La Herida Del Cielo. XVIII

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Capítulo 18: El espejo empañado.

"El reflejo en el agua turbia permite apreciar el lado oscuro de nuestra historia, lo roto de nuestras emociones y lo horrendo de nuestros demonios".

Ubicación: Roma, Italia.
Fecha: 28/12/2020 – Horas nocturnas.
Jackson Blake.

Abro mis ojos nuevamente con gran pesadez, la luz de una bombilla me irrita la vista cegándome momentáneamente.

Cuando retomo la visión veo el techo de la habitación. Es alto y hecho de madera.

Por inercia levanto mi torso y mujeres parecen gritar.

Veo que se asustan al verme despertar, y por las toallas húmedas que reposan sobre la parte superior de mi cuerpo, que está desnuda, las cuales también ellas sostienen en sus manos, sobreentiendo que me estaban cuidando.

Trato de hablar y decirles que no se preocupen, pero mi voz no sale. Una de ellas lo nota y me trae un vaso con agua.

En cuestión de segundos lo tomo y observo la pureza del agua. Cuando lo llevo hacia mi boca e inclino el vaso, huelo su contenido, comprobando así que no debo preocuparme.

El líquido cae acariciando mi reseca garganta.

—¿Dónde estoy? —es lo primero que pregunto.

El olor a limpio, lo aséptico del lugar, sus uniformes y los utensilios que hay, ésto parece una habitación médica. No de un hospital, no tendría los techos y las ventanas así.

—Venga, acompáñeme —me dice la mayor entre ellas.

—Hace unos segundos estaban cuidándome por el pésimo estado en el que seguramente me encontraron, ¿y ahora me pide que me levante y camine? ¿Qué clase de cuidadora es usted? —le refuto. En ocasiones como ésta no puedo simplemente levantarme y mostrar mis habilidades, ignorando las grandes heridas de mi cuerpo.

Al decir una oración tan larga como esa, un fuerte dolor de cabeza se hace presente en mí.

—¿Cree que lo hicimos por obra propia? Nuestro jefe lo trajo con nosotras y nos avisó sobre quien es, y usted menos que nadie necesita que lo atiendan de esta forma. Active su Marca y regenérese como tanto lo hace, señor Blake.

La miro por unos segundos. Ella no quita su mirada de mí. Para no alargar el debate, hago lo que dice.

El dolor de cabeza se incrementa al momento de activar la Marca de Aquiles, al igual que todas mis heridas corporales, consecuencias de la batalla con Lucifer. Todas las mujeres presentes observan maravilladas cómo sucede, y a la velocidad con la que sano.

Cuando estoy listo, me levanto y todas las toallas caen al suelo. Sólo traigo puestos unos pantalones negros rasgados por la batalla.

Salgo de la habitación siguiéndola, y ella me lleva hasta otra habitación, una de suministros.

Me ordena vestirme y luego me busca la ropa adecuada, sale tras eso.

Cuando estoy vestido y presentable nuevamente, salgo otra vez.

—El traje te sienta —me dice, con cierta ironía.

Zapatos y pantalones de vestir totalmente negros, una camisa de mangas blanca impoluta, con gemelos en los puños de la misma. El cuello de la camisa, la forma del pantalón y los zapatos sólo indican una cosa. Parezco un ministro de una iglesia cristiana.

Ella me guía por todo el lugar, sin mediar palabra alguna, hasta que llegamos a una puerta bastante grande que supongo es la principal. Los sonidos de una multitud me avisan sobre el exterior.

La Doctrina de los dioses: Los Herederos del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora