Jade
Derek es idiota. ¿Cómo puede defender a su amigo? No tiene sentido. Está claro que estar con Will le ha nublado la mente. ¡Es Emma quien tiene razón! Él no debería haberse fiado de la tal Paula, ¿es que no confía en Emma? Agh, estoy hasta las narices de darle vueltas. Trato de apartar mis pensamientos negativos de Derek de mi cabeza; he venido a apoyar a mi amiga, no a montar un drama.
–Jade, ¿está bien?—me pregunta Heather.
Hace unas dos horas que la compañera de habitación de Emma ha vuelto a la residencia, y al encontrarse con tal panorama no ha podido evitar sentarse a consolarnos —bueno, más bien nos ha ayudado a despotricar contra todos los hombres de la Tierra—.
–Sí, sí... Estaba pensando en Derek, eso es todo—contesto en un murmuro. Emma bufa.
–Me sabe mal que hayáis discutido. Todo es culpa mía—se lamenta.
–No, tranquila; no lo es—suspiro mirando la sudadera que llevo. Es de Derek, para variar.
–Los hombres son idiotas—Heather repite la frase que ya hemos dicho más de cien veces esta mañana.
–Es que, ¿¡cómo pudo confiar en esa arpía antes que en mí!?—exclama Emma, sacada de quicio.
–Creo que necesitáis un poco de relax, chicas—nos aconseja Heather—. ¿Os apetece pizza?
Un cuarto de hora más tarde estamos disfrutando de una fabulosa pizza vegetariana —la favorita de Heather, claro— y de unas cervezas que estaban cogiendo polvo en la nevera y que aguardaban para alguna situación como esta. Aunque debería sentirme culpable por haber sido tan dura con Derek, me siento bien conmigo misma por haber dicho lo que pensaba y por haber defendido a mi amiga. Es más: lo último que quiero ahora mismo es mirar el móvil. Sé que si lo hago, me encontraré con varias llamadas perdidas de mi novio que no dudaré en devolver. Odio discutir con Derek: soy demasiado blanda y siempre acabo cediendo antes de lo que me gustaría. Es por eso que no tengo pensado volver a la Mansión Harford hasta tarde.
–¿Otra ronda?—la voz de Heather me saca de mis pensamientos.
–Claro—sonrío. El alcohol es la medicina perfecta para curar el mal de amor.
–Traeme dos—contesta Emma, y las tres no echamos a reír. Estamos fatal de lo nuestro.
La compañera de habitación de Emma se levanta y saca cuatro cervezas más. El suelo está lleno de botellas vacías, y de momento no tenemos intención de recogerlas. Seguimos charlando y comiendo un buen rato, se pasa el tiempo volando. Antes de poder darme cuenta, ya se está haciendo de noche y el suelo parece un mar de botellas y latas. Supongo que el alcohol me ha hecho perder la noción del tiempo, aunque también podría deberse a la agradable compañía que son Heather y Emma. La conversación se ha ido trasformando, y hemos pasado de despotricar contra nuestras parejas a hacer entre las tres un ránking de los actores más guapos de Marvel —sí, Chris Hemsworth ocupa el primer lugar—. Así pues, es a las nueve cuando decido dejar de molestarlas y volver a Beverly Hills. La verdad es que no tengo nada de ganas de verle la cara a Derek; lo único que me apetece es dormir.
–¿Ya te vas?—lloriquea Emma. Ella ha bebido el doble que yo, y se nota bastante.
–Mañana todas tenemos clase, y no quiero preocupar a Alice.
–Qué responsable—se burla mi amiga, y yo pongo los ojos en blanco.
–Más que tú, desde luego—la chincha Heather.
Después de despedirme durante al menos diez minutos, me subo al Ferrari y trato de llegar de la mejor forma a casa de los Harford. No estoy completamente borracha, pero sí voy un poco atontada y mis reflejos no son los mismos. Tengo la suerte de que no hay demasiado tráfico y no soy ningún peligro en la carretera. Cuando estoy voreando el caminito de tierra de la mansión ya he conseguido despejarme del todo y estoy preparada para encontrarme con Derek... Creo.
ESTÁS LEYENDO
Blanco y Negro
Romance"He tenido la maldita suerte de ganar el sorteo para hacer un intercambio con un instituto privado de Estados Unidos. A pesar de mis constantes quejas, mi madre me ha obligado a irme a vivir allí un curso entero. ¡Un curso entero! Ocho largos meses...