78) Batalla

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El día 11 de mayo, Harry y Severus se despertaron más juntos que nunca, cara a cara en la cama y abrazados el uno al otro como lapas. Los ronquidos de Harry se escapaban por entre sus labios entreabiertos a medio centímetro de la nariz de Severus, y el cabello de este estaba desparramado por todas partes.

A esta escena siguió una rutina de mañana especialmente silenciosa. Cuando Severus salió de la ducha y Harry se acercó a él para peinarle como ya era costumbre, el profesor rechazó la habitual trenza.

Harry sonrió incómodo, nervioso. Tuvo un "no querrás que el pelo te moleste en la batalla" en la punta de la lengua, pero se mordió los labios y calló.

Desayunaron lo de siempre en un extraño silencio. La expectación ante la batalla se manifestaba en ellos de manera diferente: Severus estaba pensativo, con la mirada perdida; Harry parecía una bomba de relojería y por poco no se tiró todo el chocolate encima. Sin embargo, cuando la mano del chico se deslizó por la mesa hasta la suya, Severus se la tomó con fuerza, disponiéndose a comer con la izquierda.

-Lo siento- murmuró. -No estoy hablando nada.

-Tranquilo- respondió Harry acariciándole la mano con el pulgar. -Es normal no tener ganas de hablar.

-No, pero...- carraspeó y dejó el tenedor. -Tenemos que decir algo,  llevamos desde anoche ignorando lo que va a pasar hoy, y este silencio incómodo es una mierda.

-No hay nada que decir- siguió comiendo obstinadamente.

-Harry...

-¡No te vas a despedir de mí! No voy a permitir que te despidas. Porque vamos a estar bien.

-Sé realista.

-¡No quiero!- las tazas y los platos tintinearon con el golpe que le propinó a la mesa. Apartó la mano de la Severus, se quitó las gafas suspirando y se frotó la cara. -Lo siento, estoy muy nervioso.

-Tú y todos, mi amor- se inclinó hacia él y lo miró profundamente a los ojos. -Solo recuerda...- uno de sus dedos acarició la cicatriz en forma de rayo -cada vez que nos veamos ahí fuera... recuerda que te quiero.

Le tomó la mano y, apretándola fuertemente, besó la cicatriz que rezaba "no debo decir mentiras".

***

Ya llevaba solo un rato cuando la Marca Tenebrosa empezó a picar. Se levantó la manga y puso la mano sobre el tatuaje para saber quién llamaba. Una imagen de Draco en la Sala de los Menesteres flasheó delante de sus ojos.

Se puso la capa y agarró su varita con más fuerza de la necesaria. Sus ojos se detuvieron en el muñón de su dedo. Hoy no necesitaba glamour. No, hoy era un mortífago.

El portazo que dio al salir de sus dependencias asustó a algunos Slytherin que se encontraban en el pasillo. Reprimió el impulso de ordenarles que fueran a la sala común y no se movieran de allí. Suspiró, con el claro presentimiento de que muchos alumnos morirían aquel día.

Se dirigió a grandes zancadas hacia el séptimo piso. Había gente por los pasillos, haciendo cualquier cosa que se hace en una mañana de sábado, y él quería gritarles que fueran y se pusieran a cubierto, pero no podía. Pasó por delante de las puertas del Gran Comedor y a sus oídos llegó parte de una conversación.

-Los hechizos que vinculan las mesas con la cocina no están funcionando del todo bien, estaré aquí arreglándolos- le decía Albus Dumbledore a McGonagall. Sin detenerse, Severus dirigió la mirada hacia ellos, solo para chocar de frente con los ojos azules del director.

Su corazón dio un vuelco y las garras de los nervios le agarraron el estómago. Albus le guiñó un ojo. Severus siguió caminando con el eco de sus últimas palabras dirigidas a Minerva:

Antes de Tiempo /SNARRY/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora