Cerúleo

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Derek

Subo a mi dormitorio cuando veo que mi madre y Jade se ponen a cuchichear después de la cena. A estas alturas ya no me importa demasiado de lo que hablen; parece que se han hecho bastante amigas. Me pongo a mirar el móvil un rato tratando de buscar algo con lo que entretenerme, pero los únicos mensajes que tengo son de Max y Darrell y no me apetece hablar con ninguno de ellos. Suspiro y dejo el teléfono cargándose en la mesilla de noche. La verdad, estoy bastante colgado en el Instituto. Si no fuera por Jade, solo tendría a los idiotas de mis amigos que tampoco es que me hagan mucho caso. Aparto todos esos pensamintos de mi cabeza; no quiero preocuparme por el instituto un sábado por la noche.

Como no voy a salir más de mi habitación, me desvisto y empiezo a ponerme el "pijama". Justo cuando me anudo el chándal a la cadera, mi puerta se abre y aparece Jade. Su cara ha adquirido unos cuantos tonos más pálidos de lo normal.

–En serio, tienes que aprender a llamar a la puerta—la pincho en broma. Suelta una risita más bien forzada, y yo frunzo el ceño—. ¿Estás bien?

–Sí, sí—se apoya contra la pared para aparentar calma, pero ese tono pálido no desaparece de su rostro—. Me apetecía visitarte; eso es todo.

Me sonríe dulcemente y yo le devuelvo el gesto. ¿Por qué cuando estoy con Jade las pulsaciones de mi corazón se descontrolan? Ya debería de estar acostumbrado a verla en mi habitación, pero aún así, el pensar que le apetecía estar conmigo y que ha venido expresamente, me vuelve loco. La miro de arriba abajo y doy unos pasos hacia su cuerpo. Oigo que su respiración se vuelve irregular y sonrío, me encanta que se ponga así con tan solo acercarme a ella.

–¿De qué te ríes?—inquiere subiendo su mirada hasta la mía. Empezamos a estar peligrosamente cerca.

–Bueno...—sonrío—, es solo que... me gusta ver el efecto que tengo en ti.

–Eres un creído—murmura llevando poco a poco su mano a mi mandíbula.

–¿Acaso me equivoco?—susurro recorriendo sus preciosos labios sin llegar a tocarlos.

Jade esboza una tímida sonrisa y se inclina para besarme. No tarda en entremeter sus dedos por mi pelo mientras yo le envuelvo la cintura y hago presión contra la pared para que nuestros cuerpos se toquen. Eso, a parte de dejarme aturdido y con unos cuantos grados de más en mi temperatura corporal, hace que a ella se le escape un jadeo. Joder... Bajo lentamente mis manos hasta llegar al borde de su sudadera. Antes de poder quitársela, ella me lleva hasta la cama y se sienta a horcajadas de mí.

Se pasa la prenda por la cabeza quedándose en sujetador; empiezo a notar que la sangre se me concentra en un único sitio y trago saliva. Nunca antes había estado tan cachondo con Jade, y eso es mucho decir. Ella vuelve a besarme como antes, esta vez más apasionadamente. Enrosca su lengua con la mía, joder... sabe tan espectacular... Sus besos forman en mí sensaciones increíbles, como si estallara de gloria y gusto a la vez. Después de recorrer cada centímetro de su boca, bajo por su cuello depositando besos suaves, yendo más abajo con cada uno hasta llegar al borde del sujetador. La miro preguntándole si le importa que se lo quite. Asiente.

Llevo mis manos a su espalda para desabrocharle el sujetador con agilidad. Lo dejo caer por el suelo; no sé por qué me sorprende, pero sus pechos son tan perfectos como me imaginaba. Después de quedarme atontado durante unos segundos, subo mi mirada hasta su rostro, que ahora se le ha sonrojado por las mejillas y tiene los labios algo hinchados. Dios, es tan perfecta... ¿Cómo puedo tener esta suerte?

Noto que se tira un poco más para adelante y vuelve a besarme como solo ella sabe. Me cuesta reaccionar, pero finalmente la agarro por la cintura y la atraigo aún más a mí. Atrapo su labio inferior cuando va a separarse dejando una sonrisa en su cara y provocando que el beso siga. Daría lo que fuera para alargarlo y poder sentir lo que estoy sintiendo ahora cada minuto del día. Poco a poco, baja su mano por mis músculos dejando un rastro de electricidad en mi cuerpo. Acaba depositando sus dedos en el bulto de mi entrepierna; suelto un gemido ahogado.

Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora