Capítulo 27: Robándole a la muerte.
"Muchos han jugado cartas con ella, han apostado, han forcejeado y hasta se han embriagado para tratar de salvar sus vidas cuando la muerte los visita en persona, pero pocos han tenido el valor de desafiarla para salvar a un ser querido".
Ubicación: Jerusalén, Israel.
Fecha: 31/12/2020 – Horas del día.
Vladimir Luniov.Nosotros nos quedamos batallando fieramente contra los jinetes infernales. Por mi parte me dispongo a pelear con el jinete de la guerra, tal cual como Charlotte me ordenó.
Nuestros mandobles chocan frenéticamente produciendo chispas. Su única ventaja es ser más alto que yo, pues en fuerza, velocidad, técnica y destreza estamos a la par. Lo nuestro se convierte más en un duelo singular que en cualquier otra cosa. Ninguno comete el error de prestarle atención a sus colegas, pues somos sabedores que el más mínimo error nos arrancaría la cabeza en el acto.
Uno tras otro. Pareciera que entrenamos toda la vida juntos, pues cuando uno hace un movimiento el otro lo bloquea sin pensárselo y da la contra perfecta.
Debo reconocerlo. Este jinete es un oponente digno.
Pero el tiempo pasa, y mi mente piensa en una sola cosa. Charlotte.
Ya ha pasado bastante. Puedo ver una tormenta de granizo a la distancia, pero no ha vuelto. Ya me está empezando a preocupar.
Junto mi energía bélica en mi puño y le doy un golpe en una pata, haciéndolo caer. Aprovecho eso para alejarme.
—Taylor, iré por ella —le aviso por el comunicador —. Tú encárgate del jinete de la guerra.
Me preocupa que algo le pase.
Es por eso que me apuro al correr para llegar hasta ella. Sigo el rastro de la nube invernal que poco a poco va desapareciendo. Algo pasa.
Cuando llego al lugar de los hechos veo a Charlotte tirada en el suelo sobre un montón de nieve ensangrentada. A su lado, el jinete de color bayo yace muerto por un ataque fulminante de escarcha.
La entidad infernal que lo acompaña parece devorarlo poco a poco, hasta que ambos desaparecen.
Charlotte, ¿pero qué te ocurrió?
Está más pálida que de costumbre, está herida y lastimada. Tiene una herida en el pecho como de una perforación y el frio del lugar empieza a congelarla.
Me tiro a su lado, comprobando que esté bien. Su pulso es muy débil. Debo actuar rápido. Me quito mi armadura de Ares parte por parte, para también quitarme la ropa y quedar en calzones. El frío viento por las condiciones del lugar me azota provocando en mí una irritación por tan baja temperatura. Rasgo mi camisa y pantalón, improvisando unas vendas para Charlotte. No voy a dejar que se desangre.
Rápidamente desabotono su camisa pudiendo verle el sostén que cubre sus pechos. Siento algo en mi interior, algo que ignoro. Le pongo las vendas alrededor de la herida del pecho y las amarro bien para que no se muevan, hago lo mismo con las heridas menores del resto del cuerpo. Hecho eso, abotono su camisa otra vez y le doy mi armadura. Automáticamente la vestimenta del dios de la guerra la cubre, sabiendo que eso significa que la perderé, pues ella ahora será su portadora, pero eso no me importa en lo absoluto. Ahora mismo mi prioridad es mantenerla con vida, cueste lo que cueste. No dejaré que alguien tan importante para mí muera.
Su cuerpo inmóvil es ceñido por la armadura, la cual se ajusta a su cuerpo.
Esa armadura le confiere una gran defensa a su portador tanto externa como interna. Aliviara sus heridas hasta que alguien pueda tratarlas. Y luego de que está lista, la levanto pasando un brazo por su espalda y otro por detrás de sus rodillas. La cargo como si fuera una princesa que estuviese dormida.
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La Doctrina de los dioses: Los Herederos del Caos
Science FictionLa doctrina de los dioses inicia en un mundo que sufre y está en decadencia. Puedes verlo cuando los frutos de los árboles pierden su sabor, cuando la sonrisa de los niños es reemplazada por el miedo de sus padres y las ganas de vivir se extinguen...