La Herida Del Cielo. XXV

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Capítulo 25: Artista del engaño.

"Admirar tanto una vida ajena procrea en uno mismo las ganas de vivirla, aun más que la propia, y así nace la envidia, del fruto de la admiracion".

Ubicación: Base de operaciones de Wasol Corp, Rantoul, Illinois, EE. UU
Fecha: 31/12/2020 – Horas del día.
Desconocido.

El plan está yendo bien, nadie sospecha nada de lo que hicimos. Primero saboteo el helicóptero del escuadrón que iba a encargarse de Asmodeo, ellos no deben ir. Luego abro un portal y voy yo mismo a enfrentarlo.

Según dijeron, su ubicación se mostró en Rio de Janeiro, Brasil. Y es allí mismo a donde iré.

Cuando cruzo el portal, aparezco en medio de la ciudad brasileña. Mi apariencia alta, fornida y mi largo cabello rubio llaman la atención, sacando el hecho de que aparezco en medio del lugar instantáneamente.

Detecto un rastro de energía infernal y lo sigo rápidamente hasta que veo de lejos el lugar hacia donde se dirige, un prostíbulo, a plena luz del día.

Entro en él, pero debo forzar la puerta con mis grandes músculos para entrar y así encontrarme con que no hay bailarinas en los tubos, ni meseras caminando por allí, ni siquiera hay clientes y mucho menos trabajadores. Todos están muertos.

Las mujeres cuelgan desde una pared al fondo, muertas, todas ellas desnudas y con marcas en su cuerpos. Arañazos, golpes y demás, también por el olor del lugar puedo deducir que fueron violadas hace no mucho. Todos los demás, los trabajadores y los pocos clientes que debieron de haber antes de su llegada también yacen muertos, pero en el suelo.

Sentado en medio del lugar, dándome la espalda se encuentra uno de los últimos supervivientes de La Legión Infernal. Asmodeo, el señor de la lujuria.

Él voltea para verme, y se sorprende grandemente al hacerlo. Se pone de pie y lo noto inquieto.

—Jackson Blake, ¡¿tú que haces aquí?! —me interroga gritándome.

—Vine a mandarte de vuelta al lugar de donde vienes, miserable.

Asmodeo da un paso atrás en medio de la oscuridad del lugar.

—¿Me tienes miedo? —le pregunto.

—Amón no pudo contigo, dicen que Azazel ni siquiera tuvo oportunidad contra ti y también sobreviviste a una pelea con Lucifer. Cualquier demonio que se aprecie a sí mismo te tendría respeto.

No eres más que un cobarde.

—¿Respeto? He notado un gran cambio en ti, Asmodeo. Cuando tenías tus tres vidas eras uno de los más osados de La Legión, luego cuando perdiste una, empezaste a actuar con más pasividad. Ahora que sólo te queda una has rechazado cualquier enfrentamiento serio. ¿Tienes miedo de morir, Asmodeo?

—Cállate, tú no sabes nada de nosotros.

Y Asmodeo crea dos íncubos para que peleen conmigo.

Al diablo con este teatro. Disparo dos cañonazos de agua que los golpean. Manipulo esa misma agua para apresarlos.

Asmodeo da otro paso para atrás, tomando más distancia.

Levanto una ola desde el agua que sale de mis manos, el demonio se cubre. Y aprovecho para moverme con el agua y tomarlo por la espalda. Le hago una llave sujetando sus dos brazos y ahorcándolo al mismo tiempo.

—Cuando peleo en serio, no hay quien se salve de mi —le digo al oído, ojalá que se lo crea —. A Azazel lo dejé irreconocible, deberías haberlo visto.

Él logra zafarse, y alejarse de mí. Está asustado.

—Hasta el mismo Lucifer reconoció que ningún otro demonio podría salir ileso de una pelea conmigo —continúo.

Mi intimidación surte efecto en él.

—¿Aún sabiendo eso quieres pelear conmigo? Me regenero de cualquier ataque, así que por más que te esfuerces no podrás hacerme daño. El mismo Lucifer me cortó la cabeza y vio segundos después cómo volvía a pegármela.

Y eso es la gota que rebosa el vaso.

—¡Cállate!

Asmodeo se lanza hacia mí lleno de ira, con temor en el fondo.

Uso la agilidad de este cuerpo para golpearlo en varias partes. Es sorprendente la fuerza con la que puedo golpearlo, y la velocidad también.

Lo tiro al suelo después de una cadena de golpes. Veo que uno de los trabajadores del prostíbulo yace muerto, pero tiene un cuchillo de carnicero en la mano. Murió tratando de defenderse. Tomo el cuchillo y con un solo movimiento, le corto una pierna a Asmodeo a la altura de la rodilla.

Él grita de dolor, volteándose para verme. Y cuando lo hace, hago que vea como le corto la otra.

Y resignándose a luchar, ahora que está en desventaja, lanza un grito de frustración.

Asmodeo me mira con temor, y sabe que conmigo no tiene oportunidad. Él se da la vuelta, quedando boca abajo y abre un portal frente a sí. Gritos, gemidos y sollozos salen del portal, al igual que un gran calor, un denso humo, un inmenso olor a azufre y cuerpos quemados. Asmodeo abre un portal al infierno mismo y con sus últimas fuerzas, se arrastra hacia él demostrando que en el fondo no es nada más que un cobarde.

Él lo ha perdido todo, al igual que cualquiera. Perdió a su amada, perdió a sus compañeros en batalla y por una rebelión en la que contribuyó, uno de sus compañeros fue castigado terriblemente. Su líder lo acusó de traición, y quien sabe qué castigo le impondría. Perdió dos vidas peleando por un ideal que él mismo ve imposible de cumplir, y como último recurso huye de vuelta al infierno cuando las cosas para él se pusieron feas.

No voy a darle más importancia a algo que no la tiene.

Recojo las piernas que le acabo de cortar y abro un portal de regreso a la organización.

Dejo las piernas cerca de las puertas de los dormitorios. No hay nadie circulando por aquí, todo pareciera haberse detenido.

Pero aunque eso haya sucedido, debo seguir con mi parte del plan. Bajo hasta el salón subterráneo de entrenamiento, esa sala de concreto reforzado casi indestructible.

Llego y me pongo a meditar a un lado del salón.

Minutos después un portal se abre y un personaje lo cruza.

—Te estaba esperando —le hago saber, dándole la bienvenida.

—Eso fue un gran error de tu parte, Jackson.

Y el principal de los infiernos llega al lugar, tal como la persona que ideó el plan lo había predicho. Con su mirada arrogante y esa armadura que en algún momento fue blanca y alojó piedras preciosas. Lucifer, el condenado, ha llegado.

"Soy el demonio de la promiscuidad, los deseos carnales y la lujuria. Mío es el deseo lascivo hacia la mujer del prójimo y las ganas desenfrenadas por poseerla. Cada vez que un hombre toma a una mujer ajena o una mujer a un hombre que no es suyo, me hago más fuerte, y yo mismo atormento a sus parejas con pensamientos suicidas. Yo copulé con mujeres humanas estando en la tierra, y muy pronto surgirán hijos humanos miembros de la realeza demoníaca, y esa será mi venganza contra aquellos que me hicieron volver al infierno". Asmodeo, El perverso.

La Doctrina de los dioses: Los Herederos del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora