Violeta

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Derek

Hace más o menos tres días que no hablo con Jade. Jade... Jade... Es imposible imaginarse cuánto la echo de menos, cuánto sufro cuando nos cruzamos sin decirnos una palabra y lo poco que me gustan los trayectos del Instituto a casa y de casa al Instituto. Necesito hablar con ella, necesito volver a tocarla, volver a sentirla... Dios, estoy loco. No sé qué narices me pasa con Jade, pero se me hacen imposibles los días sin ella, sin su sonrisa y sin sus besos. ¡Mierda!, ¿por qué tuve que ser tan idiota como para soltarle esas gilipolleces? ¿Por qué no le pregunté si quería ir a la fiesta de Darrell? Seguro que diría que no y no hubiéramos tenido estos problemas.

Acabo de anudarme bien la corbata y me recoloco la camisa. He escogido vestirme con un simple esmóquin azul marino con pantalones tipo chinos y unas elegantes deportivas blancas. Esta noche voy a arreglar las cosas con Jade, quiero que en los malditos premios USAW estemos riéndonos de todo el mundo juntos; bien, sin pelear. Trato de domar mi pelo tirándolo para atrás y me echo un poco de colonia. Miro la hora en mi nuevo Rolex..., las ocho y media. Está bien, tengo unos quince minutos para ir al cuarto de Jade e intentar arreglar las cosas. Me visto con la chaqueta del esmóquin y salgo de mi habitación. Madre mía, mentiría si dijera que no estoy nervioso. Me paso como poco dos minutos frente a su puerta pensando lo que le voy a decir. Seré claro, sincero y directo. Suspiro. Acerco la mano a la puerta para llamar, pero justo cuando mis nudillos tocan la madera, la puerta se abre y sale la asistenta de mi padre de la habitación. Me mira como sonriéndome, cosa que no entiendo porque no hablo mucho con ella. Pasa por mi lado y yo me adentro en el dormitorio.

–Jade, yo...

Y soy incapaz de decir una sola palabra más. Ahí está Jade: preciosa, hermosa y guapísima. Me atrevería a decir que parece que vive en Beverly Hills. Su vestido está formado por un top y una falda que se únen en su estrecha cintura en forma de cinturón realzándole la figura y marcando sus preciosas curvas. La parte del torso lleva encaje negro y algunos apliques brillantes. La falda le cae hasta por encima de las rodillas y el material es como de tul, también negro. Unos tacones de infarto le estilizan aún más las piernas. Por si no fuera poco, se ha recogido el pelo en un elegante y discreto moño. Lleva mucho maquillaje que le tapa sus bonitas pecas y de la orejas le cuelgan unos pendientes dorados que hacen juego con sus pulseras. Vaya, que me vuelvo loco al verla y se me olvida todo lo que tenía pensado decir.

–¿Derek?—me cuesta lo suyo reaccionar.

–¿Hum? Eh..., sí, sí... Jade, yo, eh..., ¿podemos hablar?—me rasco la nuca, nervioso. Ella asiente y yo cierro la puerta.

–¿Qué pasa?

–Bueno..., he venido a disculparme—miro a cualquier lugar menos a ella, sé que me pondría más nervioso—. Estos días te he echado de menos, Jade. Siento mucho lo que dije, debería haberte preguntado si querías ir a la fiesta de mañana y desde luego no decidir si esos son tus amigos o no. Lo siento. Lo siento muchísimo.

–¿Por qué no me preguntaste si quería ir? Sabes..., no era tan difícil—me reprocha ella, aunque por su voz no parece tener muchas ganas de discutir. <Porque no quiero que ese imbécil te ponga las manos encima>, se me ocurre decir.

–Pensé que dirías que no. Me dijiste que odiabas las fiestas llena de gente como yo—mascullo, y por fin reúno el valor suficiente para mirarla. Joder, es preciosa.

–Estaba equivocada—me dice con una sonrisa—, ojalá se hiciera una fiesta llena de gente como tú.

Se me para el corazón durante largos segundos. No me creo que haya dicho eso, ¿le gusto? No se suele soltar esa frase así como si nada, ¿no? Madre mía... Me la quedo mirando entre embobado y confundido. Me cuesta un tiempo reaccionar, abrir la boca y decir:

Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora