La Herida Del Cielo. XXXII

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Capítulo 32: El humo, el polvo y los cadáveres.

"Así como los sacrificios le dan sentido a la lucha, la esclavitud a la libertad y la muerte a la vida; así mismo las fosas comunes llenas de cadáveres, las historias militares y la tranquilidad de nuestros seres queridos son las cosas que le brindan sentido a la guerra".

Ubicación: Chicago, Illinois, EE. UU.
Fecha: 31/12/2020 – Horas nocturnas.
Jackson Blake.

El humo que sale de las llamas, llamas que incendian la ciudad de Chicago, llamas de núcleo negro salidas del infierno mismo, esas llamas que queman todo a su paso cuando el portador lo quiere pero que también pueden quemar el alma.

El polvo de los escombros y de los edificios derrumbándose por culpa de los demonios, por obra del príncipe infernal. Polvo que nubla la visión y empalidece el paisaje.

Los cadáveres y su olor, su sangre y sus rostros. Cuerpos sin vida de personas que murieron hace unos minutos, aún siguen frescos, muchos mantienen sus ojos abiertos a pesar de que el brillo los abandonó. Cuerpos de familiares y amigos, muchos murieron inocentes y otros luchando por sus vidas y las de los suyos.

He llegado tarde, no he cumplido con mi propósito como debí. Éstas personas que juré proteger, esta ciudad que juré mantener en pie. No he podido hacerlo bien.

Todos los miembros de la milicia se enfrentan fieramente a los demonios, dándoles muerte con las armas de fuego, acabándolos con cuchillos y trozos de vidrio. Pelean sin temor, pelean por sus vidas.

Taylor estalla en energía bruta atacando por sí mismo a la tercera parte de los demonios. Ataca frenéticamente y usando un control de sus poderes impecable, pero sin importar que está solo, no logran superarlo, no logran acercarse al dios del desierto, la violencia, la guerra y la sequía. Ya no es solo un oponente formidable, sino que se ha convertido en un coloso en el campo de batalla.

Victoria sigue peleando con Lucifer, la noto cansada, pero ella sigue azotándolo con su látigo y atacándolo con sus trazos de agonía. Lucifer está conociendo la desesperación gracias a ella. Nunca esperé que Victoria le diera tanta pelea, pero me sorprende y tiene lógica de ser así. Victoria es una vengadora, y mientras más grandes las maldades que hayamos hecho, peor será su forma de vengarse.

Pero yo sigo paralizado en medio del lugar, con la lanza de Cúchulainn, el héroe celta empuñada. Trato de encontrar una forma de acabar con esto de una vez sin que más vidas inocentes se pierdan, sin que más personas tengan que sufrir injustamente.

Combatir contra él ha demostrado no dar los resultados esperados. Lucifer es un oponente más que digno, es temible. Y hasta ahora lo único que he logrado es herirlo, aunque eso no significa que pueda matarlo, además de lograr superarlo en la táctica.

Pero es que los planes se desmoronan por sí solos. No podemos vencerlo peleando, tarde o temprano Victoria se cansará y Taylor o yo tendremos que relevarla y será lo mismo. Desterrarlo es imposible, ahora con Hansel muerto y con John en el hospital, no hay nadie capaz de hacerlo; aunque sin embargo nunca hubo posibilidad de eso.

En palabras de John, el arcángel con el don de la profecía, Lucifer no podía ser desterrado de este mundo, y desde el principio ese pequeño dato complicó las cosas. Benjamín obligó a Asmodeo a huir de vuelta al infierno, pero no creo que podamos lograr eso con el diablo en persona. He notado que los príncipes de la Legión se regeneran con velocidad, al igual que su cuerpo mismo no es un impedimento para ellos. Siguen siendo seres espirituales, y si destruimos el cuerpo, mostrarán otro aun peor.

Las opciones se acaban al igual que el tiempo, y cada vez se hace más complicado acabar con esta guerra. Cada minuto que pasa Lucifer se regenera más y gana más poder por las adoraciones que le dan sus súbditos. Primero la Ésbata y ahora el Sabbath. ¿Es acaso que todo el mundo le adora en secreto?

Victoria combate con él a lo lejos de mi posición actual. Ambos flotan sobre un edificio. Trazos de agonía y latigazos de dolor que impactan contra bolas de luz y ataques demoníacos. Un espectáculo magistral de colores puede verse iluminando el grisáceo cielo por su duelo.

Pero en este espectáculo, la orquesta es compuesta por los gritos por parte de los demonios y los disparos de los milicianos.

De un momento a otro, un pequeño destello de luz se puede presenciar en el cielo. Como una estrella que brilla con singularidad. Poco a poco el brillo se va expandiendo hasta que se puede ver con más claridad. El cielo se está rasgando.

Y de la herida del cielo empiezan a caer unos seres infernales muy diferentes a los demonios de bajo rango. Estos de ahora son grandes y fornidos, incluso más que yo. Visten grandes armaduras doradas bien forjadas y empuñan filosas hachas de doble filo. Los reconozco gracias a los cuernos de gacela en sus cabezas. Son los demonios del trono, la guardia real de Lucifer en persona.

Uno de ellos fue el que mató a Sara y dejó a Neithan a punto de morir, no puedo confiarme.

Uno de esos majestuosos demonios viene hacia mí gritando con decisión. Esquivo su hacha y le doy una patada a esta, quitándosela de las manos. Lo golpeo a él con las palmas abiertas haciéndolo retroceder hasta que lo derribo con una patada en el cuello. No he hecho nada más que molestarlo, pues su armadura resistió los golpes.

—Subamos de nivel entonces —afirmo tronando mis huesos.

Me lanza un tajo horizontal con su gran hacha girando como un remolino. Me lanzo en una barrida y lo derribo. Levanto a Gae Bolg y con ella atravieso al demonio en su pecho. La punta de la lanza se clava en el suelo. Pateo su hacha lejos.

—No eres tan rudo peleando con alguien de tu tamaño —le digo.

El demonio me toma por la pierna y me tira a un lado mostrándome su fuerza. Se saca a Gae Bolg y la arroja. Él se golpea el pecho demostrándome que la herida no es suficiente.

Pone una mano en mi pecho y otra en mi pierna izquierda. Hala con fuerza hasta que siento un gran dolor.

En cuestión de segundos me arranca la pierna sin problemas.

Me revuelco en el suelo por el dolor que siento, llevando mis manos hacia abajo para tratar de cubrir la hemorragia.

Mis gritos son de dolor y desesperación.

"Los que no creen en la paz son aquellos que no luchan por ella". Jackson Blake.

La Doctrina de los dioses: Los Herederos del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora