Gris plomo

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Derek

Nuestras manos siguen en contacto cuando llegamos al Instituto. No la ha quitado de encima de la mía durante todo el trayecto. Eso significa que me ha perdonado, ¿no? Viniendo de Jade, podría significar cualquier cosa, pero me gusta pensar que por fin me ha perdonado. Detengo el coche en mi plaza de siempre y apago el motor; Jade aparta su mano. Me siento vacío, ojalá pudiera tocarla durante todo el día..., el simple tacto de su piel despierta en mí una sensación espectacularmente genial. Nada más salir del coche, me encuentro a Joshua apoyado en la barandilla de brazos cruzados. Lo acompaña Max y los dos me miran con el ceño fruncido.

–Eh... Nos vemos luego, Derek. Gracias por traerme—me murmura Jade. Me giro para mirarla, ella me dedica una pequeña sonrisa y se va con sus nuevos amigos.

–¿No vas a decir nada, Harford?—me grita Joshua desde las escaleras. Parece cabreado. Me acerco a ellos y me pongo a la altura de mi amigo.

–¿Decir qué?

–Ayer me echaste de tu casa. Teníamos un pacto, tío—me recuerda con dureza. Me dan ganas de estamparle la cabeza en la barandilla.

–¿De qué coño estáis hablando?—pregunta Max mirándonos alternativamente. Se me olvidaba que él también está aquí.

Cruzo una larga mirada con Joshua. Ambos fruncimos el ceño y creo que ambos tenemos ganas de darnos una buena paliza. Estoy hasta los cojones del puto pacto, no debería haber aceptado. No tengo por qué pagar la amistad de nadie, y mucho menos la de un imbécil como Joshua. Los días que estuvimos separados no lo echaba de menos, simplemente me sentía solo. Me doy cuenta de que ninguno de los dos le hemos contestado a Max, así que mascullo:

–Quiere que le ayude a ligarse a Jade—sigo sin apartar la mirada de los ojos café de Joshua.

–¿En serio? Pero, ¿qué narices os pasa a todos con esa chica? Es de un puto Instituto público, joder, ¡público! Y estáis todos comiéndole de la mano. Sí, está buena, pero ¿qué más da? Como si no hubiera más chicas en el mundo—me hierve la sangre tras oír las palabras de Max. Es cierto que yo también la juzgué en un principio por tener mucho menos dinero que nosotros, pero no hace falta que hable de ella con ese tono de desprecio.

–¿Por qué me echaste, Derek?—inquiere Joshua ignorando lo que acaba de decir Max.

–Tenía que hablar con ella a solas—farfullo.

–¿De qué?

–¿No crees que si teníamos que hablar a solas es porque era un tema entre ella y yo?—contesto lo más serio que puedo. Max suelta una risita insoportable.

–Eres un capullo—me suelta Joshua sin más.

–¿Que yo soy un capullo? Eras tú el que querías seguir haciendo las carreras sin importarte una mierda los corredores y eras tú el que quería algo a cambio de mi amistad.

–Sí, pero yo no he estado follándome a tu hermana a escondidas—me la devuelve. Le brillan los ojos de rabia, está claro que no lo ha olvidado.

Por suerte para todos, suena el timbre y la gente empieza a entrar al edificio. Joshua me dedica una última mirada de advertencia, se vuelve y se va. Me quedo clavado temiendo volver a tener que quedarme con Max y Darrell mientras veo cómo Joshua y Jade únen lazos.

Salgo de la clase de física destrozado, nunca se me ha dado bien esa mierda. En serio, ¿para qué me van a servir a mí los Joules y los Pascales? Camino hasta mi taquilla y dejo todo el material dentro. Me giro, listo para dirigirme al comedor, pero Darrell se coloca delante mío quitándome el paso. Su pelo castaño está hecho un desatre y se ha arremangado las mangas de la camisa. Es mucho más bajo que yo y aunque intenta aparentar seguridad, sé que no la tiene. Creo que le doy miedo o algo así.

Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora