Verde olivo

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Jade

A diferencia de lo que había pensado en un principio, la gente no parece cansarse del rumor de que Derek Harford y yo estamos saliendo. Ya han pasado cuatro días desde que me dio ese beso en la cafetería, ¿es que no lo pueden superar? ¡Ni siquiera fue un beso en los labios, por Dios! Es una pesadilla ser el tema de conversación del instituto. Sé que no debería importarme tanto, al fin y al cabo solo son niños pijos aburridos con sus vidas, pero de veras detesto las miradas descaradas y los susurros improvisados por los pasillos. Al menos estoy disfrutando mucho de nuestra relación; durante estos días no hemos tenido ningún problema grave. Se podría decir que actuamos como una pareja normal, de esas que salen en las películas, sin discusiones ni peleas ni dramas. Disfrutamos el uno del otro, reímos, charlamos... Creo que puedo decir con total libertad que estos pocos días han sido los mejores desde que llegué a Los Ángeles. Sin embargo, no puedo dejar de pensar que esta es la calma que precede a la tormenta. Derek y yo somos propensos a discutir y crear dramas, y es por eso que tanta calma no parece una buena señal.

Aparto ese torbellino de pensamientos de mi cabeza y me centro en lo que estoy haciendo: dejar las libretas en mi taquilla. Genial, me he quedado atontada mirando la pared. Me apresuro a dejarlo todo y cerrar el pequeño armario para salir de una vez por todas del instituto; es viernes y tengo unas ganas tremendas de llegar a mi habitación y quedarme ahí tumbada toda la tarde.

–Ey, Bristow, ¿puedo hablar un momento contigo?—me dice una voz que nada bueno puede traer.

–¿Qué?—le espeto a Renée Hunt girándome hacia ella, cansada. Esta chica no me cae nada bien (y no es solo por ser la ex de Derek). Además, estoy pasando por esos días en los que no me apetece hablar con nadie y odio a todo el mundo, así que será mejor que tenga que decirme algo importante—. Tengo prisa, así que no puedo perder el tiempo, Renée.

–No es perder el tiempo—repone intentando controlar su rabia—. Quería hablarte sobre Derek.

–Lo que faltaba—susurro demasiado alto. Me lanza una mirada de esas que matan y se aparta su melena morena del hombro, por poco no me da en la cara.

–Estáis saliendo, ¿verdad?—inquiere desinteresadamente.

–Hm—doy a entender que sí.

–Deberías saber que no es trigo limpio—comenta mirándose las uñas.

–Mira, sé que no te caigo bien, pero no ataques a Derek por eso, ¿vale? No es justo—replico rodando los ojos. Ella suelta una risita falsa.

–No lo digo por eso. ¿Acaso sabes por qué cortamos? Si te lo explicara seguro que te cambiaría la cara—tras esas palabras, suspiro armándome de paciencia.

–Al grano.

–Supongo que te ha soltado todo ese rollo de que está enamorado, y que le gustas y tal, ¿no?—todas mis alarmas se tensan al escuchar eso. ¿Qué quiere decir?—. A mí también me lo dijo. Me dijo que estaba loco por mí y que era el amor de su vida y bla, bla, bla. Tres meses después le pillé follándose a mi prima... En fin, que no te creas todo lo que dice. Le encanta utilizar a las chicas.

Mi cerebro se detiene y empiezo a procesar lo que me acaba de contar. ¿Derek y Renée cortaron porque él le puso los cuernos? Y Derek le dijo que estaba enamorado, que era el amor de su vida. Se me revuelve el estómago al imaginármelo. A mí ni siquiera me ha dicho que soy el amor de su vida. ¿Y si Renée tiene razón? No. Seguro que esta arpía se lo está inventando todo. Pero, ¿y si tiene razón? ¿Y si me está utilizando? ¿Y si acaba engañándome? ¿Y si todo es mentira? No puedo evitar ahogarme en preocupaciones e hipotesis horribles. Ya decía yo que era demasiado bueno para ser verdad.

–Pero...—trato de buscar alguna excusa para defender a Derek, pero me quedo en blanco.

–No sabes cuánto daño me hizo. Yo sí que estaba enamorada... Dios, estaba pillada hasta el fondo—dice riéndose—. Y mira, tuve que superarlo. Tuve que superar a ese idiota.

–¿Por qué me dices esto? Tú no...

–Te lo digo para que no te pase—me interrumpe—. Oye, es verdad que no me caes bien, pero Derek me cae peor, y no quiero que vuelva a engañar a nadie. No es un buen tío; al menos, no con las chicas. Mi relación con él fue una gran mentira desde el principio; con Kim ya sabes cómo acabó todo; y por lo que he oído, sus otras relaciones tampoco es que fueran muy bonitas.

–Yo le quiero—digo sin pensar. ¡Mierda!, ¿por qué narices he dicho eso? Soy ridícula.

–A él no le importa—sentencia con crueldad, y a mí me dan ganas de llorar—. Créeme, una relación con Derek está destinada a acabar mal.

Me quedo inmóvil, intentando asimilar la angustia y la tristeza que invaden con rapidez mi cuerpo. No puede ser verdad, no quiero que lo sea. Derek me quiere, me lo ha dicho, lo he sentido, ¡no puede ser mentira! Pero es Renée quien tiene experiencia en salir con él, no yo. Ella sabe cómo es realmente, ¿no? A ella la engañó. Y a otras chicas también. ¿Por qué no iba a engañarme a mí? Seguramente solo soy un nombre más en su lista de mentiras. Sí, eso es lo que soy: un nombre.

–Te estoy haciendo un favor, Bristow. Yo de ti me andaría con cuidado con ese chico—me advierte.

–Sí..., vale—balbuceo, la verdad es que no sé bien qué decir. Ella me ofrece una mirada comprensiva y sale de mi campo de visión—. Gracias—añado en voz más alta para que me oiga.

Estoy hecha polvo. Con las ganas que tenía de pasar este fin de semana junto a Derek, y ahora... ahora no quiero ni verle. No entiendo cómo fue capaz de engañar a tantas chicas. ¿Es que le gusta herir sentimientos? ¿Es que no sabía que esas chicas sí que estaban enamoradas? ¡Yo estoy enamorada de él! Soy incapaz de imaginarme la cantidad de dolor que sentiría si descubriese que me engaña. Joder, no sé qué hacer. Por una parte, quiero olvidar esta conversación y seguir confiando en él, pero por otra quiero gritarle y recriminarle haber herido a tantas chicas.

Me aguanto las lágrimas que me piden salir y me armo de valentía y dignidad. Me recoloco la mochila y echo a andar hacia la salida del edificio. Sé que ya es tarde y que lo más probable es que Derek me esté esperando al lado de su coche preguntándose dónde me he metido. En cuanto salgo al exterior, me abrazo a mí misma y comienzo a bajar las escaleras que llevan al aparcamiento.

No tardo en distinguir el tupé despeinado de mi novio junto al Porsche blanco que tanto le gusta. <Probablemente el coche le gusta más que tú, Jade>, me dice mi odioso subconsciente. Pongo los ojos en blanco y sigo bajando los escalones de piedra con el corazón en un puño. ¿Me está engañando? No, por Dios... ¡No! No puede estar engañándome, yo lo amo. Lo único que quiero hacer ahora es esconderme bajo las sábanas y llorar. Llorar por la incertidumbre de sus sentimientos, si es que tiene.

Noto que sus ojos se posan en mí, y cuando le devuelvo la mirada y me hundo en esos ojos tan azules lo único que puedo hacer es sostenerme en la barandilla para no caerme. Qué patética soy. No puedo ni mantener la compostura cuando mi novio —que probablemente está engañándome— me mira. Intento seguir andando, pero a mis pies les cuesta moverse. Sé que cuando llegue ahí, a su lado, nada bueno va a pasar.

Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora