Turquesa

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Derek

Me paso las manos por el pelo por enésima vez. Sé que nada voy a conseguir con eso, pero me ayuda a aclarar un poco mi mente. Esta noche no he pegado ojo, y me he estado comiendo la cabeza durante más de seis horas; cuatro de las cuales, con Jade entre mis brazos. Soy consciente de que todo lo que le dije ayer cayó como una bomba sobre nosotros, pero necesitaba soltarlo, Dios, ya no podía aguantar más sin decirle que la quiero. La quiero como a nadie. Jade me ha hechizado, me ha vuelto loco con su complicada simplicidad y su ironía burlona. Una chica tan diferente a mí..., de un entorno tan distinto... Nunca se me hubiera pasado por la cabeza que iba a enamorarme de esa chica de sudaderas sucias y pelo asalvajado.

Oigo su pausada respiración detrás mío. Ella aún duerme, tranquila, sin preocuparse de lo que vamos a tener que enfrentarnos cuando despierte. ¿Lo habrá pensado ya? ¿O se durmió sin más cuando llegamos a casa? Sé que colarme en su cama no fue muy adecuado, pero necesitaba estar con ella aunque solo fuera para sentirla cerca de mí. Sentir su cuerpo en contacto con el mío, oír su respiración adormilada, inspirar el olor a violetas y flores que desprende..., todos esos son los lujos que más deseo. Irónicamente, son lujos que no puedo comprar. Yo, que lo puedo comprar todo... excepto a ella.

Me decido a levantarme del colchón y regresar a mi cuarto, pero justo en el momento que coloco la mano sobre el pomo, Jade emite un gruñido y se despereza.

–¿Derek?

Me giro poco a poco, no quiero enfrentarme a lo que está a punto de pasar, simplemente no quiero. Sé que soy un cobarde, pero si Jade me dice que no quiere salir conmigo no me hará ninguna gracia. Ayer abrí mis sentimientos —una vez más— para ella, y me dolería que no le diese importancia y siguiera negándose a tener una relación.

–Hum... Buenos días—dubito un poco ya que no sé muy bien cómo comportarme.

–¿Has...? ¿Hemos... dormido juntos?—se apoya sobre sus codos mirándome con confusión desde la cama.

–Eh... Sí, en realidad..., vine anoche—admito rascándome la nuca—. Necesitaba estar contigo—farfullo.

–Derek—suspira acomodándose en el cabecero de la cama. Aún va vestida con la ropa de anoche y me dan ganas de quitarme la camiseta y prestársela para que vaya más cómoda y yo pueda gozar de verla con mi ropa. Le da unos toquecitos al colchón invitándome a sentarme frente a ella. Mis pies van solos hasta el lugar—. Mira..., yo...

Un escalofrío me recorre el cuerpo. Si empieza así, me va a decir que no; lo sé. Estoy seguro. Desvío la mirada y me entretengo mirando mis rodillas. No quiero escuchar cómo me rechaza y cómo me vuelve a explicar que no cree en el amor y que no está preparada.

–Lo entiendo, Jade. No pasa nada, de verdad. No hace falta que lo digas—murmuro.

–¿Qué?

–Que entiendo que no quieras salir conmigo. Me has dicho cantidad veces que no crees en el amor y que no te van las relaciones, no sé por qué te lo pedí si sabía que ibas a decirme que no. Fui un idiota y punto. Además...

Sus labios interrumpen mis palabras y me deja a cuadros. ¿Por qué me está besando? Este no es un momento muy bonito, siendo sinceros. Me cuesta lo suyo corresponderla y abrir mi boca para profundizar el beso. Jade sonríe claramente satisfecha de que yo la haya correspondido. Ella me rodea por la nuca y se sienta a horcajadas sobre mi regazo. Joder, esta chica me tiene loco. Me encanta que me bese cuando le apetezca, pero... ¿de verdad?, ¿ahora? Nuestras lenguas entran en batalla al tiempo que nuestras respiraciones se aceleran. Dios... su olor, su fragancia y sus jadeos me nublan el juicio. Nunca antes alguien me había hecho perder tanto los estribos como ella; es insano cuánto la deseo. Le doy un suave apretón en los muslos para acercarla más a mi cuerpo mientras se separa muy lentamente y apoya su frente en la mía.

Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora