Jade
Pocas cosas tan estúpidas como ir a un Baile de Navidad he escuchado en mi vida. Joder, ¡que es mi última noche en Los Ángeles! No tenía pensado hacer nada en especial, pero desde luego no estaba en mi lista de posibilidades asistir al típico baile americano que siempre acaba mal. Porque sí: siempre acaba mal. Tanto en las películas como en las series como en los libros. Parece que sea de obligado cumplimiento que pase algo malo en los bailes de instituto. Además, estamos hablando de Derek y yo, que somos una pareja propensa al drama. ¿Ir de fiesta, la última noche antes de que me vaya dos semanas a Australia? No, gracias. Quiero irme con buen sabor de boca y no con un conflicto a las espaldas.
Bueno, pues llevo dos horas con el tema bailándome en la cabeza. En lugar de estar atenta en clase, he estado imaginándome cómo sería asistir al baile. No voy a negar que me han gustado las imágenes que han desfilado por mi mente, pero sigue pareciéndome demasiado arriesgado irnos de fiesta la última noche. Ah, pero ahí están otra vez mis ensoñaciones: Derek y yo pegados, bailando una canción lenta. Él vestido de traje, impecable, guapísimo... Yo resiguiendo su rostro, acariciando su pelo... ¡Dios, me va a explotar la cabeza!
¿Vale la pena arriesgarse con tal de conseguir esos momentos? Si todo saliera bien, me iría a Melbourne más que contenta..., pero si algo fuese mal... No sé qué hacer. Está claro que no somos una pareja convencional y que tenemos muchos altibajos, pero siempre podríamos esforzarnos para no meter la pata. ¿A que sí?
–Eh..., esto... Jade, perdona por lo de antes. No debería haber dado por sentado que íbamos a ir al Baile de Navidad—mi novio rompe el silencio en el que estábamos sumidos, y yo vuelvo a la realidad.
Estamos en el Ferrari, de vuelta a Beverly Hills. Después del momento tenso que hemos compartido hoy en el comedor, no le he dirigido la palabra a Derek, y la verdad es que es más por mi culpa que por la suya. Me he comportado como una niña mimada que se enfada cuando no obtiene lo que quiere, y me siento fatal. Él no tiene que aguantar un comportamiento tan infantil como el que he tenido antes.
–No pasa nada—contesto—. De hecho, lo he estado pensando, y no me parece tan mala idea, Derek. Puede estar bien—admito en un murmuro.
–¿Qué?, ¿de verdad?—exclama con una sonrisa.
–Sí. ¿Te parece bien?
–¡Claro!—sonríe—. ¿Seguro que a ti te parece bien?—me dice desviando la atención de la carretera unos segundos. Asiento, convencida—. Genial.
–Ah, y creo que deberíamos ir en el Ferrari—comento—. Yo conduzco.
–Sabes que no puedo decirte que no—responde acariciándome el muslo. Poso mi mano sobre la suya y entrelazo nuestros dedos. Le sonrío a Derek mientras le suplico a Dios que todo vaya bien esa noche.
Emma por fin recupera el teléfono y oigo su voz al otro lado de la línea:
–Viernes veinte de diciembre; me va bien—confirma—. Perdona por tardar tanto en mirarlo, es que mi padre no se entera de cuándo nos vamos a San Diego y ha tenido que buscar los billetes para mirarlo.
Llevo media hora al teléfono con Emma, y le he pedido que el viernes venga un rato antes del baile para que me ayude a prepararme. Se ve que en Navidad irá de visita a San Diego para pasar las fiestas con su familia. También me ha explicado que tiene pensado presentarles a Will como su novio en fin de año, y que está tremendamente nerviosa. No me extraña: presentar a tu pareja frente a los padres es todo un paso. De hecho, me atrevería a decir que es El Paso. Menos mal que mi madre vive al otro lado del océano; me pondría terriblemente nerviosa que Derek la conociese. Y no solo por sus muchas diferencias, sino también por la reacción de ella. Probablemente pensaría que estoy con Derek por su dinero. No la culpo: siempre hemos estado de acuerdo en que el amor es una tontería. Se echaría a reír si tan solo le dijese que tengo una relación más o menos estable.
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Blanco y Negro
Romance"He tenido la maldita suerte de ganar el sorteo para hacer un intercambio con un instituto privado de Estados Unidos. A pesar de mis constantes quejas, mi madre me ha obligado a irme a vivir allí un curso entero. ¡Un curso entero! Ocho largos meses...