Amaranto

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Derek

Hoy es el día de después de Acción de Gracias. Las clases se me han hecho pesadas y largas, menos mal que es viernes y tengo todo el fin de semana por delante hasta volver al instituto. Ha sido un día agotador pero al menos no ha habido problemas con Jade. No ha vuelto a mencionar nada sobre no encajar en mi familia, pero en cierta manera sigo preocupado. Que Jade no hable sobre una cosa no significa que le siga dando vueltas en su cabeza. Lo mismo podría aplicarse al tema de su padre; no ha vuelto a decir una palabra sobre ello pero no creo que lo haya olvidado. Además, llevando todo el día consigo ese dichoso collar... ¡Oh, cómo lo odio! No veo el momento que se lo quite, y cuando la miro no puedo pasarlo desapercibido; ahora que sé la historia, no hago otra cosa que mirarlo.

Justo cuando se me ocurre una brillante idea para hacerle entender que debe tirar el collar, mi chica invade mi campo de visión y no soy capaz de quitarle los ojos de encima.

Jade baja las escaleras de la salida del instituto. El viento le mece algunos mechones del pelo y mi jersey le cubre gran parte de los muslos. Ahora tiene la manía de coger mi ropa sin siquiera preguntármelo, pero no me voy a quejar; me encanta que lo haga. Lleva unas cuantas libretas pegadas a su cuerpo a pesar de cargar con una enorme mochila donde podría guardarlas, y no puedo evitar reírme.

Sus pies se dirigen a mi coche <bueno, nuestro coche> mientras me lanza una mirada que no hace otra cosa que aumentar mis ganas de llegar a casa. Me saluda con un cariñoso beso en los labios.

–Hola—sonríe.

Le devuelvo el gesto y le abro la puerta de copiloto como el caballero que soy. Pone los ojos en blanco y, a regañadientes, se mete dentro. Yo suelto una carcajada y me coloco en el asiento de conductor. Lo primero que hago al sentarme es encender la calefacción; hace bastante frío y ninguno de los dos va con ropa de invierno.

Salgo del recinto del instituto dejando atrás un montón de gente que no deja de hablar y cotillear sobre la fiesta que se celebra hoy en casa de los Roth. Obviamente, Jade y yo no estamos invitados —aunque tampoco iríamos si lo estuviésemos—, pero mejor así. De hecho, creo que Jade anoche me dijo algo de que había quedado con Emma, pero no estoy seguro, entre que estaba medio dormido y no podía parar de mirar lo guapa que estaba, no me enteré mucho.

–¿Has quedado con Emma?—inquiero pasados unos minutos.

–Sí, te lo dije ayer—me recuerda—. Tendré que ir en coche.

–Espera, ¿qué?—joder, no esperaba oír eso. ¿Se puede saber por qué Emma no la viene a buscar?

–Ya te lo dije ayer—repite con cansancio—; tendré que coger el coche para ir al centro comercial donde hemos quedado. No me apetece volver a moverme en autobús por esta ciudad. Además, tenemos un trato.

–Ya lo sé—repongo—, es solo que me preocupan los otros conductores..., nunca sabes con quién te vas a encontrar en la carretera.

Jade esboza una tímida sonrisa y mira al frente. Sé que es demasiado orgullosa para admtir que le gusta que me preocupe tanto por ella, me conformo con saberlo sin que me lo diga. Intento disimular una risita y me concentro en la autopista.

Pasamos unos minutos en silencio, pero no es para nada incómodo. Supongo que a nosotros no nos hace falta hablar para llenar un vacío, con estar uno al lado del otro basta. Jade empieza a tararear la canción que suena en la radio, y sonrío. Es un sonido genial, me pregunto qué cantante será para que le guste tanto. Decido subir un poco el volumen; ella me dedica una sonrisa.

–¿Crees que debería cortarme el pelo?—pregunta como si tal cosa.

–¿Qué?—no voy a negar que me ha sorprendido—. No. Tu pelo está genial así.

Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora