

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Amy no se alejó de Daniel ni por un segundo, ella distraía a los demonios y él los mataba. Se podría decir que se había Pedro de acuerdo en eso, pero no era así, cuando los demonios empezaron a atacar ambos empezaron a hacerlo.

Como si se hubieran leído la mente.

Amy de vez en cuando se fijaba en el hermano de Daniel, le sorprendía lo mucho que se parecían. Pero lo que más le llamaba la atención era la forma en que se movía, él y la chica pelirroja cuidándose las espaldas como si fueran parabatai... Pero Amy lo dudaba, había visto la forma en la que se habían tomado la mano, había amor ahí. Y no era un amor que fuera de amistad.

Los demonios se reunieron alrededor del hermano de Daniel y la chica, ella era rápida, tal vez más rápida que Owen, el cabello sujeto en lo alto de la cabeza. Eran demasiado como para que los dos solos pudieran acabar con los demonios.

–¡Daniel!–gritó Amy, él se dio la vuelta hasta donde estaba su hermano.

Él palideció, la tomó de la mano y corrieron hasta el hermano de Daniel. Cada demonio que pasaba frente a ellos para atacarlos o para correr hacia los demás desaparecía en el aire cuando el Díkopo de Daniel los atravesaba o rasgaba la piel.

Unas cuantas gotas de icor le cayeron en la mano a Amy y se mordió el labio cuando este empezó a quemar su piel. Aún así no se detuvo.

Una luz dorada salió de donde estaban Owen y la chica, y esta iluminó todo con tanta fuerza que Amy se tuvo que cubrir los ojos con el brazo, Daniel hizo lo mismo.

Los alaridos de dolor de los demonios fue tan fuerte que Amy se destapó los ojos y se tapo las orejas cubriendo su rostro con el pecho de Daniel, quien también se cubrió las orejas.

Incluso con el rostro escondido podía ver la luz de reojo. Como si alguien hubiese apagado una lámpara la luz se esfumó de golpe.

Amy apartó el rostro del pecho del chico y se sujetó con fuerza a él mientras veía como bastantes demonios desaparecían.

El hermano de Daniel y la chica estaban de rodillas en el piso.

Alec le cubría el rostro a Sophie, el padre de Daniel estaba junto ellos, los ojos fijos en Owen y la cara tan pálida como la de un muerto.

Adam estaba frente a Amy y Daniel, del otro lado del muelle. Max no tan lejos de él, los cazadores de sombras que pasaron por el portal estaban regados por todos lados, mirando a Owen con impresión.

–¿Cómo hizo eso?–le preguntó en bajo a Daniel.

–Runas–respondió él en un susurro–. Mi madre también podía crearlas.

Ella lo miró al rostro con una ceja en alto, como si estuviera buscando algún poder que se asomara por esos hermosos ojos.

–Y Tú...?–le preguntó.

Él dirigió la mirada a ella, el ceño fruncido.

Daniel pasó la mirada por encima de la cabeza de Amy, ella hizo lo mismo.

Más demonios subieron por el barandal del muelle, las garras rasgando la madera de estos. Los diferentes tipos de alaridos siguiendo los rasguños de las garras.

–Me conformo con mi belleza sobrenatural.

Susurró él. Amy estaba segura de haber visto una sonrisa sin vergüenza en ese rostro y ella también tuvo que sonreír también mientras llamaba la atención de los demonios que se precipitaban como cucarachas hacía todos los nefilim presentes.

Cazadores de sombras: Ciudad de misterios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora