Chocolate

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Jade

El viento me revuleve el pelo por tercera vez y ya paso de volvérmelo a peinar. Llevo diez minutos esperando a Derek, sentada en las escaleras de piedra y abrazada a mí misma porque ya hace más frío. Ha sido un día intenso: el director me ha dado la bienvenida y un montón de chicos —porque todos eran chicos— se me han presentado. Menos mal que he podido estar con Joshua; no sé qué habría sido de mí si me hubiera tenido que juntar con cualquier otro imbécil. El Saint Anne High School es exactamente igual a mi Instituto de Melbourne, salvo por el estúpido uniforme y por los profesores, que aquí te tratan como si fueras basura. Veo a la hermanastra de Joshua salir del edificio y montarse en el coche de su hermano. Un coche que, cómo no, cuesta más dinero que todo Estados Unidos.

–¿Jade?—¡por fin!

–¿Dónde te habías metido? Llevo más de diez minutos esperándote—le refunfuño a Derek mientras me levanto.

–Estaba hablando con una profesora.

Nos dirigimos a su preciosidad de Porsche y él se sienta de conductor. Hago el amago de abrir mi puerta, pero está cerrada. Miro a Derek y se está riendo como si fuera el chiste más gracioso del mundo. Ha, ha, ha. Me muero de risa. Pongo los ojos en blanco y le doy unos golpecitos al cristal, sé que eso le molestará y me abrirá la maldita puerta de una vez. No me extraña comprobar que tengo razón.

–Qué gracioso eres—le digo mientras me siento de copiloto. Derek se limita a reírse.

Pone el coche en marcha y yo enciendo mi teléfono, no lo he mirado en todo el día. Recibo varios mensajes de mi madre que ignoro y me llega una llamada perdida de... ¿Rich?

–¿Por qué sonríes tanto?—la pregunta de Derek rompe mi burbuja de pensamientos. Ah, si ya estamos circulando.

Miro a mi acompañante. Frunce sus cejas ligeramente y su despeinado pelo castaño le cae por la parte más alta de la frente. Sus increíbles ojos azules están fijos en la carretera, pero sé que también está pendiente de mí. Después de lo que ha dicho esta mañana —y sin estar borracho—, tengo un poco más de debilidad por este chico. Sus labios esbozan una sonrisa y sé que me va a decir que lo deje de mirar o algo por el estilo, así que me adelanto y hablo yo.

–Ah, nada. Una llamada de Rich, eso es todo.

–¿Rich?

–Sí, ya sabes, el chico que estaba el otro día conmigo...

–El que invitaste sin permiso—me interrumpe, y su voz se vuelve dura y cortante. ¿Aún está enfadado por esa tontería? Qué estupidez.

–Eh... sí, ya te dije que lo sentía. No debería haberlo invitado sin tu permiso—repongo. Él asiente y sus bonitos músculos se relajan. Suspira.

–¿Cómo te ha ido tu primer día?

–Normal, un poco agobiante—contesto sin darle mucha importancia, y de repente me acuerdo de que hay un tema del que quiero cotillear:—. Joshua estaba un poco triste. ¿Habéis hablado?

–Si por hablar te refieres a que él me ha gritado y me ha teñido el pómulo de morado, sí.

Me inclino un poco y veo la pequeña marca que tiene. No es para tanto, he visto heridas peores. Cuando Joshua y yo hemos hablado en el comedor, me ha dicho que "le había dejado las cosas claras a Derek", no que le hubiera dado un puñetazo en la cara.

–No parece propio de él—comento, y él suelta una risita acompañada de un bufido.

–Jade, él solo muestra lo que le interesa cuando está contigo. Me apuesto lo que sea a que se comporta como un niño bueno que nunca ha roto un plato. Te aseguro que no es tan buen tío como parece.

Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora