Derek
–¿Adónde vas?
–A dar una vuelta por ahí.
Desaparece dando un portazo y dejándome completamente a cuadros. ¿Que se va a dar una vuelta? ¿Por ahí? Vamos, si no hace ni dos días que está aquí, ¿cómo es posible que se vaya como si tuviera amigos y hubiera quedado con ellos? Pongo los ojos en blanco aunque esté completamente solo. Necesito distraerme un poco, y me veo tentado a encerrarme en mi habitación a leer la maravilla que me dejó ayer Jade. Es un libro genial, no entiendo cómo una chica como ella puede tener un gusto como ese. Finalmente decido llamar a Joshua, antes me ha dejado una llamada perdida y no se la he devuelto. Espero pacientemente hasta que oigo su estridente voz al otro lado de la línea:
–¿Qué pasa, perdedor?—vuelvo a poner los ojos en blanco. Está aún más insoportable desde que su cartera ha crecido significativamente.
–Hola, Joshua—mascullo.
–Henry me ha dicho que ya ha salido del hospital. Deberías ir a verlo.
Me paso la mano libre por el pelo y suspiro. Lo último que me apetece ahora es ir hasta Inglewood a ver cómo está el corredor que me hizo perder cien mil dólares. Sé que no puedo ser tan cruel con alguien que se ha roto el brazo por mi culpa, pero no puedo evitarlo. Aún estoy sopesando si el cúbito de Henry vale cien mil dólares cuando Joshua me saca de mis pensamientos:
–Si quieres, te acompaño. No tengo nada mejor que hacer—me anima un poco.
–De acuerdo, ahora te paso a buscar—bufo, y agarro las llaves de mi Ferrari—, pero prométeme que no me restregarás por la cara que he perdido—oigo su risita de creído.
–Está bien, Derek, vale. Tampoco quiero cabrearte.
–Más te vale.
Cuelgo para no volver a escuchar su estúpida risita y salgo de mi casa para montarme en un coche que trato como si fuera mi hijo. Es un precioso Ferrari Enzo rojo edición limitada y con el interior personalizado. A pesar de que mi favorito es el Porsche, no puedo permitirme dejar de lado a esta maravilla de la Tierra, básicamente porque me costó más que todos mis órganos juntos. Lo pongo en marcha y salgo del recinto de mi casa, camino a la Mansión Roth. Paso de decirle que me voy a mi padre, está tan poco pendiente de mí que probablemente ni se dé cuenta de que me he marchado. Esquivo a los grupos de turistas curiosos que miran mi coche con intención de descubrir mi identidad, como si esperaran encontrarse a Justin Bieber o Katy Perry. De todas formas me pongo las gafas de sol. Un par de calles más abajo se encuentra la casa de Joshua. No es tan grande como la mía ni de lejos, pero si la viera alguien como Jade sé que se le caería la baba nada más posar sus ojos en ella. El matrimonio Roth son importantes empresarios que están encima de la pirámide de sus negocios, así que es normal que vivan en el más profundo Beverly Hills.
Aparco el Ferrari frente a la puerta principal y subo las escaleras para llamar al timbre. Me intento peinar un poco el pelo, pero es algo indomable y no hay nada que hacer. Después de unos segundos, me abren la puerta y... oh, no. Kim. Kimberly Roth. Tenía que abrirme ella.
–Vaya..., señor Harford, no esperaba verlo por aquí—bromea, y sale al porche acercándose peligrosamente a mí.
–He quedado con Joshua—repongo. Echo un vistazo a dentro por si viene su hermanastro y nos ve tan cerca el uno del otro. Nada, no veo a nadie—. ¿Podrías avisarlo de que ya he llegado?
Kim pone los ojos en blanco y se queda donde está. Estoy hecho un manojo de nervios, como venga Joshua y nos vea juntos sin matarnos se va asustar. Cuando conocí a la familia Roth y por tanto a la hermanastra de mi mejor amigo, empezamos una profunda rivalidad y una relación de puro odio. Yo le tomaba el pelo, le gastaba bromas pesadas y ella me las devolvía todas y cada una; pero este verano en una fiesta en la que acabé tremendamente borracho, nos enrollamos, y desde entonces tenemos una extraña relación que consiste en liarnos cada vez que nos vemos. El gran problema es que Joshua no lo sabe y sigue pensando que nos odiamos. Claro que todo sería más fácil si se lo contáramos, pero sabiendo lo protector que es con su hermanastra, yo prefiero dejarlo así para que no me estrangule.
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Blanco y Negro
Romance"He tenido la maldita suerte de ganar el sorteo para hacer un intercambio con un instituto privado de Estados Unidos. A pesar de mis constantes quejas, mi madre me ha obligado a irme a vivir allí un curso entero. ¡Un curso entero! Ocho largos meses...