Jade
–¿Y tú que les has dicho?—me pregunta Derek llevándose a la boca un trozo de panna cotta.
–Que se fueran o les tiraba el batido por encima—mi novio se ríe un poco, pero sé que no le ha gustado nada que unos chicos me dijeran esas cosas.
Sí, se lo he explicado. No creo que sea nada que esconder, sobre todo teniendo en cuenta lo cobardes que han sido cuando les he amenazado. Es más, es algo de lo que puedo bromear; aún me río recordando lo gallitos que se han puesto y lo rápido que han huído del bar.
–Me hubiera gustado estar ahí y partirles la cara—dice Derek sin tapujo alguno. Niego con la cabeza con una sonrisa y devuelvo mi atención al delicioso cheesecake que tengo frente a mí.
Debemos de llevar más de una hora en el restaurante italiano, comiendo, charlando y riendo. La verdad es que le he cogido cierto cariño al sitio, me parece un acogedor establecimiento donde los camareros —aunque lleven unas pintas de "italianos" ridículas— son bastante majos. Además, la comida está buenísima y, añadiendo la compañía de Derek, el resultado es inmejorable. Una cena con mi novio en este restaurante es todo lo que necesito para ser feliz. Prefiero esto a estar en el lujoso restaurante al que me llevaron sus padres.
–¿Qué has hecho mientras yo estaba con Emma?—curioseo desinteresadamente.
–Eh..., bueno... Ya sabes—oigo cómo traga saliva y trata de encontrar una escapatoria—. Estudiar.
Soy incapaz de contener una fuerte carcajada. ¡"Estudiar"! ¿Cómo puede pensarse que voy a tragarme eso? Esta tarde me ha dejado bien claro que no estudia los viernes, ¿y ahora pretende que me crea que ha estado estudiando? Aunque me estoy riendo, tengo un leve malestar en el estómago. ¿Por qué me miente? Me pregunto si habrá estado haciendo algo que no quiere que yo sepa, lo que pone en tensión todas las células de mi cuerpo.
–No has estado estudiando—replico mirándole fijamente a los ojos. Él evita todo lo posible el contacto visual. Se encoge de hombros y se tira un poco para atrás.
–Sí que he estudiado. Me aburría y no tenía otra cosa que hacer—se excusa. Se le da fatal mentir.
–Estás mintiendo—murmuro bajando la vista al último trozo de cheesecake que queda en mi plato. De veras estoy intentando tomarme esto bien, pero me siento algo decepcionada.
–¿Puedes traer la cuenta, por favor?—le pide a un camarero que está algo lejos.
–Derek—le advierto—. Sabes que mentirme no es una buena opción—no voy a dejar que se escabulla; si me está mintiendo quiero que lo reconozca. Mi novio bufa y se lleva las manos a la cabeza.
–¡Vale!, te estoy mientiendo, Jade, pero no he hecho nada malo, de verdad. Deja que el tiempo pase y lo descubrirás por ti misma—me asegura. Titubeo un poco y acabo decidiendo confiar en él, parece decir la verdad.
–Aquí tenéis—el camarero nos interrumpe y deja la cuenta en medio de la mesa.
¡Mierda! Se me había olvidado que ya no tengo dinero. Mierda, mierda, mierda. Estoy haciendo justo lo que no quería: dejar que Derek me lo pague todo. Soy idiota, no debería haber propuesto venir a cenar aquí. Con el pequeño accidente ni se me ha pasado por la cabeza que mi cartera está vacía. ¿Por qué no le he dicho que nos fuésemos a casa? Dios, soy imbécil. Acabo sacando mi monedero para comprobar que no han brotado dólares por arte de magia. Desgraciadamente, no he tenido esa suerte y solo tengo un arrugado billete de cinco.
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Blanco y Negro
Romance"He tenido la maldita suerte de ganar el sorteo para hacer un intercambio con un instituto privado de Estados Unidos. A pesar de mis constantes quejas, mi madre me ha obligado a irme a vivir allí un curso entero. ¡Un curso entero! Ocho largos meses...