Ceniza

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Derek

Jade durmiendo es una de las cosas más hermosas que he visto nunca. Su respiración acompasada, su pelo por la almohada, sus párpados cerrados... Está cogida a las mantas de mi cama como si le fuera la vida en ello, y su cuerpo está tan acurrucado al mío que no quiero ni moverme por si la despierto. Está tan en paz... Sin su ceño fruncido y sus constantes quejas no parece la misma, pero sigue estando preciosa y la quiero igual. O más.

Mis esfuerzos en no despertarla se ven atropellados por el sonido de una notificación en mi teléfono. Seré idiota... Ayer se me olvidó ponerlo en silencio cuando nos fuimos a dormir. Lo peor de todo es que seguro que es algún mensaje tonto de Will que no merecerá haber despertado a Jade.

Se remueve un poco y luego suelta un bostezo. Me la quedo mirando con atención, y cuando abre los ojos no hace otra cosa que sonreír.

–Buenos días—murmura.

–Buenos días—contesto—. ¿Has dormido bien?—se lo pregunto mientras se incorpora un poco, lo justo para llegar a mi altura.

–Genial.

Me inclino para darle un largo beso mañanero, pero me detengo porque la empiezo a notar distante. Cuando abro la boca, ella la cierra, y ni siquiera me coge del pelo o me acaricia. Me separo y la miro fijamente. Veo tristeza reflejada en sus ojos avellana, e inmediatamente me pongo alerta.

–¿Estás bien?—leo su expresión, y no tardo en ver que está intentando disimular su tristeza.

–Sí—miente. Me quedo callado para que añada algo más, pero no es el caso.

–¿Ah, sí?—le digo, y entonces suspira.

–Es que...—entierra su mirada en las sábanas mientras trata de encontra las palabras. Le cojo de la mano para tranquilizarla, aunque es posible que yo esté más nervioso que ella—. Derek, me queda muy poco tiempo aquí. En menos de una semana volveré a Melbourne, y no podremos vernos hasta enero. Será mucho tiempo separados. Demasiado.

–No puedes preocuparte por eso ahora, Jade—suspiro—. No te lo voy a negar; yo también lo llevo pensando unos días, y me duele muchísimo que te vayas tan pronto..., pero tenemos que aprovechar lo que nos queda, ¿vale? No quiero pasar la última semana contigo llorando por los rincones.

–Lo sé... Tienes razón. Es que no puedo evitarlo. Es una tontería—farfulla toqueteando mi camiseta—. Estos meses han pasado tan rápido... Siento como si fuera ayer cuando llegué a Los Ángeles. Parece increíble que ya haya pasado tanto tiempo—me mira un segundo, un poco insegura—. No he hecho ni la mitad de cosas que tenía en mi lista—añade con una risita.

–¿Qué lista?—¿desde cuándo tiene una lista de cosas por hacer?

–Es una tontería sin importancia—repone riéndose y negando con la cabeza.

–No, no lo es. Venga, dime lo que tienes en tu lista.

Mi novia pone los ojos en blanco, pero me hace caso y alcanza su teléfono para leerme todas las cosas que siempre ha querido hacer en Los Ángeles. Me cuenta que ya ha tachado pisar la UCLA, ir a Malibú, visitar el Observatorio Griffith, pasear por el Downtown y asistir a una fiesta "americana" —cosa que no acabo de entender—. También me dice lo que le falta: Huntington Beach, Universal Studios y el Paseo de la fama.

–Genial—exclamo cuando acaba de leer.

–Es una chorrada que hice antes de venir aquí, Derek. Da igual—dice dejando el móvil a un lado.

–No da igual—insisto—. ¿Sabes qué?, hoy mismo te voy a llevar al Paseo de la fama.

–Derek...

–Venga, ¿por qué no? ¿Acaso tienes algo mejor que hacer?—la chincho. Ella me fulmina con la mirada—. Dúchate, vístete y en media hora nos vemos abajo. Compraremos el desayuno por el camino.

Mi novia arquea una ceja y se cruza de brazos. Ignorando su reacción, salgo de la cama y voy al vestidor para escoger la ropa que me pondré hoy. Cuando vuelvo Jade sigue en la misma posición.

–¿No piensas moverte?—le digo.

–No quiero que te sientas obligado a llevarme, y...

–Deja de decir tonterías—la interrumpo—. Prepárate y nos vemos abajo. Esa lista no se va a completar sola.

Es entonces cuando por fin Jade cede y se levanta del colchón. Me mira con una sonrisa radiante y se acerca para regalarme un cariñoso beso que nada tiene que ver con el de antes. Después me da las gracias y sale de mi habitación.

Treinta y cinco minutos más tarde, estoy viendo bajar a Jade por las escaleras. Parece una modelo —como siempre—. Me llama la atención que no se haya secado el pelo y que lleve una camiseta fina; hace bastante frío. Antes de que le pueda decir nada, se lanza a mis brazos para darme un abrazo.

–Gracias otra vez por llevarme.

–No es nada—repongo—, de verdad, Jade. No me cuesta nada coger el coche y llevarte al Paseo de la fama. Si me lo hubieras dicho antes, podríamos haber completado la lista entera... Pero supongo que eso lo haremos el año que viene—añado guiñándole el ojo. Mi novia sonríe y me planta un beso en los labios.

–No te merezco.

Salimos de la mansión y nos metemos en mi Porsche. No tardo mucho en bajar por las calles de Beverly Hills hasta llegar al barrio de Hollywood; aunque antes de adentrarme en la zona más turística detengo el coche en un Starbucks Drive-Thru. Pido dos capuccinos, un croissant para mí y un donut glaseado para ella. Sé que es su favorito. Nos zampamos todo el desayuno mientras buscamos un aparcamiento en condiciones; la mayoría están hechos para turistas y lo más probable es que intentaran robarme mi precioso Porsche.

Cuando por fin hemos salido del coche y hemos llegado a Hollywood Boulevard, me dispongo a enseñarle mis estrellas favoritas a Jade. También pienso mostrarle el teatro chino y el lugar donde se celebran los premios Oscar. Joder; sí que tengo ganas de hacer de guía turístico.

–¿Jade?—me giro, pero no la encuentro por ningún lado. ¿Dónde narices se ha metido? No hace ni un minuto estaba detrás mío. Recorro el camino que hemos hecho con la mirada, y es entonces cuando la veo parada en una trampa para turistas. Pongo los ojos en blanco mientras me acerco—. ¿Qué estás haciendo?

–¡Mira!—sus ojos brillan de ilusión cuando me tiende... ¿un folleto?—. Es un mapa con la ubicación de todas las estrellas. ¡Todas, Derek!—me aclara totalmente emocionada.

–Vale..., podemos llevarlo, si quieres—farfullo.

–Son cinco dólares—interviene el vendedor de la tienda. Ya decía yo que esto tenía pinta de ser una trampa para turistas.

–¿Cinco dólares?—madre mía, aquí hay que pagar hasta para caminar—. Deja esa estupidez, Jade. En internet podemos encontrar el mismo mapa. Y gratis.

–Espera..., quiero ver dónde está la estrella de Rihanna—me dice echando un último vistazo al folleto. Yo ruedo los ojos: Jade y su queridísima Rihanna...

Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora