66) Fantasías

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En la mañana del miércoles la música de su mesita despertó a Severus, que la apagó con un bufido de frustración. Al menos esa noche no había soñado nada, bueno, suponía que habría soñado algo que no recordaba. Pero es que las últimas noches habían estado llenas de sueños estrambóticos y pesadillas que terminaban en largas horas de no dormir.

Estaba luchando contra su pereza por salir de entre las mantas cuando lo notó. Estaba erecto.

Se quedó mirando el bulto en su pijama como atontado. No había tenido ninguna erección desde que Harry se había ido.

El día anterior había sido la primera vez que se veían después de aquello. El lunes se había ausentado de clase y, evidentemente, Severus no había querido indagar el motivo ni mucho menos intentar penalizarlo, pero el martes Harry sí se había presentado a defensa contra las artes oscuras.

Severus, su mirada perdida en el bulto en la entrepierna de su pijama, recordó vívidamente la imagen de Harry sentado en su pupitre el día anterior, su mano temblando descontroladamente, cómo había perdido el hilo de lo que estaba diciendo y había tenido que hacer una breve pausa. Luego Harry había escondido la mano debajo de la mesa y él se había forzado a seguir dando la clase.

Con un último pensamiento doloroso resolvió que no merecía sentir placer alguno masturbándose para aliviar esa erección, y se metió en el baño para una ducha de agua fría.

Ese día pasó rápido. Volvió a ver a Harry en clase pero fue más soportable. Es cualquier caso verle, estar en su presencia, no era tan doloroso como había imaginado, y se sintió un poco culpable por eso.

Después hubo una reunión general de mortífagos en la que no tuvo que hacer demasiado esfuerzo, solo un poco de ejercicio de Oclumancia, y en la que pudo comprobar que, por suerte, su Obliviate había hecho efecto y Draco no se acordaba de nada.

Volvió a su habitación no muy tarde, pero se acostó sin esperar a más. Se quedó de costado, con los ojos abiertos mirando a la penumbra, e inexplicablemente se le saltaron las lágrimas. Hizo lo que Albus le había aconsejado y trató de llorar por Harry, no por sí mismo.

Se colocó bocarriba. La sensación de las lágrimas frescas cayendo por sus mejillas hasta llegar a sus orejas y hacerle cosquillas siempre le había tranquilizado, y se sintió mucho más calmado y en paz, tanto que en algún momento se durmió.

Severus Snape era un escéptico hasta en sueños, pero en aquella ocasión ni siquiera lo pensó. Harry le sonreía, desnudo, recostado en su sofá, y con un dedo juguetón lo invitaba a acercarse.

Y lo hizo, se acercó despacio, se inclinó sobre él y tomó su cara entre las manos, mirando sus ojos como si pensara que no era real. Una parte de él sabía que no lo era, pero apagó por completo su consciencia y se regodeó en aquel intenso placer, en el sentimiento de que aquello que había pasado -ya ni se acordaba exactamente- no había sido real y todo seguía siendo como siempre.

Se inclinó más para besarlo, apoyando su cuerpo encima del suyo en el sofá. Las manos de Harry posesivas en su espalda y sus nalgas le gustaron. El chico estaba excitado, y Severus solo pensaba en meterlo entero en su boca y tragarse su orgasmo.

Cuando se despertó, frío en su cama grande y vacía, con un nudo de culpa en la garganta, ya era casi la hora de levantarse.

No pudo evitarlo. Fue al baño y se masturbó, rápido y mal, como quien no quiere que le pillen. No podía dejar de pensar en lo mal que estaba eso, en cómo estaba no solo fantaseando con un alumno (aunque eso ya estaba superado), sino con él, a quien había herido tan gravemente. Dudaba si Harry podría volver a disfrutar del sexo algún día pero él estaba tan enfermo que le seguía deseando después de todo. Tenía miedo de que eso significara que en el fondo no estaba arrepentido de lo que había hecho.

Antes de Tiempo /SNARRY/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora