Jade
Podría decirse que ya he conseguido inventarme una rutina diaria para matar estos días que no voy al Instituto. O, como lo llama Victor, "La Escuela".
Igual que ayer, hoy me he dado un baño en la piscina después de desayunar. Es sorprendentemente reconfortante saber que tengo una piscina quilométrica para mí sola, y más aún saber que no hay nadie que vaya a molestarme. No he estado más de diez minutos en el agua. A diferencia de ayer, el Sr. Golf no ha aparecido y no se me ha quedado mirando mientras me secaba el pelo. Es un imbécil. Y un mimado. Y un desagradecido. Y un gilipollas. Tengo que contenerme para no seguir con la lista. Sí, es guapo y está para toma pan y moja, pero, tal y como mi madre me ha advertido más de cien veces, una cara bonita no implica un corazón bonito. Después del baño de la piscina voy a mi habitación y mato el tiempo. Una chica acostumbrada a este tipo de casas lujosas mataría el tiempo intercambiando mensajes con sus amigas australianas, hablando con su madre o, qué sé yo, a lo mejor se pintaría las uñas o algo así. Yo, en cambio, me quedo mirando atontada el vestidor y las prendas que me trajo Ally —la asistenta de Victor— ayer. Es una chica majísima, pero se nota a quilómetros de distancia que no puede con todo el estrés que carga encima. Me trajo cinco vestidos impresionantes y varias camisas y pantalones súper pijos. No son para nada mi tipo —de hecho, nunca me he puesto un vestido—, pero mirar mi vestidor y babear hace que me sienta muy afortunada de estar aquí. Luego comemos, y Victor me contesta amablemente a todo lo que pregunto. De verdad que cada vez me cae mejor este hombre, ¡es mucho mejor que cuando sale en televisión! Un enfurruñado Derek come junto a nosotros, pensando en Dios sabe qué y con la mirada fija en su plato. Imbécil... Ayer después de comer subí a la biblioteca, pero como hoy no hay una sola nube en el cielo y la temperatura es más que agradable, decido salir a pasear un rato por el jardín.
Me ato mis Converse y salgo de mi habitación. No es que me conozca la casa a la perfección, pero ya consigo llegar a la puerta de salida sin perderme. El aire del exterior me anima a seguir caminando, no hace un calor extremo pero lo bastante como para que fuera normal confundir este día con uno propio de verano. Llego al jardín que preside a la mansión. Está lleno de flores perfectamente cuidadas y arbustos preciosos. Hay un pequeño camino de tierra envuelto de vegetación, decido cogerlo. Camino uno o dos minutos más hasta que llego a un banco con vistas a un estanque con nenúfares y una pequeña fuente. Es precioso. Y seguro que tremendamente caro.
–¿Jade?
Salto a modo de reflejo. Y yo que pensaba que era imposible encontrarme a alguien aquí. Giro la cabeza hacia la voz que me ha despertado de mi pequeño trance. Ahí está Charlie, el señor que se encargó de traerme a la Mansión Harford. Le sonrío, aliviada; pensaba que era Derek. Me extraña verlo vistiendo una camiseta blanca que contrasta con su piel negra y unos pantalones tejanos anchos. Es raro verlo vestido así después de haberle conocido con un esmóquin y con unas gafas de sol que no me permitían ver sus ojos marrones.
–Hola.
–¿Has venido a investigar el jardín?—bromea sentándose a mi lado. Me río.
–Sí, más o menos.
–Llevo sirviendo a los señores Harford tres años, y aún me pierdo cuando paseo por aquí—me cuenta, y no puedo evitar sonreír—. Aunque suelo venir aquí, a este estanque. Es bonito.
–Sí, ¿verdad?—no podría estar más de acuerdo con él.
–¿Cómo están yendo tus primeros días aquí?—inquiere.
–Sinceramente, aburridos. Intento llenar mi tiempo, pero esta semana será aburrida. Si Derek fuera un poquito más majo se me haría más llevadero, pero me es imposible charlar con alguien tan arrogante y estúpido como él—decido dejar de despotricar contra el Sr. Golf porque me voy a poner mala, y, a juzgar por la cara de Charlie, él también.
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Blanco y Negro
Romance"He tenido la maldita suerte de ganar el sorteo para hacer un intercambio con un instituto privado de Estados Unidos. A pesar de mis constantes quejas, mi madre me ha obligado a irme a vivir allí un curso entero. ¡Un curso entero! Ocho largos meses...