Púrpura espectral

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Derek

Aparco el coche en el interior de Malibú, justo enfrente de la casa de Will. Los Glouberman poseen esta mansión y una segunda residencia en Santa Bárbara, no muy lejos de Los Ángeles. Aunque no sé con seguridad cuánto dinero tienen, puedo decir que no se aleja mucho del que tiene mi padre; ambas familias son considerablemente ricas. Salgo del Ferrari, lo cierro y camino hasta la entrada principal. Llamo al timbre.

La casa de Will es alargada y dado que está en el interior, media estructura está metida en una montaña, como si fuera una cueva. Desde pequeño me ha fascinado su construcción, no es una casa que pase desapercibida. Entrando en la finca, se sitúa una piscina no muy grande rodeada de lámparas con luces de exterior y un par de tumbonas. El edificio está envuelto por un jardín con plantas y árboles, donde de niños solíamos jugar. Sigo el camino de piedra que lleva a la puerta principal y espero a que Will me abra.

–¡Derek!—me saluda unos instantes más tarde, cuando abre la puerta—. Pasa, pasa.

Hago lo que me dice y me da unos toquecitos en la espalda. Al entrar en la enorme casa, un montón de recuerdos golpean mi mente..., ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que vine aquí. La mansión parece estar vacía y nuestros pasos resuenan por el eco que provoca el mármol del suelo; especialmente por los botines que lleva Will. Lo sigo a la cocina, que se separa del comedor por una barra tipo bar. Decido sentarme en uno de los taburetes mientras mi amigo se acerca a la nevera.

–¿Cerveza?

–Claro—me trae la pequeña botella y la deja en la barra.

–Ah, Emma llegará un poco más tarde, ha tenido un prob...

–¿Quién es Emma?—le interrumpo. Él no mencionó a nadie más aparte de nosotros.

–¿No te lo he explicado? Mierda, siempre se me olvidan estas cosas—farfulla, y seguidamente le da un trago a su cerveza—. Emma es mi novia.

–¿Qué?—si estuviera de pie, no podría mantener el equilibrio.

–Me pasé los primeros meses de universidad detrás de ella, pero no me hacía ni caso—recuerdo que Will me comentó algo de una chica en los premios USAW, pero no le había dado mucha importancia—. Hace unas semanas coincidimos en un pub y por fin pude conocerla bien—tiene un brillo en sus ojos que no había visto antes; sea quien sea esta chica, le gusta de verdad—. Creo que accedió a hablar conmigo porque estaba un poco bebida.

Me río y le doy un trago a la cerveza. No puedo evitar comparar su relación con la mía con Jade. Will y esta tal Emma se conocen de unas pocas semanas y ya están saliendo. Yo llevo dos meses detrás de ella. Supongo que a ella le gustan las relaciones y cree en el amor, muy a diferencia de Jade. Trato de calmarme, aunque no esté saliendo con ella, nos besamos e incluso actuamos como una pareja. No hay necesidad de etiquetarnos. Miro a mi amigo, quien está claramente emocionado: tiene una sonrisa involuntaria, un brillo especial en los ojos y no deja de dar toquecitos nerviosos con los dedos en la botella.

–Me alegro de que por fin hayas encontrado a alguien.

–Sí..., ya me cansaba eso de ir de flor en flor—no sé si presume o lo dice en serio, pero sea como sea, me río y a él se le contagia la risa.

–¿Y tú? ¿Qué tal con aquella chica? ¿Cómo se llamaba...? ¿Nicky?

–Jade—le corrijo. Está claro que la memoria de Will es inexistente.

–Eso es; Jade. ¿Cómo te va con ella?

–Bien—me limito a decir.

–¡Venga, hombre!—me anima, y yo pongo los ojos en blanco.

Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora