Verde militar

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Jade

Estoy más que cabreada con Derek. Es un cobarde. Y un imbécil. Y un niño rico. Vaya, que lo odio. ¿Cómo se atreve a irse a Beverly Hills dejándome sola con sus padres? ¿Cómo se atreve a desaparecer de la noche a la mañana sin dejarme ni un mísero mensaje? No entiendo qué demonios le ha pasado por la cabeza, pero no se lo voy a perdonar. ¿Acaso se arrepiente de besarme? Si es así, ¿por qué no paró ayer por la noche? Este chico me tiene hecha un lío y muy muy cabreada. Por no hablar de que he pasado el día entero sola. Victor y Alice han estado tomando el sol y yo, que estaba —y estoy— cabreada, no me apetecía. Conclusión: Derek Harford es el Rey de los Imbéciles.

Remuevo la lechuga que hay en mi plato por enésima vez. No tengo nada de hambre, debería irme a mi habitación a hacer los deberes de matemáticas que nos han mandado para el lunes y aún no he hecho. Sin embargo, aquí estoy: "cenando" con La Familia Harford una ensalada que seguro que está buenísima. Hace menos de una hora que hemos llegado de Malibú, y cuando he visto a Derek... poco me ha faltado para arrancarle la cabeza. Victor y Alice hablan animadamente a un lado de la mesa; al otro, Derek y yo permanecemos en un ensordecedor silencio con los ojos fijos en el plato. ¿Cómo he llegado a besarme con él? ¿Y por qué me ha gustado?

–¿No quieres más ensalada, Jade?—me pregunta de repente Victor. Alzo la cabeza, desorientada.

–Eh... No, no tengo mucho hambre. De hecho, me gustaría subir a mi habitación. Tengo que acabar unos deberes—<y empezarlos>, añade mi subconsciente.

–Claro, no hay problema—el padre del Rey de los Imbéciles me sonríe.

–Gracias—farfullo, y me apresuro a levantarme de la mesa.

–Yo tampoco tengo más hambre—dice la voz de mi querido Derek, y oigo que él también se levanta. ¿A qué está jugando?

Hago como si tal cosa y sigo con mi camino. Subo las escaleras lo más rápido que puedo y corro a mi dormitorio. Solo me faltan unos pocos milímetros para llegar cuando...

–¿Podemos hablar?—noto su respiración en mi nuca, está demasiado cerca. Me giro y cuando me encuentro con su cabello perfectamente despeinado, sus hipnotizantes ojos azules y su polo de marca, exploto.

–¿Ahora? ¿¡Ahora quieres hablar!?

Suelta un bufido exasperante y me agarra de la muñeca para llevarme a rastras a su dormitorio. Hago todo lo posible por soltarme, pero Derek es ridículamente fuerte. En serio, ¿cómo puede tener esos músculos?

–Mira, Jade...—empieza. Cierra la puerta detrás suyo y antes de que continúe, le interrumpo.

–¿Qué quieres hablar, Derek? Lo has dejado todo muy claro cuando te has ido esta mañana—le ladro.

Se frota la cara con las manos para después llevárselas al pelo. Me mira mientras busca las palabras exactas. Me apuesto lo que sea a que diga lo que diga me va a cabrear más.

–Lo siento—me quedo un poco descolocada, no me esperaba oír eso. Reacciono:

–¿Que lo sientes? ¡Yo sí que lo siento! ¿Me puedes explicar por qué coño te has ido sin decirme absolutamente nada?—me cruzo de brazos y fijo mis ojos en los suyos.

–Pensaba que te arrepentirías—contesta con la voz ronca. Se apoya en la pared y se cruza de brazos igual que yo.

–¿Sabes qué? Tienes razón. No te imaginas cuánto me arrepiento—le suelto con la máxima crueldad que puedo. Me acerco a su puerta y abro, lista para marcharme de este lugar—. Ah, y no te molestes en llevarme al Instituto mañana—murmuro antes de darle un portazo en las narices.

Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora