Jade
El ruido incesante de la alarma me despierta. Mierda, ¿hoy hay Instituto? Me muevo para apagarla, pero pronto me doy cuenta de que no estoy en mi habitación..., y unos fuertes brazos me rodean... Levanto la vista y veo el rostro adormilado de Derek. Y todo huele a vainilla. Y estoy en su cuarto. Y he dormido con él, en su cama. Y sonrío. Mueve bruscamente su brazo y de un manotazo apaga el ruido de la alarma.
–Buenos días—me dice sonriente.
–Sigues aquí—susurro, y me acerco más a él para contemplar sus preciosos ojos azules.
Me regala un corto beso que me despierta y me energitiza. Él también se despereza y poco a poco se incorpora sentándose al borde del colchón. Se rasca la nuca para luego pasarse las manos por el pelo. Joder... ¿cómo puede estar tan guapo, así, acabado de despertar? <Y has pasado la noche con este bombón, hay que ser afortunada>, me digo a mí misma. Me acerco a Derek y lo abrazo por su fuerte espalda. Se gira e intenta deshacerse de mí.
–Jade, si empezamos así vamos a llegar más tarde que nunca—¡ha! ¿Desde cuándo le importa a él llegar tarde?
–¿Qué más da?..., ¿te da miedo que tu Instituto de pijitos te suspenda la puntualidad?—me burlo de él mientras trepo por su espalda para abrazarlo de nuevo.
–Pues sí. No sé si eres consciente de que estoy intentando ganarme una beca en Stanford.
–¿Ah, sí?—es la primera vez que hablo con Derek del futuro y me ha llenado de interés. Supongo que de mayor quiere ser rico, igual que su padre, pero me gustaría saber cómo piensa hacerlo—. ¿Qué pretendes estudiar?
–Aún no me he decidido, pero... Ay, joder, Jade, no quiero enrollarme a hablar contigo. Vamos a llegar tarde—se deshace de mí y se levanta del colchón. Yo me vuelvo a tumbar en su cama mientras veo cómo va de aquí para allá ordenando sus cosas.
Las vistas desde aquí son perfectas: sus músculos moviéndose bajo su piel bronceada, su torso al descubierto, su pelo de recién levantado... Derek cierra su mochila y coge el uniforme del Instituto. Durante unos segundos cruzamos miradas que acompañan sonrisas y mi corazón se vuelve loco.
–Voy a tener que echarte a menos que quieras ducharte conmigo—me informa dejando el uniforme sobre su mesa de escritorio.
–¿Y qué pasa si quiero ducharme contigo?
–Joder, Jade, no me digas eso—se me hace imposible no reírme tras sus palabras. Él abre la puerta de su cuarto invitándome a salir. Ruedo los ojos.
–Vale, como tú quieras—me levanto y, a regañadientes, salgo del lugar.
Camino hasta mi habitación dispuesta a tomarme una larga ducha. Recojo el uniforme del Instituto del suelo y elijo una camisa blanca de mi nuevo y precioso y carísimo armario. Me meto bajo el chorro de agua con la cabeza llena de pensamientos. Esta noche he dormido con Derek, ¡joder!, ¡con Derek! ¡Y no ha desaparecido! Nunca antes me había sentido tan viva al besar a un chico, él me hace sentir distinta, feliz, deseada. Derek es diferente. No solo porque es el chico con más dinero con el que me he besado, sino también por cómo reacciono ante su persona. No acabo de entender por qué me hace sentir así..., todo es muy raro con él. Y anoche... anoche fue increíble. Me encantó compartir tantos besos con él, tantas caricias. Incluso me encantó conversar con él, cosa que cuando llegué aquí pensaba que sería imposible. Además, es tan guapo... ¿Es cosa mía o ahora está más guapo que antes? Sea como sea, es el chico con el que más he disfrutado con diferencia, y eso que solo nos hemos besado. No me imagino si llegamos a hacer otras cosas...
–¡Jade!, ¡date prisa! Vamos tarde—gruñe la voz de Derek al otro lado de la puerta. Ruedo los ojos aunque no me vea.
Trato de aclararme el pelo lo más rápido posible y salgo de la ducha con una toalla enrollada a mi cuerpo. Me peino y me seco el pelo, me visto y me tiro un poco de colonia. Una vez salgo del baño, cargo con mi mochila y bajo las escaleras para llegar a la cocina y desayunar. Ahí está Derek: sentado en un taburete de la isla de la cocina con una taza de café humeante al lado. Cuando me ve, sonríe y se echa a reír.
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Blanco y Negro
Romance"He tenido la maldita suerte de ganar el sorteo para hacer un intercambio con un instituto privado de Estados Unidos. A pesar de mis constantes quejas, mi madre me ha obligado a irme a vivir allí un curso entero. ¡Un curso entero! Ocho largos meses...