Lino

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Derek

Veo cómo Jade corta otro trozo de carne. No entiendo por qué la corta en trocitos tan pequeños; normal que siempre tarde tanto en comer. Se lo lleva a la boca, y al levantar la cabeza, me sonríe.

–¿Me miras?

–Me estoy preguntando por qué el hecho de que cortes la carne en trozos tan pequeños hace que te quiera más—admito. Mi novia se atraganta cuando me escucha, y al recomponerse se acerca y me da un beso en el mentón.

–Te quiero.

Aparto un poco la bandeja y le paso el brazo por la espalda para tenerla más cerca. Estamos en medio del comedor del instituto, pero tener un gesto íntimo como este me da igual; la gran mayoría ya ha acabado de comer y está en los jardines. Y si estuvieran aquí tampoco tendrían derecho a opinar una mierda.

Mi novia sigue cortando carne mientras yo me dedico a mirar a unos chicos con una pancarta. Están intentando colgarla en la pared del fondo, así que tengo que esforzarme para conseguir leer lo que pone. "Baile de Navidad, Viernes 20 de Diciembre a las 21.30 en el Gimnasio".

Vaya..., este año ni siquiera me había parado a pensar en el Baile de Navidad. Otros años empezaba a buscar pareja a principios de noviembre, pero esta vez ni se me había pasado por la cabeza que habría un baile. Mientras miro cómo cuelgan el cartel me doy cuenta de que el baile se celebra la última noche de Jade en Los Ángeles, y pienso que es una de las mejores maneras de despedirse de ella. Qué coincidencia tan genial. Me giro hacia ella, y nos imagino bailando una canción lenta. Jade deslumbrante; con un vestido que se ciñe a su cuerpo... Y yo cogiéndola por la cintura, ensimismándome en cada pequeño y perfecto detalle de mi novia.

–¿Derek?—su voz me despierta del trance.

–¿Hm?—hago como si no acabase de viajar a otro mundo.

–¿En qué estabas pensando?—cotillea. Me dedico a buscar una respuesta que no ponga en evidencia lo cursi que me pongo cuando entro en trance mientras miro su plato. Vaya, ya se lo ha terminado todo.

–Ah..., eh..., en una tontería. Me preguntaba si querrías venir al baile con Charlie o en el Ferrari—miento.

–¿Qué?

–A mí me da lo mismo—me encojo de hombros—. Siempre y cuando conduzca yo el Ferrari, claro.

–Derek, ¿qué estás diciendo?—Jade parece totalmente desconcertada. Incluso me atrevería a decir que está... ¿alarmada? Pero, ¿qué le pasa?

–Que tú decides cómo vamos al baile. Puede traernos Charlie o...

–No, no, no—me interrumpe—. ¿Baile? ¿Vamos a ir al Baile de Navidad?

–¿Qué? Pues claro que sí—contesto.

–Pero será mi última noche aquí—replica, como si acabara de ofenderla.

Mi novia frunce el ceño, y yo me doy cuenta de que nunca habíamos hablado de cómo íbamos a pasar su última noche. No sé qué tenía pensado, pero ¿qué mejor que un baile? Es perfecto. Además, no podemos perdérnoslo: va a ir todo el mundo.

–Lo sé, y por eso mismo será aún mejor. Vamos, Jade, nos lo pasaremos bien—la animo.

–No quiero pasar nuestra última noche juntos en un puto baile—sentencia.

La miro bien, y veo que está más cabreada de lo que pensaba. ¿Por qué le molesta tanto? Es un baile, no tiene nada de malo. Mientras intento entenderla, ella baja la cabeza y se cruza de brazos como si fuese una niña pequeña.

–No hace falta que te pongas así. No es motivo para enfadarse.

–No estoy enfadada—me ladra. Ya, claro.

–Entonces, ¿qué te pasa?—arqueo una ceja. Sé perfectamente que se ha enfadado, pero no quiere reconocerlo porque incluso ella sabe que es una tontería.

–¡No lo sé, Derek!—salta—. Solo... pensaba que la última noche no iba a ser en un gimnasio lleno de idiotas bebiendo ponche—masculla, y yo sonrío. Ya echaba de menos algún ataque o insulto a nuestros queridos compañeros.

–No hace falta que vayamos si tú no quieres—murmuro, aunque me cuesta horrores decir esas palabras.

–No, Derek. Si tú quieres ir al baile iremos y punto. No voy a obligarte a quedarte en casa—dice casi tan poco convencida como yo.

Cojo aire y me dispongo a rendirme y rechazar el baile, pero antes de que pueda hacer nada, el timbre suena anunciando el comienzo de las clases de la tarde. Jade se levanta como si tuviera prisa o algo.

–Nos vemos luego.

Y sin más, se aleja de la mesa en la que estoy sentado como una estatua y desaparece por la puerta principal del comedor.

Mierda.

Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora