1) Castigo

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Harry Potter se dirigía hacia el despacho de Snape, ya entrada la noche, para cumplir su injustamente impuesto castigo. A su parecer, el profesor siempre le imponía condenas desmesuradas, irrealizables y poco justas por las infracciones de menor importancia. Por ejemplo, ese día lo único que había hecho era cometer un error con su poción de manera que los efluvios que emanaba durmieron a los estudiantes en un rango de tres metros. No era para tanto, ¿no? Parte era culpa de Snape por querer enseñarles pociones cuando la clase que actualmente impartía era Defensa Contra las Artes Oscuras. Sí que debía amar las pociones.

Llamó a la puerta. No se oyeron pasos pero, tras lo que Potter identificó como un hechizo no verbal, el pomo giró por sí mismo y la puerta se entornó hacia dentro.

-Buenas tardes, profesor Snape- dijo el alumno de sexto curso sin cruzar una mirada con su maestro y cerrando la puerta a sus espaldas.

-Buenas tardes, Potter- respondió el hombre. Tampoco él se dignó a mirar a su interlocutor, sino que estaba concentrado en colocar su escritorio. El despacho de Snape era un híbrido entre un despacho normal y corriente, con su mesa y estanterías; y una mazmorra repleta de tarros llenos de pociones y sustancias viscosas bañada por una extraña luz verde.

Harry esperó prudentemente la orden de lo que tenía que hacer. No tenía demasiadas ganas de empezar, pero tampoco quería alargarse demasiado puesto que el estudio mermaba sus horas de sueño considerablemente.

-Bien. Potter- procedió Snape con su profunda voz y también profunda parsimonia, -no tengo trabajo sucio para ti hoy, así que espero que aproveches bien este valioso tiempo de castigo didáctico. Considérate- hizo una pausa como para dar énfasis y suspense a sus palabras -un afortunado.

Hizo una nueva pausa, con la aparente intención de que la corta mente de Potter pudiera asimilar la información.

-Has de preparar una poción crece pelo perfecta, no como esa abominación de hoy en clase. No esperaba de ti, efectivamente- dijo observándolo de arriba abajo -que trajeras tu libro de texto, así que aquí tienes la receta- puso un pergamino sobre el banco de trabajo más cercano a Harry con más fuerza de la necesaria -los ingredientes- empujó hacia él una considerable cantidad de tarros de vidrio que entrechocaron entre sí -y, por suerte para ti, Potter, te voy a dar unos consejos antes de que empieces- añadió con cierto egocentrismo y haciendo una mueca que vagamente podría recordar a una sonrisa irónica.

Después de unas cuantas indicaciones de Snape, siempre con los habituales comentarios sarcásticos cuando menos te lo esperas, Harry estaba tan concentrado y empapado de información que tenía miedo de tener algún otro pensamiento por si acaso se le olvidaba alguna de las (aparentemente inútiles) instrucciones de Snape. El profesor ya se iba por una de las puertas laterales cuando se giró y dijo:

-Ah, y, Potter. Tengo una cosa muy importante que hacer, así que... no me molestes. Esa poción debería mantener tu limitada mente ocupada por lo menos las siguientes dos horas.

Una vez el hombre se hubo ido, Harry se encomendó a la tarea. Era más complicado de lo que le había parecido en clase, y los "consejos" de Snape lo hacían aún más laborioso.

Mantuvo el tipo hasta que, con el proyecto de poción crece pelo borboteando en el fuego y mientras cortaba unos extraños tubérculos que parecían tener por lo menos trescientos años de antigüedad, sus pensamientos comenzaron a divagar:

-¿Cuántos años tendrá Snape?- pensó. -Creo que Sirius y Remus alguna vez han mencionado que fue al colegio más o menos en la misma época que ellos- echó cuentas, en ocasiones ayudándose de los dedos. -Así que... no debería llegar a los cuarenta años. Tampoco es tan viejo.

Antes de Tiempo /SNARRY/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora