La Cruda Realidad. I

30 9 28
                                    

Capítulo 1: Entrenamiento.

"Enseñar es el arte de forjar el oro, y lograr que sus impurezas le hagan más brillante" .

Ubicación: Base de operaciones de Wasol Corp, Rantoul, Illinois, EE. UU.
Fecha: 23/03/2020 - Horas del día.
Lloyd Thompson.

—¡Si soldado quiero ser! —exclamo a gran voz.

—¡Bolas tengo que tener! —completaron los reclutas.

Los reclutas de la base están trotando alrededor de la pista de aterrizaje, por ordenes del presidente de la corporación incluí en el entrenamiento a los integrantes del equipo más reciente: seis bolsas de mierda.

El más alto de pelo rubio y el que parece a niño de revista son los que más se han incorporado hasta ahora. Van al frente en la formación mientras corren, superando por bastante a los otros inútiles que se hacen llamar reclutas. El del peinado afro y dos de las mujeres a duras penas logran mantener el ritmo. La más joven, de pelo marrón pareciera que fuera a quedar en coma luego de esto. Esta chica desde que llegó no ha hecho más que sudar y quejarse como si estuviera a punto de sufrir un infarto.

—¡Tú, la que va de último! ¡Esto no es una alfombra roja, así que muévete!

—Entrenador, por favor, deme cinco minutos para descansar —me pide entre jadeos de cansancio.

—¡No soy tu papá para darte algo! ¡Así que corre antes de que te de un tiro! —le grito — ¡Y que alguien le dispare si no obedece!

Al escucharlo comienza a correr como si su vida dependiera de ello.

Hay que ser duro para entrenarlos. "Exige excelencia u obtendrás mediocridad".

—¡Vayan a descansar malvivientes! Ensucian la pista con su asqueroso sudor. ¡Ustedes, los nuevos, vengan aquí!

Los seis se acercaron.

—El señor Di Rosseti me ordenó entrenarlos y encargarme de su capacitación, así que si me odian por el ejercicio de los últimos días tendrán que tragarse su orgullo o meterselo por donde no les llega la luz del sol.

Ninguno responde.

En especial tú pequeña, empieza a correr en la formación o te mandaré a un calabozo —le dije a la menor de todos.

—Para su información, me llamo Athena y dudo mucho que aquí hayan calabozos —me contesta. ¿Con que quieres desafiarme?

—Ordenaré que construyan uno y lo rellenen con mierda de cerdo para encerrarte —Mantuvo su mirada en mí. Tienes carácter fuerte, eso me agrada, pero aquí mando yo —. Bueno pequeñas sanguijuelas, hoy comienzan a entrenar sus Marcas divinas así que den lo mejor de sí.

Los llevo al salón de entrenamientos, un salón subterráneo construido especialmente para esa tarea cuando remodelaron la base.

—Aquí tienen paredes de concreto macizo de tres metros, hagan todo lo que quieran, no se preocupen por la estructura.

Al decir eso tomo asiento en las gradas. Estiro mi pierna izquierda para aliviar el dolor. Mi rodilla cada vez duele más, y con esta ridícula prótesis el dolor sólo crece.

He sido militar toda mi vida. Desde niño limpiando excusados, cuando joven limpiando fusiles y reparando vehículos, luego como recluta y ahora estoy aquí. Mayor General de las fuerzas especiales de Wasol, con una prótesis metálica que reemplaza a la pierna que perdí por explosivos malpreparados y una rodilla que ya no quiere servir ni para sentarme a cagar.

La Doctrina de los dioses: Los Herederos del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora