Amarillo ocre

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Jade

Nunca había necesitado tanto un café como esta mañana. Al parecer anoche estaba más ebria de lo que pensaba, y menudo ridículo hice delante de Alice. Menos mal que Derek me obligó a irme a la cama pronto, a saber qué tonterías hubiese soltado por la boca si me hubiera quedado. Aún habiéndome salvado de ese mal trago, sigo enfadada con él y no pienso ceder. Mi opinión respecto al tema de Emma y Will sigue siendo la misma, y por la forma de ser de Derek, no creo que la suya cambie.

Le doy un generoso sorbo al café y cuando despego la taza de mis labios, Alice entra en la cocina vestida con su pijama de seda y con su tableta electrónica bajo el brazo. Ay, Dios.

–Alice..., tengo que pedirte disculpas—me apresuro a decir, y dejo la taza en la encimera—. No debería haber llegado como llegué anoche. Lo siento—bajo la mirada, pero inmediatamente la alzo cuando oigo que se echa a reír.

–Jade, bonita, no te preocupes. Todos hemos sido jóvenes—me sonríe y yo intento hacer lo mismo, pero seguramente me sale una mueca—. Si una noche llegas con unas copas de más a casa, no pasa nada. Siempre y cuando no se convierta en algo regular, claro—me advierte.

–¡Por supuesto que no! No volverá a ocurrir, de verdad.

–Bien—me mira con esa intensidad propia de los Harford y yo me estremezco—. No quiero meterme, pero deberías preocuparte más por arreglar las cosas con Derek. Sé que no estáis en vuestro mejor momento, y a ambos se os ve un poco alterados—comenta desinteresadamente sirviéndose un vaso de agua.

–Tuvimos una discusión—me limito a decir.

–No hace falta que me lo expliques, bonita—me tranquiliza. Menos mal: lo último que quiero es explicarle nuestros altibajos—. Pero como madre, me gusta ver a mi hijo feliz, y ayer no lo estaba.

Vuelvo a llevarme la taza de café a los labios porque no sé qué contestar a eso. Básicamente me está diciendo que hable con él y que lo solucionemos como adultos que somos; pero eso no va a pasar. Al menos, no por mi parte. Sí, suena infantil, pero es que mi orgullo es algo inderrocable. Creo que debería trabajarlo.

Cuando me he acabado el café, dejo la taza en el lavavajillas y hago ademán de salir de la cocina, pero la puerta se abre y entra Derek recién duchado y con el uniforme puesto. Joder..., qué bueno está. Me mira de arriba abajo pero no dice nada y se cuela en la cocina. Yo miro a Alice, quien me hace un gesto para que hable con él.

–Voy a ver si puedo convencer al jardinero de que arranque esas malas hierbas de la entrada, ¡son horrorosas!—se excusa y sale de la estancia mirándonos de reojo. Bufo.

No tengo intención de hablar ni de solucionar nada. Me sabe mal por Alice; de veras quiere que estemos bein y ver feliz a su hijo, pero mi orgullo puede con todo. Así pues, decido hacer como si Derek no estuviera.

–¿A dónde te crees que vas?—su voz me detiene. Me faltaban unos pocos centímetros para salir de la cocina.

–Al instituto—respondo con frialdad.

–¿Tú sola?—me lo imagino arqueando una ceja.

–Voy en autobús.

–Eso ni de coña—y con esas palabras por fin me giro para mirarlo. Me cruzo de brazos y entorno los ojos.

–¿"Ni de coña"? Derek, voy a ir al instituto como a mí me dé la gana. Tú no eres nadie para decirme cómo voy a ir—protesto.

–No..., no es... Joder, Jade, solo quiero tener un rato para hablar contigo—bufa. Creo que le estoy sacando de sus casillas, pero no podría importarme menos.

Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora