Jade
Estos días han sido, sin duda, los más duros desde que llegué a Estados Unidos. Estar sin Derek es una tortura, y aún más cuando todo me recuerda a él. Joder, ¡que vivo en su puñetera casa! No ha transcurrido una sola hora sin que pensase en mi novio. Lo he echado tanto de menos...
Para intentar distraerme —cabe mencionar que ha sido en vano— he ido quedando con la poca gente que conozco y que puedo considerar amiga de Los Ángeles. De hecho, he visto a Emma casi a diario, y es tan buena amiga que ha conseguido desviar mi atención de los mensajes de Derek a las tonterías que decía y que me han hecho reír hasta que me doliese la barriga. También he quedado con Rich; hacía mucho tiempo que no nos veíamos y hemos podido ponernos al día. Al principio estuve algo incómoda con él, pero a medida que pasaba el tiempo me fui calmando y su intento de besarme quedó reducido a una simple anécdota de la que llegamos a bromear. Como Victor, Derek y Charlie estaban fuera de la ciudad, hemos sido las chicas las que nos hemos quedado al mando de la mansión, y debo admitir que me ha encantado estar con ellas, especialmente con Alice; he forjado una bonita amistad con ella.
En el instituto no me ha ido tan bien. He tenido que ir en autobús cada día porque no he vuelto a tocar un coche desde el accidente, y eso me ha hecho llegar tarde varios días. Además, los ricachones del Saint Anne son muy antipáticos y en lugar de hablar conmigo se han dedicado a lanzarme miradas de asco o a ignorarme olímpicamente. La única persona que se ha digando a hacerme compañía ha sido una tal Ingrid Mann, quien se ha convertido en mi primera y única amiga del instituto. No le importa que yo sea cien veces más pobre que ella, y su peculiar sentido del humor ha sido la terapia perfecta para dejar de pensar en Derek por un rato.
Y hoy es viernes 6 de diciembre. O sea, que vuelve Derek. Y estoy bastante nerviosa, por decirlo de una manera sutil. Me muero de ganas de verlo, de abrazarlo y de besarlo; cinco días es mucho tiempo para una relación tan intensa como la nuestra. Según me dijo Alice ayer, debería aparecer por la puerta de la mansión a las ocho; es decir, dentro diez minutos. ¡Diez minutos! Jesús, estoy que me muero por verlo.
Como quiero causar buena impresión, he decidido arreglarme para esta noche, quiero recibir a Derek vestida como una modelo y no en sudadera y chándal. Así pues, paso mis piernas por la mini-falda negra que Emma acabó regalándome. Después de que me la dejase para ir al club, me dijo que me la debía quedar porque estaba increíble con ella. Básicamente me la puso en el bolso sin que yo me diera cuenta, y, bueno, ahora es mía. Llevo el pelo plachado y la cara maquillada —todo gracias a Ally— y un top de manga larga que se ciñe a mi cuerpo como una segunda piel. La verdad es que estoy despampanante, para qué lo voy a negar. A Derek se le va a caer la baba cuando me vea.
Bajo las escaleras camino al comedor, donde Alice me espera sentada en la mesa. Reconozco el trozo de tarta que tiene frente a ella: es la que cocinamos el otro día todas las chicas para distraernos un poco. Fue divertidísimo. A pesar de dejar la cocina hecha un asco, Ally, Jessica, Alice y yo cocinamos una tarta de manzana deliciosa.
–Vaya..., sí que te has puesto guapa, ¿eh?—me piropea Alice, y yo sonrío.
–No sabes las ganas que tengo de ver a Derek—suspiro dejándome caer en la silla que hay frente a ella.
–Me lo puedo imaginar—contesta dulcemente—. ¿Quieres un poco?—me ofrece tarta.
–No, gracias—ayer me puse hasta las cejas.
–¿Es tuyo ese collar?
Me sorprende que haya tardado tanto en darse cuenta. Leo su expresión, y noto lo mucho que le sorprende que tenga una joya como esta. Eso no hace más que recordarme que, por muy bien que me lleve con Alice, ella siempre tendrá en cuenta nuestras diferencias sociales y que no me quiere como pareja de Derek. Aún así, le cuento que fue su hijo quien se gastó un dineral en el collar. Hace como que se alegra, pero en el fondo sé que no le gusta que nuestra relación vaya tan en serio.
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Blanco y Negro
Romance"He tenido la maldita suerte de ganar el sorteo para hacer un intercambio con un instituto privado de Estados Unidos. A pesar de mis constantes quejas, mi madre me ha obligado a irme a vivir allí un curso entero. ¡Un curso entero! Ocho largos meses...