Champaña

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Jade

–No me puedo creer que no me hubieses invitado antes aquí.

Emma mira por enésima vez por la ventana y se queda embobada con las vistas al jadín delantero. Me quedo pensativa y caigo en que está en lo cierto: desde que nos conocemos, no había venido aquí. Miro su pelo lacio y rubio, sus largas piernas y la sudadera de segunda mano que lleva puesta. Me alegro de haber encontrado a alguien como yo en medio de toda esta parafernalia; Emma me entiende como nadie, ambas nos hemos enamorado de chicos ridículamente ricos y ambas venimos de barrios bajos. La echaré muchísimo de menos, no se imagina cuánto.

Echo un vistazo al reloj que descansa en mi mesita de noche. Mañana a estas horas ya estaré volando a Australia. Ya habré dejado Los Ángeles atrás. Habré dejado a Derek atrás. ¡Dios, qué angustia! No quiero ni pensar en ello; me pongo histérica. Jamás me había dolido tanto separarme de alguien, aunque solo sean quince días.

–Te echaré de menos—murmura mi amiga aún mirando por la ventana. Vaya, creo que sus pensamientos no eran muy distintos a los míos.

–Y yo. No sabes cuánto.

–¡Llámame cuando llegues! Y cuando estés en tu casa. Llámame todos los días—me pide girándose y apuntándome con el dedo. Me río porque un poco más y es mi madre.

–Te llamaré, no te preocupes—le prometo—. Dios..., no me puedo creer que ya sea mi último día aquí. Todo ha pasado tan rápido... ¡Parece que fue ayer cuando conocí a Derek!—exclamo tumbándome en el colchón. Emma me imita y se estira a mi lado.

–¿Haréis algo especial? Ya sabes... como es tu última noche...

–Vamos al Baile de Navidad del instituto.

–¿Qué? ¿Cuándo?—se incorpora completamente alterada.

–Pues... empieza a las nueve, creo—contesto incorporándome yo también.

–¡Jade, solo quedan dos horas!—me riñe—. ¿Qué haces con el uniforme puesto?—me mira de arriba abajo y chasca la lengua en señal de desaprobación.

–Aún tengo tiempo—repongo tumbándome de nuevo.

–De eso, nada—Emma se levanta y me agarra del brazo para sacarme de la cama. Pongo los ojos en blanco; ahora no me apetece arreglarme—. Voy a dejarte hecha una obra de arte.

–No sé yo...

–Vamos, Jade, con el vestidor tan impresionante que tienes, ¿no te apetece ir como una diosa a ese baile?—vaya, diría que ella está más emocionada que yo—. Para cuando acabemos, Derek no va a dejarte salir de la cama—bromea, pero yo me atraganto con mi propia saliva—. ¿Qué?, ¿no te apetece follártelo durante toooda tu última noche?—se ríe.

–Hm.

A Emma se le borra la sonrisa de inmediato y me mira muy fijamente. Frunce un poco el ceño, y analiza cada rincón de mi rostro como si estuviera buscando algo. Después de unos instantes eternos, abre los ojos de par en par.

–No lo habéis hecho—ni pregunta; solo afirma. Se lleva las manos a la boca como si fuera la peor noticia que podría haber recibido y niega con la cabeza—. No, no, no. ¡Jade! Pero, ¿¡qué demonios!?

–¿Perdón?—no sé qué decir.

Sí, es cierto: Derek y yo no lo hemos hecho. Es algo que siempre he tenido en mente, pero tenía cosas más importantes de las que preocuparme. Ahora que lo pienso, no me extraña que Emma reaccione así. Llevamos casi dos meses saliendo y solo hemos llegado a los preliminares. Qué vergüenza... No quiero ni saber lo que está pensando Emma de mí ahora mismo.

Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora