Rojo indio

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Jade

Esto no está saliendo tan bien como yo esperaba. La familia de Derek, tal y como ha dicho él, es muy tradicional. Demasiado. Me quedo corta si digo que no les ha gustado ni un pelo que yo fuera su novia. Parecía que les había encantado hasta que el marido de la hermana de Alice me ha preguntado por mi familia. En otras palabras: por mi dinero. Y claro, yo soy más pobre que una rata, así que mi apellido no es muy conocido por pertenecer a esas familias que toda la población sabe que podrían salvar al tercer mundo. Total: la única persona que parece haberme aceptado es la adorable abuelita de Derek.

Ahora, ya comiendo el típico pavo propio de Acción de Gracias, me siento totalmente fuera de lugar. Estoy sentada entre Derek y Victor y delante de los abuelos. Toda la familia habla animadamente entre sí de temas triviales o poco interesantes como si les fuera la vida en ello mientras yo como en silencio. Hablaría con Derek, pero él ha decidido enzarzarse en una conversción con su primo —el cual no me ha quitado los ojos de encima, por cierto—.

Verlos a todos así, tan unidos y felices, me sienta mal. Vale: es egoísta, pero cierto. Los envidio; ojalá yo tuviera una familia con quien reunirme de vez en cuando para hablar sobre trivialidades y bromear entre nosotros. Yo solo tengo madre, no sé cómo es sentirse acogida en un grupo de gente con quien se comparte ADN. Sería tan fantástico tener a esta cantidad de seres queridos que se reúnen para celebrar algo como Acción de Gracias... Estoy segura que para Navidad también se juntarán todos, intercambiarán regalos y harán muñecos de nieve. Yo, en cambio, en Navidad me quedo sola en casa mientras mi madre trabaja horas extra para conseguir llegar a fin de mes. Derek no sabe la suerte que tiene de tener a tanta gente que le quiere, por mucho que se queje de su padre... ¡al menos tiene uno! Yo ni siquiera sé dónde está el mío.

Me he esforzado tanto en causar una buena impresión y en sentirme bienvenida... ¿en qué estaba pensando? La Gran Familia Harford jamás me aceptará, por mucho maquillaje que haya en mi cara o por mucho esfuerzo que le ponga en disimular mi acento de paleta, nunca querrán incluirme porque no soy como ellos. No soy rica. No tengo familia. No tengo a nadie con quien hacer muñecos de nieve. Y nunca lo tendré.

Es entonces cuando no aguanto más, me levanto y me voy del comedor. Necesito estar sola. No quiero seguir viendo cómo esta familia disfruta de este maravilloso día mientras yo revuelvo la comida de mi plato. Subo las escaleras a toda prisa para llegar en cuanto antes a mi habitación. Quiero esconderme bajo las sábanas y fundirme en mi soledad; una soledad con la cual estoy condenada a vivir. Me encierro en el dormitorio y me desmorono casi al instante. Joder..., odio llorar tanto. Odio no poder mantener mis emociones a ralla, odio ser tan sensible. ¡Antes no era tan sensible! Antes no tenía que esforzarme tanto por aguantar la compostura... Creo que enamorarme de Derek me ha hecho más sensible.

No me sorprende ver que mi novio no tarda ni dos minutos en irrumpir en la habitación. En cuanto me ve, se sienta a mi lado y me besa en lo alto de la cabeza. No hace nada, no dice nada, solo me abraza y me acaricia con ternura la espalda. Dios... le quiero tanto. Sus caricias me calman y dejo de derrochar tantas lágrimas.

Me agarra de la cintura y me obliga a sentarme sobre su muslo izquierdo. Me regala un beso en la mejilla y me coloca un mechón suelto detrás de la oreja. Cojo aire y me dispongo a explicarle que no es para tanto, que ya estoy bien y que no tiene de qué preocuparse.

–Si vas a decir algo, más vale que no sea mentira. Te conozco, Jade, y no quiero oír ningún "no es tan grave como crees". Sé perfectamente que algo es grave cuando te hace llorar así—me advierte antes de que yo pueda decir nada. ¡Maldita sea!, ¿por qué me conoce tan bien?

–Derek...—murmuro—. Es que... todo esto... Tu familia...

–Lo sé; mi familia es una mierda—me interrumpe—. No quiero que pienses más en ello, ¿vale? No tiene que importarnos su opinión. Son una familia horrible y punto.

Blanco y NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora