Xanadú

321 13 0
                                    

Derek

Tres semanas. Han pasado tres semanas. Traducido a mi idioma: la más larga eternidad. Han pasado tres semanas desde que dejé a Joshua hecho un cuadro en la fiesta de Darrell. Maldita sea, ¿por qué tuve que reaccionar así? Han pasado tres semanas desde que vi a Jade tan asustada, tan horrorizada, tan diferente. Aún no me quito de la cabeza cómo le temblaba el cuerpo, sus ojos llenos de miedo recorriendo mi camisa manchada de sangre, cómo se marchó de la mansión y así dejó de hablar conmigo. Han pasado tres semanas desde que hablé por última vez con Jade. No me ha vuelto a dirigir la palabra, ni siquiera una mínima mirada. Me muero por volver a estar con ella y explicarle bien las cosas; ella no sabe toda la historia, joder, ¡ni siquiera sabe por qué le di tal paliza a Joshua! Debería contárselo y aclarárselo todo, pero Jade quiere tener cero contacto conmigo, no puedo obligarla a escucharme. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que nos besamos..., no parece real que llegáramos a dormir juntos. El roce de sus labios, su piel cálida, sus preciosos ojos avellana, su encantadora risa... Todo parece un sueño. Me niego a pensar que llegásemos a estar tan bien y que ahora lo único que quede es el silencio. La echo de menos, Dios, nunca había echado tanto de menos a alguien. Cada día sin ella se me hace más pesado y aburrido. Verla al otro lado del comedor atendiendo a cual sea el tema de conversación de su grupo de amigos no ha hecho más que romperme por dentro. Antes tenía pensado pasar cada maldito día a su lado y ahora me da la risa solo de pensar en ello, Jade no quiere estar conmigo. Lo peor de todo es que no está enfadada; parece triste y confusa, más bien decepcionada. Si es que además soy horrible interpretando sus emociones. La he respetado, joder, la he respetado y le he dado el tiempo que me pidió, pero no voy a aguantar mucho más si seguimos así. No me había dado cuenta de cuánto la necesitaba..., es como oxígeno para mí; sin ella no puedo respirar y me muero. Me muero por dentro. Jamás había tenido esta sensación con nadie y no puedo evitar replantearme lo que siento por ella. ¿Y si va más allá de la atracción? Jesús, estoy aterrorizado.

Con todos esos pensamientos y recuerdos en mi mente, hago el esfuerzo de lograr mi última flexión de la sesión de esta noche. Desde que empecé a darme cuenta de que necesitaba a Jade mucho más de lo que creía, el deporte exaustivo ha sido lo único que me ha distraído mínimamente de ella. Ya hacía entrenamientos diarios antes de conocerla, pero ahora necesito dar el cien por cien de mí y quedarme sin aliento para estar satisfecho. Lo peor de todo es que hay noches como esta que me despierto con el vivo recuerdo de un beso suyo en mi cabeza y tengo que bajar al gimnasio del sótano para liberar la adrenalina que me ha producido esa imagen.

Cojo una toalla de la cesta situada al lado de las máquinas y trato de secarme todo el sudor de mi cuerpo. Dado que mi camiseta está empapada, me la quito y me apresuro a subir a mi habitación y así poder disfrutar de una larga ducha. Justo en el momento en que piso la planta principal, oigo un ruido en la cocina y seguidamente aparece Jade con una taza humeante en sus manos. Mierda; voy medio desnudo. Tal y como hemos hecho cada jodido día de estas tres semanas, hago como si no estuviera y paso de largo. Me pregunto qué demonios está haciendo a las cuatro de la mañana bebiendo lo que supongo que es té en mi cocina mientras subo los primeros escalones que llevan al primer piso. Es entonces cuando Jade rompe con la eterna barrera que se había creado entre nosotros.

–Derek—farfulla lo suficientemente alto para hacer que me detenga. ¿Es normal que con solo dirigirse a mí tenga las pulsaciones por los cielos? <Probablemente no, Derek>.

Retrocedo y bajo los pocos escalones que había subido. Ahí está Jade: al lado de la puerta de la cocina, totalmente recta y sosteniendo esa taza humeante de té. Va vestida con una sudadera vieja y un chándal gris. Se ha peinado con una coleta alta y perfecta. Soy incapaz de no pensar que está preciosa. Bajo la mirada y maldigo entre dientes al observar que voy sin camiseta y mojado en sudor. Se me acelera —aún más— el pulso cuando da un paso hacia mí.

Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora