Jade
Oh..., los dedos de Derek saben hacer verdaderas maravillas. Mi mente solo es capaz de acariciarle la cabeza y soltar algún que otro gemido ahogado, me nubla la cabeza cuando hace cosas tan... perfectas. Me agarro con fuerza a las sábanas cuando noto que vuelve a besarme el estómago para descender un poco más que antes, hasta el borde de mis bragas.
No sé por qué razón al entrar con la comida se ha lanzado a besarme como loco, pero no me voy a quejar. ¿Qué idiota se quejaría? Derek besándome el cuello, la clavícula, los pechos, el estómago... Nunce pensé que un hombre tan atractivo y sexy como él besara tan ridículamente bien. ¿Es que no tiene ningún defecto? Tiro suavemente de su tupé despeinado cuando empieza a bajar mi ropa interior. Joder. Sé que Derek lo está haciendo aposta; nadie bajaría unas bragas a la velocidad que él lo está haciendo. Me muero de ganas por sentir sus besos en la zona más vulnerable de mi cuerpo, y la lentitud de Derek no hace otra cosa que aumentarlas. Cuando por fin me ha desnudado al completo, siento que se acerca a mi oreja y me susurra de la forma más sensual del mundo:
–Tranquilízate, preciosa. Mis padres te van a oír si sigues gimiendo de esta manera.
Me regala un corto beso en los labios tras pronunciar esas palabras y vuelve a centrarse en esa zona. Hago todo lo posible por acallar mis jadeos descontrolados, pero esto me puede. Estoy impaciente por sentir su lengua hacer maravillas, estoy impaciente por tirarle del pelo, estoy impaciente por... Oh, joder. Empieza a besarme cada vez más cerca, empezando por los muslos y acabando en... ah, joder... Joder.
–Derek...—es lo único que soy capaz de gemir cuando noto que su lengua entra en escena.
Juguetea con sus labios a la vez que me acaricia el muslo que he levantado para darle más facilidad a la hora de colocarse entre mis piernas. No resisto más las ganas de entremeter mis dedos por su alborotado pelo y así sentirlo aún más cerca de mí, más en contacto... Él sigue haciendo maravillas ahí abajo mientras yo gimo y me muerdo el labio inferior para no gritar de placer. Si no es a su cabeza, me agarro a las sábanas con fuerza como si temiera salir volando —aunque, por lo bien que lo está haciendo Derek, no debería descartarlo—. Empiezo a sentir esa presión en mi bajo estómago cuando intercambio una mirada con el chico que me vuelve loca. Sus ojos azules brillan al repasar mi cuerpo desnudo y su pelo, más despeinado de lo habitual, me pide a gritos que tire de él. Su lengua vuelve a darme placer, vuelve a saborearme... hasta que pierdo el control y me fundo en uno de esos orgasmos que arrasan con todo.
A las ocho de ese mismo día bajamos a cenar por puro compromiso. Sé que Derek querría haberse quedado en la cama viendo la televisión, besándome, acariciándome, disfrutándome... Y no puedo negar que eso es justo lo que también me apetecía a mí. Dado que no hemos desayunado ni comido con sus padres, ambos hemos convenido que deberíamos bajar para cenar y charlar un poco. Bueno..., la verdad es que nos lo podríamos haber ahorrado.
La cena está llena de miradas incómodas, comentarios de reproche y mal rollo. Yo, por suerte, no protagonizo ninguna de esas cosas; son Victor y Derek los responsables de eso. Desde que nos hemos sentado en la mesa a cenar, el escritor no le ha quitado los ojos de encima a su hijo, quien no ha dudado en atacarle con una mirada llena de odio. Después, unos minutos más tarde, Victor ha dado a entender que Derek y yo estábamos juntos, y que nos convendría dejarlo. Mientras yo he tratado de ignorar ese comentario —que por cierto, no me ha hecho ninguna gracia—, mi novio (¡mi novio!) le ha respondido con una mirada de advertencia. No sé qué narices les pasa a esos dos, pero no me gusta ni un pelo. Victor siempre me ha caído muy bien, pero eso de que deberíamos dejarlo me ha chocado bastante. ¿Quién es él para decirnos eso? No tiene ningún derecho a hacer tal cosa. Sabía que después de que Alice nos pillara esta mañana no iba a dudar en contárselo a su marido, pero nunca se me hubiera pasado por la cabeza que nos aconsejara que lo dejáramos.
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Blanco y Negro
Romance"He tenido la maldita suerte de ganar el sorteo para hacer un intercambio con un instituto privado de Estados Unidos. A pesar de mis constantes quejas, mi madre me ha obligado a irme a vivir allí un curso entero. ¡Un curso entero! Ocho largos meses...