Jade
–Sí, mamá, todo está bien..., no te preocupes—le repito por enésima vez. De verdad que no me acordaba de lo pesada que puede llegar a ser mi madre.
–Pero, ¿seguro? Te llevas bien con la familia y estás cómoda, ¿no?—a duras penas entiendo lo que dice. Entre que está en otro país y que ambos teléfonos son una mierda, hay más interferencias que si estuviéramos en el espacio.
–Otra vez, mamá: sííí.
–Solo quiero asegurarme de que todo va bien.
Bueno, bien, lo que se dice bien no estoy. Hace más de tres días que no hablo con Derek, simplemente nos ignoramos..., y duele. No sé por qué razón me duele estar enfadada con él, con Derek todo es muy distinto que con cualquier otra persona. Cruzarnos y no hablarnos, miradas de reproche y silencios eternos: en esta se ha convertido nuestra relación. Lo peor de todo son los trayectos del Instituto a casa y de casa al Instituto. Derek se limita a conducir a toda pastilla para llegar cuanto antes a casa mientras yo me hago la dormida. Porque sí: sigo enfadada con él, no debería haber decidido por mí y mucho menos decirme quiénes son mis amigos. Estos días, a parte de ignorar a Derek olímpicamente, he estrechado mi amistad con Joshua, quien al parecer prefiere estar conmigo en lugar de con sus amigos. No sé qué les pasa a todos los de ese grupo, pero no hay ni uno que actúe normal. En conclusión, estos días me he sentido muy sola —sobre todo en la Mansión Harford—. Por suerte he quedado con Rich dentro de... Mierda, ¿ya son las cinco y media? Genial, llego tarde.
–Sí, sí, todo va bien, mamá. Tengo que colgar. Es urgente—las palabras me salen a borbotones pero al parecer el mensaje llega.
–Ah..., eh..., bueno, de acuerdo. Cuídate, cariño. Te quiero.
–Yo también te quiero, ¡adiós!—cuelgo la llamada y corro a mi vestidor.
Me quito el uniforme del Instituto y decido vestirme con una camiseta de manga corta blanca y unos sencillos tejanos anchos. Me calzo mis deportivas blancas y salgo de mi cuarto medio corriendo. Por el pasillo me cruzo con Derek, pero lo ignoro y sigo mi camino. En el momento que llego al recibidor, me llega un mensaje de Rich diciéndome que está en la entrada esperándome. Me peino un poco el pelo con los dedos y salgo al exterior tranquilamente, como si llevara tiempo esperando y no me acabara de preparar hace menos de dos minutos.
–¡Jade!—grita Rich. Está frente al jardín delantero apoyado en su moto y con un casco negro bajo el brazo. Se ha vestido con una chaqueta de cuero y unos tejanos ceñidos que le quedan como un guante.
–¡Hola!—le sonrío. Bajo las escaleras como una princesa y voy con calma hasta donde está él. Nos abrazamos efusivamente.
–¿Solo llevas esta camiseta? Me parece que tendrás frío en la moto—me dice cuando nos separamos un poco.
–Sí..., es verdad. Mejor voy y cojo una sudadera.
–Espera, tengo una aquí—murmura. Aparta sus manos de mi cintura y abre el maletero de la moto. Me tiende una sudadera gris ancha.
–Gracias—le sonrío mientras la despliego y me la pongo.
En cuanto dejo caer la prenda por mi cuerpo, me doy cuenta de que me va enorme. ¿Cómo es posible que me vaya tan gigante una sudadera de un chico un año más pequeño que yo? Si es que soy enana. Rich se queda mirando cómo me queda su sudadera un rato y luego se gira y coge un casco para mí. Trato de subirme a su moto como puedo y una vez estoy sentada, me agarro a su cuerpo como una lapa. Él se ríe.
–¿Quieres tranquilizarte?
–No—tartamudeo. Rich se vuelve a reír y enciende el motor—. ¿Dónde vamos?
ESTÁS LEYENDO
Blanco y Negro
Romance"He tenido la maldita suerte de ganar el sorteo para hacer un intercambio con un instituto privado de Estados Unidos. A pesar de mis constantes quejas, mi madre me ha obligado a irme a vivir allí un curso entero. ¡Un curso entero! Ocho largos meses...