La Herida Del Cielo. II

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Capítulo 2: La pareja de sangre.

"En la antigüedad el amor se sellaba con un ritual de sangre, después con besos largos y apasionados, luego se utilizaron cartas con olor a perfume, y ahora es con el sexo. Es difícil saber si el mundo se ha hecho negligente, o el amor se ha vuelto falso".

Ubicación: Turín, Italia.
Fecha: 28/12/2020 – Horas del día.
Sara Craft.

Me encuentro corriendo hacia donde sabemos que está Samael, el gran conjurador demoníaco, pues Neithan, Benjamín y yo vamos a acabarlo.

Neithan corre como nunca, Benjamín flota envuelto en su brillo, pero yo tengo mis poderes vampíricos y no me tienen igual. Salto y me agarro de una ventana, para después subirme a ésta y poder llegar al techo de una casa, de donde salto hacia otra, y empiezo a correr por los tejados para avanzar más rápido. Los demonios vienen hacia mí, y me parece que ya no son los mismos que antes. Antes eran humanos sin ojos, que les salían alas y de aspecto demoníaco por su color gris; ahora son de piel roja, gris o negra, con una cara de maldad, dientes filosos y ojos enrabiados, sus alas son mejores, por lo que vuelan con mayor facilidad, y ya no son tan inquietos como antes, pues ahora queda claro que no son humanos transformados en demonios menores, sino demonios reales que vinieron del infierno mismo.

Salto hacia uno de ellos, y la criatura me atrapa en pleno vuelo, para volver a tirarme sobre el techo y caer en picada sobre mí. Con mis manos la detengo, pero es obvio que tiene más fuerza que yo, por lo que tengo que clavarle mis garras vampíricas en la cara para que se quite. Cuando logro hacerlo, corro y desgarro sus alas, para después darle una patada y tirarlo al suelo. Sigo corriendo por los tejados, hasta que veo que me acerco a mi objetivo.

Él nota mi presencia y hace un conjuro que se convierte en una bola de fuego del tamaño de una casa, y no tengo más opción que lanzarme por la ventana de una casa cercana para cubrirme. Al caer me golpeo, pero eso no me detiene, pues me arrastro hasta una esquina. La bola de fuego llega y algunas de las llamas entran a la casa, llegando a quemar las cortinas.

Veo a una familia despavorida. Los hijos temblorosos, y la madre llorando, mientras que el padre es el que está un poco más calmado mirándome con atención. Todos están arrinconados en una de las esquinas.

—Soy de los buenos —hago saber.

Me dispongo a ponerme de pie, para caminar hacia ellos y decirles que todo estará bien, pero no puedo hacerlo. Un vidrio se clavó en mi pierna por la caída, de los que cayeron cuando rompí la ventana al entrar.

La zona está empapada de sangre, y dejo ir un gemido al tocarlo. El padre viene hacia mí, y me ayuda a rasgar un poco el pantalón que tengo. El vidrio entró bastante, pero como no sé qué pueda pasar, lo mejor para mí es sacarlo y sellar la herida yo misma.

El hombre saca el vidrio con cuidado, y cuando lo hace yo me acerco y cubro la herida con mi boca. Uso mis poderes vampíricos para succionar la sangre, y dejar a la vez el coagulante sanguíneo que tanto nos caracteriza a los vampiros. Cuando retiro mi boca, la herida se encuentra sellada por la sustancia, e inmediatamente siento una energía recorriéndome, gracias a la sangre que absorbí.

El hombre se sorprende.

—Cierren puertas y ventanas, esto va a ponerse feo —les aconsejo.

Y tras eso, salto otra vez al exterior por una de las ventanas. Me sostengo del dintel de la ventana, para poder impulsarme hacia arriba, repito el proceso un par de veces hasta que vuelvo al techo. Cada vez estoy más cerca de Samael, y esta vez no va a tomarme por sorpresa de nuevo. Con el power-up que me dio mi propia sangre ahora soy más rápida, más fuerte e incluso más letal. Corro, dejando el rastro vampírico, y cuando un demonio viene hacia mí, me lanzo a rodar por el piso.

La Doctrina de los dioses: Los Herederos del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora