Jade
Por fin he podido disfrutar de eso que llaman "tranquilidad". Después de arreglar las cosas con Derek, hemos pasado unos días maravillosos. Básicamente hemos estado juntos, sin peleas, mirándonos como los tortolitos que somos y besándonos como si nos fuera la vida en ello. Supongo que ambos somos conscientes de que no falta nada para que yo vuelva a Australia para Navidades, y ninguno de los dos quiere meter la pata ahora. Tenemos que aprovechar lo poco que nos queda.
Hoy es viernes; viernes trece, por cierto. Menos mal que no soy supersticiosa. Por fin han acabado las clases —y con ellas, los exámenes más importantes— y estoy esperando a Derek, en la salida del instituto. El viento gélido me mece el pelo y me pone la piel de gallina, pero no me importa. Lo único que tengo en mente ahora mismo son los reconfortantes brazos de mi novio, y en su aroma cálido, y en su respiración en mi cuello... Un momento, ¿ya está aquí?
Vaya, casi sin darme cuenta estoy abrazada a Derek. Le rodeo por la nuca y me lanzo a sus labios, que he estado ansiando toda la tarde. Él me corresponde y sonríe, me da un pico y se separa.
–Te veo muy cariñosa—sonríe, risueño. Yo pongo los ojos en blanco.
–Te he echado de menos—contesto sin más, y echo a andar hacia el coche. Él me sigue.
–Yo también tenía ganas de verte—murmura abrazándome por detrás. Se me dibuja una sonrisita tonta en la cara—. No sabes cuántas. Dos horas son muchas para echarte de menos.
Le doy un beso en la mandíbula porque eso es justo lo que quería oír. Me gusta tanto que me diga que me ha echado de menos... Y más aún si me abraza por la espalda como acaba de hacer. Derek es un amor cuando quiere. No tardamos en meternos en su Porsche, y antes de poder darme cuenta ya estamos saliendo del recinto del Saint Anne High. Vaya, hoy estoy más distraída de lo normal; debe de ser porque mi novio está guapísimo con la chaqueta del instituto arremangada y la corbata aflojada. Me quedo embobada y no presto atención a lo demás.
–¿Qué tal tus exámenes?—inquiero. Estos días me había comentado que tenía un par bastante importantes. Le oigo suspirar.
–Ya sabes... Como todos: mal.
Frunzo los labios y miro por la ventanilla. Sé de sobra que los estudios no son el fuerte de Derek, pero no me gusta oírle hablar con tanta ligereza de lo mal que se le da y de lo poco que le importa. Debería aplicarse más, joder, ¡que irá a la Universidad de Stanford! Es una gran institución, y debería prepararse para lo que le espera.
–¿No has pensado alguna vez en... estudiar un poco más?—lo digo como si caminara por un campo de minas. Gira la cabeza y me mira arqueando una ceja. Espero algún "estarás de coña", pero antes de que responda el sonido de su teléfono desvía nuestra atención.
–¿Diga?—como el móvil está conectado al coche, puedo oír la conversación perfectamente.
–¿Qué hay, Derek?—no me cuesta reconocer la voz de Will. Aunque Emma y él ya estén bien, no puedo evitar hacer una mueca. Lo que hizo no estuvo bien, y mi opinión nunca cambiará por mucho tiempo que pase.
–Hola, Will.
–¿Estás con Jade?—pregunta, y yo me pongo alerta.
–Sí, la tengo al lado—repone mi novio mirándome con una sonrisa. Se la devuelvo.
–¿Os apetece salir esta noche? Un amigo mío celebrará una fiesta en su apartamento, cerca de la universidad. Emma y yo vamos.
Derek me mira, como preguntándome qué me parece. Bufo y me encojo de hombros. La verdad es que me apetece salir con Emma y Will, pero también quiero estar con Derek. Además, tengo la sensación de que siempre pasan cosas malas cuando hay alcohol y música de por medio. Una fiesta nunca es la mejor idea..., pero debería superar ese miedo a que pase algo malo cada vez que salimos por ahí. Dios, no sé qué hacer.
–Eh..., un momento, tío. Ahora lo hablamos y luego te mandaré un mensaje—interviene mi novio pasados unos segundos. Cuelga—. Te veo indecisa—me dice.
–No sé, Derek... Es que... en las fiestas siempre acabamos discutiendo, ¿no crees? Parece que sea nuestra tradición—le suelto lo que no deja de darme vueltas por la cabeza. Él se ríe.
–¿Tú también lo has notado?—bromea mirándome con una sonrisita.
–Lo raro sería no notarlo—suspiro.
–Creo que deberíamos ir—dice de golpe. Entorno los ojos mientras le miro con atención. Pero, ¿qué dice?—. Tenemos que intentar ir a una fiesta como una pareja adulta y seria que no discute todo el tiempo.
–Nosotros no discutimos todo el tiempo—replico con la voz más aguda de lo normal.
–Me refiero en las fiestas—repone él. Desvía la mirada unos instantes a mi cuerpo, y al ver que me quedo callada, añade:—. Podemos hacer eso, ¿verdad?
–Claro—respondo sin pensar—. Claro que sí—<Podemos ir a una fiesta y no discutir, ¿a que sí?>
–Será divertido—me asegura él, y luego me acaricia el muslo de una manera tan encantadora que me dan ganas de parar el coche para besarlo.
Vamos a una fiesta. No tiene nada de malo, ¿cierto? Somos maduros y podemos pasarlo bien con nuestros amigos, beber y bailar sin montar ninguna escenita. La verdad es que desde que voy a este tipo de fiestas siempre pienso eso y luego acabo llorando o gritando por culpa de mi novio, pero si no lo intento nada va a cambiar. <Para progresar hay que salir de la zona de conford.> Y con eso en mente intento relajarme mientras Derek se aleja cada vez más del instituto.
–¿Estás bien?—me pregunta cuando ya vamos por la mitad del camino—. Estás muy callada.
–Sí, sí... Pensaba en lo de la fiesta, eso es todo—balbuceo, y hago un gesto para restarle importancia.
–Si no quieres ir...
–No—le interrumpo—. Sí que quiero. De verdad.
Derek me brinda una bonita sonrisa para luego cogerme de la mano y besarme el dorso. Me desarma con esa simple y dulce caricia, y no puedo evitar suspirar como la patética que soy. Decido inclinarme y devolverle el beso, pero en la mejilla. Por inercia acabo regalándole unos cuantos besos de más por la mandíbula, y no se me ocurre otra cosa mejor que empezar a besarle el cuello.
–Jade...—se queja—, estoy conduciendo.
–Lo que estás es muy guapo—le susurro rozando mis labios en su oreja. Casi puedo notar cómo se le eriza la piel.
–Jade...—intenta reñirme, pero no funciona.
–Sigue conduciendo—murmuro.
–Pero...
–Que sigas conduciendo—le ordeno. Gracias a Dios no vuelve a quejarse y me deja total libertad para hacer lo que quiera con él.
No tardo en bajar mi mano a su entrepierna, haciendo que Derek afogue un jadeo en forma de gemido. Mientras, sigo besándole el cuello, la mandíbula y el mentón. Él agarra con fuerza el volante y trata de concentrarse en la caretera, lo que me supongo que no le está siendo fácil. Sé que hacer este tipo de cosas es algo temerario, pero ahora la lujuria me nubla la mente y en lo único que puedo pensar es lo mucho que disfruta mi novio con mis caricias. Resigo el bulto que se le ha formado en los pantalones y poco a poco le bajo la bragueta. Veo cómo traga saliva y reprimo una sonrisa.
–Joder—gime—. Nunca me habían hecho esto.
–Sht.
Meto la mano por debajo de sus bóxer y empiezo a subir y bajar por el largo de su miembro. No es una posición muy cómoda, pero me las arreglo para hacerlo placentero y que él pueda disfrutar. Sigo subiendo y bajando, cada vez más rápido. Derek consigue mantenerse y no desvía su atención de la carretera, aunque poco ha faltado para que se saltara la salida de Beverly Hills. Dado que no tenemos mucho tiempo, intento ir rápido para que se corra lo antes posible. Tiene las mejillas coloradas y no deja de jadear; me encanta verle tan excitado por mi culpa. Finalmente, cuando ya entramos en su calle, se corre en mis dedos y suelta una gran exhalación.
–Vamos a tener que coger más el coche, amor.
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Blanco y Negro
Romance"He tenido la maldita suerte de ganar el sorteo para hacer un intercambio con un instituto privado de Estados Unidos. A pesar de mis constantes quejas, mi madre me ha obligado a irme a vivir allí un curso entero. ¡Un curso entero! Ocho largos meses...