Jade
–¿En la tuya o en la mía?
La respiración de Derek acaricia mi clavícula y mis hormonas se vuelven completamente locas. Hemos tenido que aguantarnos las ganas durante todo el trayecto, y cuando por fin hemos llegado a casa nos hemos besado como quien necesita agua en el desierto. A base de caricias subidas de tono, mordiscos, risas nerviosas —sobre todo por mi parte— y demás hemos conseguido subir las escaleras, y ahora nos encontramos frente a las puertas de nuestras habitaciones. Mi corazón va a cien y ya me tiemblan las piernas. Pocas veces había estado tan cachonda.
–En la mía—jadeo buscando su mirada. Él asiente, aturdido, y yo le llevo a mi dormitorio.
Apenas he cerrado la puerta cuando me coge de la cintura y me emportra contra la pared. Sus besos son apresurados, por lo que no tarda en descender por mi cuello para dejar un rastro de chupetones y marcas. Acaricia con suavidad mi cadera aún cubierta por el vestido, pero no tarda en meter la mano bajo la tela y empezar a juguetear con mis bragas —por cierto, las de lencería—.
Yo le paso los brazos por la nuca y más tarde le quito la chaqueta de traje. Sus músculos rellenan a la perfección la camisa blanca, y junto a su pelo despeinado y sus labios hinchados le da un aspecto tan sexy... tan salvaje... La mirada de deseo y lujuria que me lanza no hace otra cosa que echar leña al fuego que crece en mi interior. Me siento guapa, atractiva, segura y preparada para pasar a la acción. Me pregunto si Derek ha pensado en lo que puede pasar esta noche. Por una parte, espero que sí, pero por otra no; no quiero que se haga expectativas al respecto.
Respiro hondo, y tras ver cómo se moja los labios al mirarme el pecho, me lanzo a besarlo apasionadamente. No tardo en entrelazar mi lengua con la suya y acariciar su labio inferior. Le agarro del pelo, entremeto mis dedos por él para despeinarlo más —si es que eso es posible—. Poco a poco, Derek lleva sus manos a la cremallera de mi vestido para bajarla tan lenta y sensualmente que empiezo a flaquear. No sé si aguantaré mucho más de pie. En cuanto la baja del todo, se separa y deja caer la tela hasta mis pies. Se me queda mirando un buen rato. Primero, mis piernas, y después, mis caderas adornadas con el tanga negro de encaje. No se corta al mirarme las tetas, al completo descubierto. No paso desapercibido el vistazo que le echa a mi —su— collar. Obviamente, lo sigo llevando; y con más razón esta noche.
–Joder..., eres una obra de arte—murmura mordiéndose el labio—. Estás buenísima.
Vuelve a acercarse y une nuestros labios de nuevo, esta vez con menos prisas. No corre en abrir la boca ni en meter su lengua. Noto el prominente bulto que se le ha formado en la entrepierna a la altura de mi ombligo. Sonrío, y no dudo en llevar mis manos a la zona. Palpo, toco y acaricio mientras Derek suelta palabrotas y gruñidos. Finalmente le desabrocho el cinturón y cuelo mis dedos por dentro.
–Joder..., Jade...—gime. Yo me dedico a besarle la zona debajo de la oreja.
–¿Sí...?—ronroneo. Él maldice.
–Se acabó. Ven aquí—me ordena, y a continuación me agarra para tumbarme en la cama.
Me coloco debajo y él se inclina sobre mi cuerpo. Me quedo mirando sus músculos, y su delicioso pelo alborotado, y su rostro asalvajado... ¡Dios!, está más guapo que nunca. Decido arrancarle la camisa de una vez por todas y deshacerme de ella. La tiro al suelo de cualquier manera. Resigo la forma de sus pectorales y sus hombros mientras él juguetea con mis tetas. Más tarde, se inclina para seguir besándome el cuello. Siento su aliento caliente y alterado en mi piel, lo que hace que se me erice todo el vello. Cada vez desciende más y más, hasta que se topa con una de mis tetas y se detiene a prestarle toda su atención. El fuego de mi estómago arde más que nunca, y mi cuerpo pide a gritos que lo toque, que lo roce, que lo haga sentir tan bien como solo él sabe... Para que atenda mi zona favorita le toco el pelo y arqueo la espalda. Él se ríe.
ESTÁS LEYENDO
Blanco y Negro
Romance"He tenido la maldita suerte de ganar el sorteo para hacer un intercambio con un instituto privado de Estados Unidos. A pesar de mis constantes quejas, mi madre me ha obligado a irme a vivir allí un curso entero. ¡Un curso entero! Ocho largos meses...