Negro

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Jade

Me estoy poniendo muy nerviosa. Llevo veinte minutos esperando ver salir mi maleta por la cinta de equipajes facturados, pero no aparece. Todos los pasajeros se han ido hace un buen rato, y solo quedo yo. La cinta da vueltas y vueltas, transportando únicamente una bolsa de plástico vacía. ¿Dónde narices está mi maleta? Vaya forma de empezar el viaje.

–¿Puedo ayudarla, señorita?—un chico de limpieza que llevaba un rato mirándome se me acerca. Entre sus dos manos sostiene una escoba y lleva una absurda gorra con el logo de su empresa.

–Mi maleta no aparece—contesto cruzándome de brazos. <Pareces tu madre, Jade, por Dios>.

–Debería ir a reclamación.

–Oye, solo quiero mi maleta. He venido de intercambio y no me apetece ponerme a hacer papeleos y...

–¿Jade Bristow?

Un hombre vestido con esmóquin y gafas de sol se nos acerca. Debe de sacarme por lo menos dos cabezas y está increíblemente fuerte, parece un guardaespaldas de película. Me quedo unos instantes callada, esperando a que diga algo más.

–¿Qué?—le digo después de un rato.

–Acompáñeme, por favor.

Miro al chico de limpieza porque no sé si fiarme de este hombre trajeado. Por algún extraño motivo, me siento mejor teniendo al chico-escoba aquí al lado. Él se encoge de hombros, como si no se atreviera a decir nada. Reprimo una sonrisa, me parece adorable que se sienta intimidado por este hombre cuando él es igual de alto. Me despido del chico y sigo al trajeado. No dice una palabra, se limita a asegurarse de que lo esté siguiendo.

–Perdona, ¿quién eres?—le pregunto cuando estamos cerca de la salida.

–He venido a recogerla, la llevaré con la familia Harford—dice sin mirarme siquiera.

–Pero no tengo mi maleta—replico—, debería ir a reclamación y...

–Estoy seguro de que el señor Harford se encargará de eso—me explica, interrumpiéndome.

Salimos del aeropuerto y por fin respiro el dulce aire de Los Ángeles. El cielo es claro y la temperatura cálida, tal y como me lo imaginaba siempre que soñaba con este momento. El Sr. Traje se acerca a un coche escandalosamente caro y me abre la puerta de atrás. Frunzo el ceño sin entender nada.

–¿Vas a llevarme en este coche?

El hombre también frunce el ceño, como si no entendiera mi sorpresa después de ver el vehículo. Es un Maserati gris mate de cristales tintados y llantas brillantes. Nunca había visto un coche como este, seguramente cueste todo el dinero que tiene mi madre. <Y más, querida>. Ya me ha parecido extraño que me recogiera el Sr. Traje en lugar de algún miembro de la familia Harford, pero este coche supera todas mis expectativas.

–Sí, pero si no le gusta puedo pedir que lo cambien.

–¿Qué? ¿Por qué no iba a gustarme? Es increíble.

Me meto dentro sin darle más vueltas. El interior es tan lujoso como el exterior: asientos de cuero negro, mesillas plegables y una pequeña nevera. Madre mía, ¡y huele a limón fresco! No me esperaba esto para nada. ¿Acaso mi madre me dijo que iba a estar con una familia de ricos? Ahora me arrepiento de no haberle dedicado un poco más de atención. Me pongo el cinturón mientras el Sr. Traje pone en marcha el coche.

–¿Quiere que ponga música?—pregunta mirándome por el retrovisor.

–Claro. Pon lo que te apetezca.

Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora