Jade
El tiempo con Derek pasa volando. A diferencia de las tres semanas que estuvimos sin hablar y que se me hicieron eternas, finales de ocubre se presenta sin previo aviso. Durante todo este tiempo no hemos discutido ni una sola vez, hemos disfrutado mucho el uno del otro —en todos los sentidos de la palabra— y me veo obligada a decir que cada vez me gusta más. Derek es como una droga; a medida que pasa el tiempo necesito un poco más de él, un poco más de esa sustancia peligrosa que me engancha con locura.
El sonido del agua cede y tan solo unos segundos más tarde, Derek sale del baño. Se ha tirado el pelo mojado para atrás y solo le cubre una toalla atada a la cintura. Varias gotas le decoran sus fuertes músculos..., ñam. Si es que cada día está más bueno.
–¿Sigues aquí?—se ríe.
–¿Algún problema? Me apetecía verte salir de la ducha—me excuso. Él vuelve a reírse y niega con la cabeza.
Me levanto del colchón y me acerco. Derek permanece impasible, se cruza de brazos y me mira con una sonrisita. Yo le aguanto la mirada y doy un paso más, hasta que nuestras narices por poco no se rozan.
–No voy a dejarme distraer, Jade. No quiero llegar tarde—dice con autoridad.
–¿Y quieres que yo me quede con las ganas después de verte así de sexy?
–Sí.
Me río aunque me no me hace mucha gracia tener que quedarme sola. Derek ha quedado con su amigo Will y tendré que pasar la tarde totalmente sola. Supongo que estaré en mi dormitorio, leyendo en la cama e incluso a lo mejor me dejo seducir por Morfeo, quién sabe. Vuelvo a recorrer el cuerpo de Derek con la mirada y trato de memorizarlo, está increíble.
–Tengo que vestirme, Jade—replica.
–Adelante—le animo, pero no me muevo ni un centímetro. Él suelta una risita adorable—. Déjame ayudarte a escoger la ropa—digo encaminándome hacia su vestidor. Oigo que suspira con paciencia.
–Está bien..., pero júrame que luego me dejarás vestirme y no me distraerás.
–Te lo juro—le digo poniendo los ojos en blanco.
Revuelvo un poco su vestidor. Encuentro jerseys, chaquetas, esmóquins, alguna que otra sudadera y... ah, ahí están. Las camisas. Le quedan tan maravillosamente bien... Durante unos segundos me debato entre escoger una blanca o una negra, y finalmente escojo la más oscura; sé que se ponga lo que se ponga, va a estar increíble. La dejo colgando de la puerta y empiezo a rebuscar entre los pantalones. Me cuesta bastante menos decidirme; unos tejanos negros algo ajustados le quedarán genial con la camisa. En cuanto a los zapatos, cojo directamente mis favoritos: unas deportivas blancas que darán un toque más casual. Madre mía, parezco una estilista. Cuando encuentro la ropa interior, elijo unos bóxer negros de Calvin Klein y unos simples calcetines blancos. Salgo del vestidor con toda la ropa en mis brazos y se la dejo encima de la cama.
–No sabes bien lo guapo que vas a estar.
–Yo siempre estoy guapo—repone. Me fastidia que tenga razón y que yo no pueda debatírselo.
–¿Vendrás a tiempo?—cambio de tema y me siento a su lado.
–Sí..., lo intentaré.
–Por favor, no llegues tarde. No me apetece pasar una hora en el mejor restaurante de Los Ángeles con tus padres—él se ríe un poco tras mis palabras.
–Vale, vale. Vendré a tiempo, no te preocupes—me promete con una sonrisa. Trato de creerme lo que dice, tengo que confiar en él.
Me sonríe una vez más y me inclino para besarlo. Ya sé que me ha dicho que no lo distraiga, pero un beso no le hará daño a nadie, ¿no? Me sigue un poco el beso, pero lo justo. Pronto se separa dejándome borracha de su esencia, aún noto el cosquilleo que me produce el contacto de sus labios.
–Tengo que prepararme—repone, y yo pongo los ojos en blanco.
Me siento avergonzada. ¿Por qué no quiere besarme? Yo me muero por sus huesos, por besarlo todo el día y por estar a su lado, y él acaba de rechazarme como si fuera una más. Yo no soy una más, ¿verdad? No. Derek me ha dejado claro muchas veces que soy especial para él. Por mucho que intente autoconvencerme, me sigue doliendo que acabe de rechazarme.
–Pues vale—suspiro, y me acerco a la puerta. Oigo que me sigue.
–Jade...—me agarra de la muñeca—. No te enfades, sabes que no me gusta llegar tarde, y menos si he quedado con un amigo.
–Pues parecía que no quisieras besarme—entierro los ojos en cualquier sitio menos en su mirada.
–Eso no es verdad—dice soltando una risa irónica—. ¿Cuántas veces tengo que decirte que me encanta pasar tiempo contigo? Me encantan tus besos, me encantan tus labios. Me encantas tú—se declara, y yo babeo—. Sabes perfectamente que si no hubiera quedado con Will pasaría la tarde a tu lado, besándote y haciéndote otras cosas de adultos.
–¿De adultos?—no puedo evitar soltar una carcajada (aunque tengo que admitir que mi temperatura corporal ha subido notablemente), y le contagio la risa a Derek.
–De adultos—asegura haciéndome volver a reír.
–Está bien..., pero me debes una tarde de "cosas de adultos"—le digo fijando mis ojos en los suyos. Sonríe al tiempo que asiente.
–Ningún problema.
Recorro su rostro con la mirada y me acerco para regalarle un beso corto. Cruzo los dedos para que esta vez no me rechace como antes, y gracias a Dios así es. Es más: justo cuando voy a separarme, Derek alarga más el beso. Su lengua busca la mía y sus manos descienden por mi cintura. Noto el clásico fuego en mi estómago y mi piel arder, es algo tan maravilloso... Cuando la cosa empieza a desmadrarse y Derek me acorrala contra la pared, acabo el beso como puedo. Me mira entre preocupado y confundido.
–No quiero que llegues tarde por mi culpa—repongo intentando ganar un poco de espacio personal.
–Ahora tú me has dejado con las ganas—murmura, y yo me río.
–Resérvatelas para esa tarde que me has prometido.
Me sonríe y da un paso para atrás dejándome más espacio. Camino hasta la puerta y coloco la mano en el pomo pero no llego a girarlo.
–Dale recuerdos a Will. Ah, y no llegues tarde.
–No lo haré.
Acallo mi parte más desconfiada y trato de tranquilizarme; Derek no me va a dejar sola. Le ofrezco una última sonrisa antes de abrir la puerta y meterme en mi habitación. Derek no me va a dejar sola.
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Blanco y Negro
Romance"He tenido la maldita suerte de ganar el sorteo para hacer un intercambio con un instituto privado de Estados Unidos. A pesar de mis constantes quejas, mi madre me ha obligado a irme a vivir allí un curso entero. ¡Un curso entero! Ocho largos meses...