Zafiro

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Jade

Cuando despierto al lado de Derek no hago otra cosa que sonreír. Anoche me sentí tan liberada... Es el primero al que he dejado libre acceso a mi pasado y a mi vida, y creo firmemente que es la persona más especial para mí en estos momentos. Se me hace raro decirlo, pero es cierto. Y pensar que hace dos meses no lo conocía y ahora es en quien más confío. Me muevo un poco y veo que él está despierto y me mira con ojos risueños.

–Buenos días, princesa—no puedo evitar reírme a carcajada limpia cuando le oigo. ¿En qué universo paralelo soy una princesa?—. ¿Qué pasa?, ¿por qué te ríes?—pregunta sin entender nada.

–¿Tengo cara de princesa?—le suelto cuando dejo de reírme.

–No..., pero... No sé, es lo que dicen en las películas—se excusa rascándose la nuca.

–No estamos en una película—repongo riéndome—. Y tampoco soy una princesa.

–Vale, vale, perdona—se aclara la garganta—. Buenos días, australiana pobre—le doy una amistoso golpe en el brazo y él se ríe, aunque realmente prefiero "australiana pobre" a "princesa".

Me revuelvo entre las sábanas y me incorporo para llegar a sus labios. Él me corresponde y nos fundimos en un largo beso mañanero. De veras no entiendo cómo demonios su boca sabe tan bien a las diez de la mañana y recién despertado; estoy segura de que la mía sabe fatal. Dejo paso a su lengua cuando me muerde el labio inferior y yo alzo la mano hasta su pelo despeinado..., qué gusto entremeter los dedos por sus mechones castaños. Sonrío involuntariamente cuando intenta separarse pero yo le retengo y hago que el beso dure más. Ojalá fuera eterno. Pasa sus dedos por mi mejilla y se aparta poco a poco. Hace una risita adorable cuando ya se ha separado por completo.

–Debería ducharme..., tengo cosas que hacer—se excusa moviéndose hasta el borde de la cama.

–¿Qué cosas?—inquiero arrastrándome para llegar a su lado.

–Tengo que recoger el ejemplar de prueba del próximo libro de mi padre—contesta—, en el centro. He quedado con el señor Glouberman a las once y media.

–¿Por qué no va tu padre?—me fastidia que no podamos quedarnos todo el día en la cama besándonos y sabe Dios qué otras cosas.

–Tiene que acompañar a mi madre al notario. Ya ha llegado el testamento de mi abuelo de San Francisco.

–Ah—no quiero quejarme porque no es un tema del que bromear, pero eso no quita que siga fastidiándome haber de quedarme sola durante unas cuantas horas en esta inmensa mansión—. No tardes mucho, por favor.

–Puedes venir, si quieres—me propone.

–¿De verdad?—exclamo claramente emocionada—. ¿No te importa?

–No—se ríe—; solo es recoger un libro. Además, el señor Glouberman ya te conoce y no creo que tenga ningún inconveniente en que estés ahí—contesta llenándome de felicidad—. Así puedo enseñarte el centro de negocios de Los Ángeles.

Como respuesta, le doy un rápido beso en los labios. Creo que es obvio que me encanta la idea. ¿Ir al Downtown, a una prestigiosa editorial, con Derek? No hay una sola palabra que me desagrade. Unos minutos después, salgo de su habitación para ducharme en la mía. Elijo una simple sudadera gris y unos tejanos para pasar el día y no tardo en estar lista. Bajo al comedor y espero a Derek mientras desayuno una tostada con mermelada.

Lo veo bajar por las escaleras vestido como un modelo de cualquier revista de moda masculina. Lleva un jersey ancho negro que ha conjuntado con unos tejanos cuidadosamente desgastados y unas deportivas blancas. Va perfecto. Mierda, ¿y si yo hago el ridículo entrando en la editorial vestida con una sudadera? ¿Debería haberme arreglado? Antes de que pueda seguir dudando sobre mi aspecto, aparece Jessica con su carrito al mismo tiempo que Derek se sienta frente a mí y se sirve su clásico café del desayuno.

Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora