El Peor De Los Males. VI

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Capítulo 6: Camino al infierno.

"El infierno... un lugar de encarcelamiento y desolación, hogar de la tercera parte de los ángeles del cielo al momento de ser desterrados por el altísimo, donde se han encariñado con las llamas, la oscuridad y el crujir de dientes. Ángeles benevolentes, ya no más, demonios, las criaturas del brillo negro, habitantes del mundo oscuro, de lo profundo y de lo quemado, amantes del horror que esperan pacientes el momento de vengarse de su creador".


Ubicación: Basílica de San Pedro, Ciudad del Vaticano.
Fecha: 10/11/2020 – Horas del día.
Cyrus Shaddian.

—¡Abra inmediatamente las puertas y salga con las manos en alto! —Escucho que exclama una voz desde las afueras de la basílica. Los golpes a las grandes puertas me indican que la guardia suiza está tratando de entrar.

—Tus amigos te están buscando, ¿puedes oírlos? —le comento sarcásticamente a mi acompañante.

—Tendrás un lugar en el infierno por lo que estás haciendo —me contesta un golpeado y sangrante papa, el máximo representante del poder de Dios en la tierra.

Con un golpe lo hago callar y más sangre sale de su boca.

—¿Te permiten maldecir? Eso es nuevo. Para tu información tengo un lugar en el infierno desde mucho antes, y tranquilo, haré que los nuestros estén juntos.

—Miserable —me insulta.

—Silencio su santidad, cierre la boca por un momento que no es tiempo de rezar, preste atención a lo que sigue.

Ya todo está listo, cada cosa está en su lugar por lo que el ritual debe dar inicio. Ser la mano derecha de Haxamis se está saliendo de control, ahora me manda a invocar a los antiguos demonios de la biblia. Y sigo sin entender por qué, si con sus discípulos basta para cualquier trabajo que deba ser realizado.

Lentamente enciendo las velas que he puesto sobre el altar. Las negras a mi izquierda, las que representan el camino a lo oscuro, y las blancas a la derecha, las que representan la hipocresía de la religión, y coloco los pergaminos que me dio Haxamis a sus respectivos lados.

—In nomine dei nostri Satanás Luciferi excelsi! ¡En el nombre de Satán, señor de la tierra, rey del mundo, y padre del infierno, ordeno a las fuerzas de la oscuridad que viertan su poder infernal sobre mí! ¡Abrid las puertas del infierno de par en par y salid del abismo para recibirme como su hermano y amigo! —comienzo a recitar mientras alzo mis manos —. ¡Concededme las indulgencias de las que hablo! ¡He tomado tu nombre para que se haga parte mía! ¡Vivo como las bestias del campo, regocijándome en la vida carnal! ¡Favorezco lo podrido y maldigo a los justos! Por todos los dioses del averno, ordeno que lo que digo haya de suceder

La llama de las velas se acrecenta y un escalofrío recorre mi espalda. Como si una extraña fuerza entrase en mí, brindándome poder y llenándome de una malicia tremenda.

—¡Salid y responded a vuestros nombres, manifestando mis deseos! —exclamo —. ¡Amón, Asmodeo, Belcebú, Mammón, Leviatán, Belphegor, Lucifer!

Al terminar de nombrarlos, tomo la pequeña campana y la hago sonar seis veces, tal vez sea cuestión de la atmósfera o del momento, pero cada sonido es más agudo que el anterior, hasta que el sexto ni siquiera puedo oírlo.

Miro hacia el sur.

—Satán.

Miro al este.

—Lucifer.

Miro al norte.

—Belial.

Miro al oeste

—Leviatán

La Doctrina de los dioses: Los Herederos del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora