71) Amor

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Dumbledore tenía razón, Dumbledore siempre tenía razón.

Solo sería libre si se permitía amar, y eso era malditamente cierto.

Desde que Severus había aceptado que amaba a Harry con toda su alma no había vuelto a ser el mismo. En realidad sí, porque ya lo amaba antes de eso, pero ahora lo sabía, era plenamente consciente de ello y acunaba ese sentimiento en su pecho cada noche. Ahora se levantaba por las mañanas con un motivo, trabajaba con un motivo y recibía cada segundo de tortura con un motivo.

Por él. Por él. Por él. Era su mantra, lo que repetía en su mente cien veces al día, ansioso de que llegase la batalla para darlo todo, hasta la vida. Por él.

Le había salido la vena Gryffindor, y ahora entendía a lo que Dumbledore se refería con aquello del Amor. Aunque era doloroso, su máximo deseo era verlo libre, vivo y feliz cuando la guerra acabase. Dolía porque sabía que tendría que ser sin él, igual que dolía verlo ser feliz con sus amigos, verlo de lejos, aunque de verdad, de corazón, se alegraba de que hubiera podido pasar página.

Por las noches ya no tomaba Sueño Sin Sueños, ya no lo sentía necesario, a veces soñaba con él pero las escenas solían ser dulces conversaciones y caricias de las que se despertaba con una sensación agridulce pero cálida.

Llegó a sus oídos la ruptura de Harry con la chiquilla pelirroja, y la parte celosa de él se alegró por ello, pero mayormente se preguntó qué habría pasado para que esa relación durara tan poco. Recordó que las relaciones adolescentes eran así, iban, venían, dramáticas y pasionales, y se alegró de poder desechar el pensamiento de que había roto de alguna manera la capacidad de amar de Harry.

Pronto llegó un punto en el que Severus sentía que iba a explotar. No era capaz de guardar ese secreto, no era capaz de esconder algo tan grande, de mirarle desde la tarima del profesor y saberlo ajeno a sus sentimientos. No era capaz de recordarlo la mañana después de la tragedia diciéndole que lo quería como si fuera un reproche, esperando una respuesta que él nunca le había dado. Y ahora podía dar esa respuesta.

Ese era el problema, lo que volvía loco a Severus, que quizá decírselo solo le haría más daño. Se había propuesto mostrarse odiable para que Harry se olvidara de él, ¿y ahora iba a correr a decirle que lo amaba? ¿No era eso un poco despreciable y egoísta por su parte?

Harry no podría perdonarle lo que había hecho, nunca, él lo sabía, ni por un momento se le pasó por la cabeza otra cosa, pero tenía que decírselo. Lo necesitaba como aire para respirar.

Al final, casi queriendo excusarse a sí mismo, decidió que tan solo quería que Harry lo supiera. Que supiera que había sido y era amado y, aunque no se atrevería a pedirle un perdón que no merecía, que supiera que se arrepentía muchísimo, que herirle era lo peor que había hecho jamás.

***

-¡Diez puntos menos para Gryffindor!- exclamó ante el desastre de antídoto que Potter había preparado ese viernes en defensa contra las artes oscuras. -Y castigo esta noche a las diez en mi despacho.

Las palabras salieron de su boca sin casi pensarlas, y no se dio cuenta de su magnitud hasta que se giró hacia Longbottom, hacia quien la poción había saltado y quemado media cara.

Harry tragó saliva, adrenalina corría por sus venas. Era la primera vez que Snape le quitaba puntos desde hacía tres meses, prácticamente era la primera vez que le hablaba. Y lo había castigado. Aquella misma noche. En su despacho.

Una especie de miedo y un nudo apretado de nervios se acomodaron en su estómago, empezando a asimilar que tendría que pasar por lo menos una hora a solas con él en aquel lugar. No tenía miedo real a lo que él pudiera hacerle, sino al recuerdo de lo que allí había pasado, que hacía tiempo que no lo acosaba, aunque tampoco nunca había dejado por completo de hacerlo.

Antes de Tiempo /SNARRY/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora