Jade
Sus ojos inyectados en sangre me miran de arriba abajo. Mi cuerpo me ordena que me levante y le grite que se vaya; que es un imbécil y que se pierda. Pero mi corazón, la parte más insensata de mi cuerpo, quiere escucharle. Sé que Derek está borracho, pero los borrachos nunca mienten, ¿no? Madre mía, estoy hecha un lío. ¡Maldita sea sus preciosos ojos azules!, es imposible decirles que no. Me quedo inmóvil observando cómo Derek se arrodilla y me acaricia el dorso de la mano. Nos quedamos una eternidad así, disfrutando de la elecricidad de nuestro roce, en silencio, ambos mirando nuestra mano buscando el calor de la otra. Me parece increíble que se haya arrodillado, eso debe de ser el golpe más bajo contra su orgullo. <Y se ha arrodillado para ti, Jade, no intentes ocultar la euforia del momento>. Se me dibuja una enorme sonrisa en la cara. Oigo la respiración de Derek, inquieta. Va a hablar.
–Soy imbécil, ¿vale? Creo que ya deberías saberlo. Pensé que... joder, pensé que te arrepentirías de haberme besado, y como el cobarde que soy, me fui y te dejé dormir. No debería haberme ido, Jade.
Noto un cosquilleo tras oír mi nombre de sus labios. Por muy borracho que esté, sigue siendo uno de mis sonidos favoritos. Abre la boca para seguir hablando, pero le doy un suave apretón en la mano para interrumpirle.
–¿Tú te arrepientes?—mi voz apenas es un susurro.
Se queda en silencio mirando al suelo. Miedo me da su respuesta. Si dice que sí, no me va a sentar nada bien, pero entonces no entenderé por qué está aquí, arrodillado para mí. Si dice que no..., tendré que contenerme para no empezar a dar botes por mi habitación.
–Pensaba que sí, pero me he dado cuenta de que no, Jade, no me arrepiento para nada.
Joder. Tenerlo así, de cuclillas, cogiéndome de la mano, mirándome con esas dos perlas azules tan electrizantes, con el pelo más despeinado de lo normal, me puede. Estoy por echarme encima suyo y abrazarlo hasta que se quede sin respiración, pero me contengo. Repaso con cautela su musculoso cuerpo y asiento ligeramente con la cabeza. Es tan guapo..., pero no. No puedo ceder tan rápido.
–Vale—Derek se queda callado, esperando a que diga algo más.
–¿Vale?
–Sí. Te he escuchado, Derek, eso es lo que querías, ¿no?—hasta a mí me está doliendo decir esas palabras. El chico suspira y mira al suelo. No sé por qué me sienta tan bien que no me suelte la mano y siga trazando círculos con su pulgar.
–¿No piensas perdonarme?
–No lo sé..., yo...—deseo decirle que es agua pasada y que lo perdono, pero debo esperar—, dame un tiempo, ¿vale?
–No sabes cuánto odio no hablar contigo—admite con una voz grave y masculina.
–Derek—le advierto—. Por favor.
No quiero que me haga esto más difícil de lo que ya es. Yo también odio no hablar con él, odio estar enfadada y odio lo que hizo, pero no puedo perdonarlo de la noche a la mañana. Tiene que saber que no puede desaparecer así como así, dejándome sola un día entero con sus padres. Suelta un buen montón de aire mientras se levanta. Ya no tiene los ojos tan rojos y los signos de borrachera ya casi han desaparecido. El dorso de mi mano se queja, me falta su contacto, ése cosquilleo que siento cuando nos tocamos. Nunca me había pasado nada igual, nunca había necesitado el contacto de alguien para sentirme completa.
–¿Me dejarás llevarte al Instituto mañana?—inquiere con un ápice de esperanza en su voz.
–Claro que sí—contesto, e immediatamente se hace presente el alivio en el rostro de Derek. ¿Le habrá molestado que hoy me haya ido con Rich?
Me lanza una última mirada antes de salir de mi habitación. Una mirada llena de sentimientos, no podría describirla en una sola frase. Hoy Derek me ha demostrado que le importo, que se siente de verdad mal por haberme dejado tirada. No sé qué siento exactamente por él, pero sé que va más allá de la atracción. ¿Cariño? ¿Amistad? Nunca había estado tan confundida, siempre controlo mis emociones y lo que siento por otras personas. Es la primera vez que no sé cómo demonios describir mis sentimientos hacia alguien.
Bajo las escaleras de la mansión cargando con mi mochila negra. Ha sido una noche horrible, el recuerdo de Derek arrodillado ante mí era demasiado reciente, y me ha costado un montón no dirigirme a su habitación y colarme en su cama. Llego a la cocina al mismo tiempo que me peino una coleta alta. Derek ya está desayunando, apoyado en la isla de mármol que hay en medio de la estancia, sorbe de una taza café recién hecho. Sus ojos sonríen cuando me ven y se despega la taza de sus perfectos labios.
–Buenos días—le digo sin más. Un saludo cordial, correcto y suficiente, ¿no? Mierda, ¿por qué me preocupo tanto por mis palabras?
Saco el brick de zumo de naranja de la nevera y cojo un vaso de la estantería. Siento los ojos de Derek clavados en mí, es evidente que me está mirando. Lleno hasta arriba el vaso y guardo el brick donde estaba. Me vuelvo lentamente llevándome el zumo a los labios. Estaba en lo cierto: no deja de mirarme.
–Vamos a tener que comprar cien litros de zumo de naranja solo para ti.
Escupo lo que bebía tras oír su broma porque no he podido reprimir una carcajada. Sí, es cierto: me inyectaría zumo de naranja en vena, soy una adicta. Derek también se ríe lo suyo, y a medida que nuestras risas se van disipando, me siento más cómoda. ¿Por qué me lo hace tan difícil? ¡Debería seguir enfadada con él! Se revuelve en su sitio sin saber bien qué hacer. Ay..., si es que además es tan adorable cuando se sonroja... Le dedico una tímida sonrisa llevándome el vaso a los labios de nuevo y él me la devuelve. ¡Joder!, para colmo es atractivo a más no poder.
Me bebo todo mi zumo lo más rápido que puedo porque ya se nos está haciendo tarde. Salimos de la cocina juntos y salimos por la puerta trasera dirigiéndonos a su garaje. Ahora que lo pienso, me apetecería volver a conducir su Ferrari. Iba tan suave, el motor sonaba tan bien... Me apunto mentalmente pedirle a Derek que me vuelva a dejar conducir su coche mientras me acomodo en el asiento de copiloto. Salimos de la Mansión Harford en poco tiempo y Derek pone rumbo al Instituto.
Nos pasamos los primeros minutos en silencio, no tenemos por qué decirnos nada. El ambiente es algo silencioso para mi gusto, pero no sé cómo romperlo sin dejar en evidencia mis ganas de perdonarlo. Derek se revuelve más de una vez, está claro que no está tan cómodo como normalmente. Por una parte me gusta que toda su seguridad y su actitud de macho alfa se vayan al traste cuando está conmigo, pero por otra no quiero que se sienta incómodo.
Ya estamos en la autopista cuando trato de cruzar las piernas y por unos instantes rozo mi muslo contra la mano de Derek. Por muy pequeño que parezca el gesto, despierta en mí un montón de recuerdos de cuando nos besamos..., de nuestras pieles en constante contacto..., de sus labios... Cuando Derek se da cuenta de lo que acaba de pasar, tose por lo bajo y se le enrojecen las mejillas. Tengo que contenerme para no reírme de él, está tan adorable... Decido relajar el ambiente y eliminar toda la tensión posando mi mano sobre la suya en el control de marchas. Ambos sabemos que con ese gesto le estoy diciendo que lo perdono: me reprocho a mí misma no haber podido aguantar más, pero este chico supera mis límites. Derek mira de reojo nuestras manos, aún juntas, y noto que sonríe de lado. Yo también sonrío para mis adentros.
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Blanco y Negro
Romance"He tenido la maldita suerte de ganar el sorteo para hacer un intercambio con un instituto privado de Estados Unidos. A pesar de mis constantes quejas, mi madre me ha obligado a irme a vivir allí un curso entero. ¡Un curso entero! Ocho largos meses...