Coral

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Jade

La noticia del pequeño viaje de Derek me ha sentado como una patada en el estómago. Sé que yo soy la última persona que puede hacer algo al respecto, pero me encantaría hablar con Victor y preguntarle cuál es su problema. Desde que Derek y yo empezamos a salir, está mucho más distante conmigo y ya no nos pasamos horas y horas hablando o debatiendo. En las comidas suele evitarme o se pone a hablar con Alice. Por una parte me entristece el cambio, pero por otra me alegro porque he conocido esa faceta que tanto odia Derek de su padre. Tal y como dice él, si no tiene las cosas bajo control estalla, y esta vez nuestra relación ha sido el detonante. Me gustaría buscar alguna excusa a su odioso comportamiento, pero lo cierto es que no la encuentro. ¿Por qué no nos puede dejar en paz? Todo sería más fácil si se alegrase de que su hijo tiene pareja, o al menos podría fingirlo. No me gustan nada sus miradas de asco descaradas cuando nos ve juntos, como esta mañana.

Además, obligar a Derek a acompañarle los primeros días de su tour se debe a algo más que enseñarle cómo funciona el mundo empresarial. De alguna manera sé que lo ha hecho para separarnos, y me veo obligada a rezar para que no le presente algún contacto con una hija de nuestra edad. Es patético, pero estoy segura de que Victor no tendría ningún problema en emparejar a Derek con alguna chica de una familia del mundillo, y yo no podría estar más celosa, especialmente porque no voy a poder estar ahí para evitarlo.

Me levanto y dejo el plato en el lavavajillas. No sé cuánto rato me he quedado mirando al infinito asimilando que voy a estar sola durante unos cuantos días, pero el suficiente para que Derek se haya acabado sus tortitas y haya subido a su dormitorio. Justo cuando voy a abrir la puerta de la cocina para ir en busca de mi novio, este entra ya vestido y con el pelo húmedo. Joder, sí que me he pasado rato mirando al horizonte.

–El coche ya está listo. ¿Vamos a recogerlo al taller?—me pregunta intentando animar el ambiente. La verdad es que antes parecíamos estar en una funeraria.

Un impulso me obliga a abrazarlo. Es como si quisiera retenerlo para que se quede aquí y no se vaya. Derek me corresponde y pasa sus fuertes brazos por mi cintura estrechándome contra sí. Inspiro su fragancia, su olor, su esencia, para memorizarla al detalle. Voy a echarle tanto de menos... Después del improvisado y metafórico abrazo, me separo lo justo para decirle que en diez minutos estaré lista.

Me doy una rápida pero efectiva ducha que me ayuda a despertarme. Después de estar bajo el chorro de agua con la cabeza dando tumbos entre San Francisco y Portland, he concluído que lo mejor que puedo hacer es disfrutar del poco tiempo que nos queda hasta que se vaya. Me mostraré optimista, no quiero estar de mal humor todo el día —aunque en el fondo esté cabreada con el mundo—.

No puedo contenerme y acabo probándome la sugerente ropa interior que compré ayer, y descubro que me queda de lujo. Finalmente me la dejo puesta. Decido vestirme con un jersey de lana para protegerme del recién llegado frío invernal y con unos tejanos ajustados. Deslizo mis pies por mis viejas Converse y ya estoy lista.

Bajo a la planta principal. Derek me espera en el recibidor mirando, distraído, su teléfono móvil. Está guapísimo y la tristeza vuelve a invadirme cuando recuerdo que va a irse unos días. Evito ese pensamiento y llego a su altura con una sonrisa. Quiero pasar el día contenta; no deprimida.

–Me gusta tu jersey—se burla cuando alza la vista de la pantalla. Pongo los ojos en blanco.

–Cállate—le espeto dándole un amistoso golpe en el hombro. Derek se ríe negando con la cabeza.

Mi jersey de lana es calentito, cómodo y suave: perfecto para el invierno. Es cierto que no me queda del todo bien, ya que parezco un muñeco de nieve despeluchado. Nunca me han importado las opiniones de los otros sobre mi ropa, pero, extrañamente, hoy me arrepiento de no haber escogido otra cosa; algo con lo que Derek me encontrase más atractiva.

Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora