Derek
El ruido de las olas romper me despierta; tardo un rato en darme cuenta de que estoy en Malibú. Lo primero que hago es alcanzar el teléfono para ver si tengo algún mensaje de Kim. Nada. El chat sigue vacío. ¿Y si se le ha olvidado? ¿Le mando un mensaje recordándole que hable con su hermano? Bah, esperaré hasta mañana. Me levanto, me pongo la primera camiseta que veo y salgo de mi habitación.
Ayer por la noche cenamos los cuatro juntos, y me sorprendió que comiéramos tan a gusto. Mi madre y Jade se llevan de lujo, y se lo pasaron en grande intercambiando historias familiares. Mi madre no se cortó un pelo cuando explicó anécdotas de cuando yo era pequeño y hacía que todos se rieran. A mí no me hacía ninguna gracia que me pusiera en ridículo, la verdad. Aún así, me lo tomé de la mejor forma posible y no solté ninguna bordez. Cuando me acabé la comida, decidí subir a mi cuarto y dejarlos solos.
Llego a la cocina y me encuentro a mis padres desayunando. Mi padre, leyendo un periódico; mi madre, con la vista fija en su tableta elctrónica. Qué matrimonio más feliz. Toso para que se den cuenta de que ya estoy despierto.
–Buenos días, precio...
–Mamá—la interrumpo—, deja de llamarme así, ¿vale? Derek. Me llamo Derek.
–Y yo me llamo Alice y te llamaré como me dé la gana—repone—. No sabía que tuvieras tan mal despertar, hijo.
Pongo los ojos en blanco y me acerco a la cafetera. Mi padre ni siquiera ha levantado la vista del periódico, cómo no. Saco unas tostadas de la estantería y me las sirvo mientras se prepara mi café. Miro por la puerta acristalada que lleva a nuestra playa privada, el mar está algo revuelto hoy. Veo una cabellera rubia entre las olas y entorno los ojos. ¿Esa es Jade? ¿Desde cuándo se levanta tan pronto?
–Es muy maja, ¿verdad?—la voz de mi madre capta mi atención. Me giro.
–Sí..., bastante—musito sacando una taza de la estantería.
–¿Te cae bien?—insiste.
–Sí.
Doy por finalizada la charla y me sirvo el café. Me siento con ellos. Mi padre, en lugar de quedarse calladito como estaba, decide cabrearme:
–No le mientas a tu madre, Derek. Esa chica no te cae bien.
–¿Y tú qué sabes?—salto—. No hables como si estuvieras pendiente de mí, papá. No tienes ni idea de lo que pienso sobre Jade.
–¡Derek! No le hables así a tu padre.
–¡Pero es verdad! No sé cómo se atreve a decir que Jade no me cae bien si ni siquiera habla conmigo.
Mi cuerpo me ordena que vaya y le dé dos puñetazos al imbécil que tengo como padre, pero me contengo. Me quedo en el sitio, comiéndome la tostada con una tranquilidad totalmente falsa. Los ojos de mi padre me analizan un buen rato hasta que dice:
–Solo quería que no le mintieras a tu madre, no hace falta que te enfades tanto.
Sigo comiéndome la tostada como si no le hubiera oído, pero lo cierto es que la sangre me está hirviendo. No sabía que tuviera tanto autocontrol. Cae el silencio y poco a poco la tensión se esfuma. No tardo en acabarme la comida, no quiero seguir ahí. Me levanto, dejo el plato en el lavavajillas y justo antes de salir de la cocina, mi madre me llama.
–Derek.
–¿Hm?—me giro.
–Tu padre y yo comeremos en casa de los Glouberman, es posible que pasemos la tarde allí. Te quedarás con Jade, ¿de acuerdo?
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Blanco y Negro
Romance"He tenido la maldita suerte de ganar el sorteo para hacer un intercambio con un instituto privado de Estados Unidos. A pesar de mis constantes quejas, mi madre me ha obligado a irme a vivir allí un curso entero. ¡Un curso entero! Ocho largos meses...